Los dos delanteros de River son bien diferentes, tanto futbolísticamente como en las decisiones que toman respecto al club. El uruguayo no sintió su ausencia y fue clave en la victoria ante Guaraní.
Dicen que las mejores parejas se forman entre dos personas con características antagónicas. En el fútbol la premisa se cumple. Para formar una dupla de centrales sólida, se recomienda juntar a un defensor rápido y otro de buen juego aéreo; en la mitad de cancha, el famoso "uno juega, el otro raspa"; y arriba, los manuales sugieren complementar a un goleador de área y un delantero que se mueva por todo el frente de ataque.

Teófilo Gutiérrez y Rodrigo Mora armaron un dúo bárbaro en River. Fueron fundamentales en el buen juego que mostró el "Millonario" en el campeonato pasado, y piezas clave en la obtención de la Copa Sudamericana. Parecían hechos el uno para el otro. Pero son bien diferentes.

Ambos tuvieron la posibilidad de salir de Núñez. Teo quería irse, según sus propios dichos, por haber "cumplido un ciclo". El uruguayo le dijo a la dirigencia que consideraran su transferencia porque necesitaba hacer una "diferencia económica".

Gutiérrez, desesperado por una venta, se refugió en Colombia. Se desentendió de la etapa histórica que viven los dirigidos por Marcelo Gallardo y priorizó su bienestar personal. Mora, en cambio, tomó otro camino: negoció con el club qatarí que vino a buscarlo, pero les exigió ser vendido luego de la finalización de la Copa Libertadores.


      Mora Teo

Uno acordó su salida; el otro, mientras River necesita liberar su cupo para inscribir a Tabaré Viudez, sube fotos sentado en reposeras bajo el sol de Barranquilla.

Ese compromiso con la causa de Gallardo se nota en la cancha. Mora es el primer defensor del equipo. Hace un trabajo bestial en la presión alta e incomoda a los rivales para que no puedan salir jugando con claridad. Cuando los partidos se complican, se transforma en el blanco de los pelotazos de los defensores de River. Aguanta la pelota hasta que los volantes llegan a acompañarlo. Termina los partidos fusilado.

En esta Copa, como si fuera poco, hizo goles importantes: abrió el partido con San José en el Monumental, igualó agónicamente el choque frente a Tigres en México y definió con una pincelada deliciosa el primer partido contra Guaraní.


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Gutiérrez debe un partido consagratorio. Será una deuda incobrable. Es talentoso como pocos. Y lo sabe: peca por exceso de confianza en su capacidad. Camina la cancha, se fastidia cuando no le llega la pelota. Su categoría es indiscutible, como su indisciplina: lo expulsaron en la ida ante Boca. Una irresponsabilidad lo sacó de la revancha. Teófilo es un jugador de primer nivel, pero que a veces, por su soberbia futbolística, despierta nervios entre los hinchas.

El ex Benfica jamás tuvo conflictos públicos. No salió a pedir que le paguen deudas —que de tenerlas serían reclamos válidos en la oficina presidencial, no en los medios de comunicación—, y tampoco se quejó públicamente cuando Ramón Díaz decidió prescindir de él. Fue a préstamo a Universidad de Chile, donde no jugó, y volvió bajo las órdenes del "Muñeco", que apostó a recuperarlo. Y vaya si lo consiguió.

Que Teo se fue mal de todos los clubes, es sabido. Se escapó de Turquía, vivió el episodio pistolero en Racing, chocó con el cuerpo técnico de Lanús en sus dos meses de estadía y, en Cruz Azul, dejó de entrenar con el plantel cuando River preguntó por él. Esperar su salida unilateral era cuestión de tiempo. Lo que nadie creía es que elegiría un momento como este para montar su show escandaloso.

Mora construyó su idolatría a base de fútbol, goles y sacrificio. Se destacó en situaciones límite. No precisó de los micrófonos ni de festejos tribuneros. Gutiérrez llegó con el terreno fértil para convertirse en ídolo. La calidad que lo destaca despertó amor entre los hinchas, que ahora miran de reojo a ese "señor" que eligió seguir su historia antes que convertirse en historia.

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