Se fue postergando la renovación del plantel de la Selección. En especial, la necesidad de encontrar reemplazos a jugadores que cumplieron un ciclo, se enfoca en el medio y en ataque. Cualquiera que sea el técnico que asuma la conducción de Argentina, tendrá por delante el gran desafío de desmembrar al núcleo duro del equipo. La influencia de Messi.

Con Jorge Sampaoli o sin él, la Selección nacional está demandando una renovación urgente del plantel. Esta demanda apunta, en especial, al medio campo y al ataque. Una renovación no significa cambiar todas las piezas del tablero. Pero que a esta altura es imprescindible refrescar la estructura de un plantel que en algunos sectores da señales de estar agotada, parece fuera de discusión.

Instalado en el ambiente del fútbol argentino que la Selección es un club de amigos de Messi y Mascherano (es una frase hecha de autor anónimo que circula con la prepotencia de lo confirmado), la realidad que se advierte en la cancha es que si no hay variantes importantes en la constitución del plantel cualquier intento de cualquier entrenador va a naufragar.

Que haya jugadores que quieran estar en la Selección hasta que se perforen sus propios límites físicos y emocionales, forma parte de la naturaleza de los futbolistas. Nadie quiere salir. Y nadie quiere que lo saquen. Pero todo tiene un final, todo termina, como reza la mítica canción de Vox Dei de finales de los 60.

Lionel Messi

El Pato Pastoriza en noviembre de 1976 ya en funciones como técnico de Independiente después de su paso como jugador por el Mónaco (estuvo 4 temporadas), le comunicó a su amigo Ricardo Elbio Pavoni luego de una suspensión, que no lo iba a tener más en cuenta. Lo mismo hizo en Boca en septiembre de 1988 con su viejo conocido de la Selección el Loco Gatti, con quien compartió el Mundial de 1966. Y también con Agustín Mario Cejas en Racing en 1980.

Que haya jugadores que quieran estar en la Selección hasta que se perforen sus propios límites físicos y emocionales, forma parte de la naturaleza de los futbolistas.

Veía por aquellos días ese gran intuitivo que fue Pastoriza, que Pavoni, Gatti y Cejas (tres ídolos de brillante trayectoria) tenían que correrse hacia un costado porque ya estaban de vuelta. Pavoni y Gatti se terminaron retirando. Cejas se fue de Racing y pasó a River en 1981 pero jugó poco y nada.

El recuerdo de esos episodios que involucran a figuras destacadísimas y a un técnico de fuerte personalidad y convicciones como Pastoriza, quizás puedan servir como un especie de espejo que exprese también las necesidades actuales de la Selección. El Pato obligado a dar de baja a tres ídolos, no lo dudó. Y lo hizo. Y si dudó, después despejó esa duda y tomó una decisión.

El Pelado Sampaoli o el entrenador que arribe a la Selección con el primer objetivo de lograr la clasificación al Mundial de Rusia 2018, tendrá por delante (hasta el 31 de agosto cuando Argentina enfrente a Uruguay en el Centenario) este desafío fundamental: producir una renovación que enriquezca a un plantel demasiado relajado en su zona de confort. Un plantel que en algunos partidos hasta da la sensación de convivir con algo tan intangible y negativo como el aburguesamiento.

Porque eso parecen transmitir algunos protagonistas centrales en el presente incierto y turbulento de la Selección. ¿Quiénes? Di María, Higuaín, Agüero, Lavezzi, Biglia y en otro plano Mascherano, sin las piernas, el despliegue y el oxigeno que tenía hasta hace un par de años cuando alcanzó su cumbre en Brasil 2014.

Mascherano no revela signos de aburguesamiento. Pero sus limitaciones ya son físicas. Y él siempre se destacó por una generosidad impactante. Esa generosidad tan reconocida para frecuentar distintos lugares del campo ahora aparece condicionada por una cuestión biológica que se nutre de una verdad absoluta de la que nadie está a salvo: el tiempo pasa para todos. No será una tarea sencilla ni simpática desmembrar a ese núcleo duro de la Selección, que también incluye al arquero Romero, con casi nueve años de titularidad con la camiseta nacional.

Mascherano no revela signos de aburguesamiento. Pero sus limitaciones ya son físicas. Y él siempre se destacó por una generosidad impactante.

Se repite, por ahora sin ninguna evidencia concreta, que Messi influye en el armado del plantel de Argentina. Que su opinión tiene un peso decisivo a la hora de que un técnico confecciona su lista. Si fuera así, no sería la primera vez que ocurre. Maradona, por citar un caso, le planteó a Bilardo que no incluyera a Ramón Díaz en la Selección subcampeona del mundo en Italia 90. Y Bilardo, presionado, accedió.

Ruggeri, muchos años después, ratificó esa versión: “Díaz no fue al Mundial porque estaba peleado con Diego. Fue un error, porque la verdad hubiera sido muy importante para el equipo. ¿Se imaginan a Caniggia más el Pelado en ataque y Diego arrancando desde atrás?”

A Messi, al borde de los 30 años (los cumple el 24 de junio), los entrenadores también le conceden algunos privilegios. Como sucedía con Maradona. O con Bochini en Independiente. O con Beto Alonso en River, aunque el Beto nunca pudo superar el poder dictatorial que ejercía Passarella. Tanto poder que Alonso enfrentado a Passarella y al entrenador Alfredo Di Stéfano tuvo que dejar River en el arranque de 1982 para pasar a Vélez.

A Messi, al borde de los 30 años (los cumple el 24 de junio), los entrenadores también le conceden algunos privilegios. Como sucedía con Maradona. O con Bochini en Independiente.

Con Messi los distintos técnicos de la Selección siempre fueron al pie. Y lo escucharon. ¿Más de lo que debían escucharlo citando nombres propios? No sé sabe. Lo que sí se sabe es que las convocatorias de la Selección parecían escritas de antemano. Están casi siempre los mismos. Y los resultados no son los mejores.

Las circunstancias indican que es hora de afilar la punta del lápiz. Y con Messi más satisfecho o menos satisfecho, hacer las modificaciones que la Selección no puede postergar. Porque ya las postergó demasiado.

Por Eduardo Verona

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