Este mediodía, después del entrenamiento,
Daniel Angelici llamó al Vasco y los términos de la charla fueron idénticos a las
que tuvieron semanas atrás: el presidente le manifestó que la Comisión Directiva no quería que continuara.
Y el entrenador le dijo que tenía fuerzas para seguir. Esta vez, cuando el Tano escuchó esa respuesta -la misma-, no mostró piedad y lo echó. Angelici tiene antecedentes: un año y medio atrás, sin titubeos,
despidió a Carlos Bianchi.
Los dos títulos, los festejos de noviembre del año pasado, quedaron en la vitrina. Y en cuatro meses se llenaron de polvo:
no alcanzaron para sostener a un entrenador que tenía dos manchas, dos logros inéditos: quedar eliminado con River
dos veces seguidas en Copa Sudamericana y Copa Libertadores. A pesar de los campeonatos, Vasco nunca logró convencer al hincha, ni encontró el equipo, ni un funcionamiento que distinguiera a Boca.
Sin embargo, en términos cuantitativos, los números de Arruabarrena fueron más que buenos: ganó dos campeonatos y obtuvo el 68% de los puntos.
Dirigió 75 partidos, ganó 47, empató 13 y perdió 15. El déficit está si los analizamos cualitativamente.
De esas 15 derrotas, ocho fueron en clásicos: tres con
Racing, tres con
San Lorenzo —a quienes nunca les pudo ganar en partidos oficiales— y dos con River. En triunfos, venció al Millonario dos veces —ambas por torneo local— y una a
Independiente.
Angelici se deshizo del Vasco en una semana clave, donde puede definir el resto del año: volverá a jugar con Racing por Copa Libertadores, irá al Monumental a visitar a River y viajará a los 3600 metros de La Paz para enfrentarse al Bolivar. Si Boca pierde los tres partidos, se despide de ambas competencias. Alerta ante esta situación, ya empezó a negociar con su preferido: Guillermo Barros Schelotto, quien se fue del Palermo hace dos semanas, ¿consciente de que llegaría a Boca? Mientras tanto, Rolando Schiavi, entrenador de la reserva, se ocupará del primer equipo de forma interina.