El tiempo desgasta, erosiona, genera conceptos y destruye preconceptos. Lo que ayer era una maravilla hoy bien puede parecer una obra de terror. Pasa en todos los órdenes de la vida, en lo laboral, en las relaciones y el fútbol no está exento. Pero lo que consigue convertirse en antídoto de todos esos males es el convencimiento, que ni más ni menos es la seguridad que tiene una persona de la validez de lo que piensa o siente. De esa manera Omar De Felippe había entrado en un grupo que estaba devastado, que tenía destino de fondo de tabla en la B y que no encontraba en Miguel Brindisi el gurú necesario. Hoy, después de una rueda entera al mando del entrenador, Independiente se encuentra atravesando una crisis de convencimiento que no solo amenaza su continuidad sino que pone en riesgo lo que hasta semanas atrás era un seguro ascenso.
Independiente Rivadavia fue el primer mojón de De Felippe en Independiente. Fue un partido extraño, de cero a cero. Pero para el técnico por más que el punto tuviera gusto a poco fue la piedra basal. Desde ahí supo transmitir seguridad, quitar el vértigo tonto de jugar al ritmo de la gente, consiguió que el equipo confiara en su esquema, en que estaba capacitado para revertir cualquier traspié y el Rojo se hizo imparable. Tenía sensación de imbatibilidad y sabía que cuidando el cero, tarde o temprano, terminaría sumando de a tres. Y le funcionó. No por nada terminó en zona de ascenso. Pero algo se rompió.
El verano fue un prólogo durísimo. En el verano el grupo enfrentó a equipos de Primera y la pasó mal. Allí comenzaron las turbulencias que, sumadas a un mal presente institucional, deudas y la llegada de un refuerzo que no se necesitaba se hicieron conflicto. Hoy el entrenador, le guste a quien le guste, no cuenta con el guiño de todo el plantel por más que se lo niegue y es sabido que cuando los resultados dejan de acompañar todo se magnifica. Incluso el técnico tampoco es el mismo y sus cambios contribuyen partido a partido a desorientar, romper vínculos de confianza y alimentar el clima de inestabilidad. Excluir a Insua y Pisano fueron variantes de un técnico que se juega el puesto, que busca marcar la cancha. En el fondo todos sabían que la llegada de Insua era ganarse un problema y hoy lo tiene.
Pero no es el único problema. Tampoco consigue hacer reaccionar a un plantel que regala partidos de manera increíble, que lo deja expuesto, que no demuestra la actitud necesaria y que si sigue así tendrá en la próxima fecha el agua al cuello. Por eso se espera que hoy haya una fuerte autocrítica donde se digan todo lo que se tienen que decir. El Rojo está en caída libre y su pasividad le devolvió la esperanza a sus competidores por ese tercer ascenso. De no lograr buenos resultado ante Huracán y Banfield De Felippe quedará en la cuerda floja. Huracán será sí o sí el partido de quiebre, para un lado o para el otro.