La rubia flaquita es de las más mimadas en la legión de dominicanas que todas las noches da vida a un local en El Zanjón, un reducto en que el sexo extranjero mezcla adolescentes, jóvenes y veteranos en busca de "pasión" paga.
Las fuerzas de seguridad las buscaban en diversos lugares de la provincia. Ellas se refugiaron en el local, el único que aún cuenta con la habilitación para funcionar como
"whiskería".
Media hora de sexo oral y un coito implican $ 150; y por una hora hay que pagar $ 250. La previa no es nada gasolera. Las chicas son amantes de una buena cerveza o un Pronto Shake, tragos a ser pagados por los románticos de turno y cuyo costo oscila entre $60 y $ 100.
El ejército de dominicanas es multicolor: rubias, morochas, pelirrojas. Las más cotizadas, Mariana, Celeste, Keily -de veinte y tantos- y hasta María, una dama de 40 y pico. En ella, la firmeza de su cola contrasta con la tristeza de sus ojos.
¿Qué fue lo más loco que te pidieron los tipos hasta ahora?"Hay de todo. A la hora del placer, quieren cosas raras con botellas, o sus brazos mismos. Les digo ¡no es para tanto! Si no los frenas, se zarpan de más. Pero por otro lado hay cosas insólitas como algo que vengo escuchando seguido, me dicen: `Quiero que me hagas el amor".
La dominicana ríe a carcajadas y sus manos exploran por debajo de la mesa. Experta en conquistar e inventar historias, relata: "Los santiagueños son muy simpáticos, pero no me quedaría con ellos. Bah, con los argentinos. Viven para trabajar y nosotras no existimos".
Alguien levanta una copa y las luces tenues permiten ver a más de veinte hombres gritando: "Viva el amor; vivan las chicas".
Las dominicanas llegaron a Santiago en los primeros años del 2000. "Vine en el 2005. Me avivé tarde; ¡por qué no lo hice con el uno a uno!", se lamenta María. "Ya habría tenido casa y auto", asegura.
La mayoría de las dominicanas ya planifica qué hará después de este mes, atentas a que se habla de que se viene el cierre del local donde trabajan.
"Algunas irán al sur; otras partirán hacia Chile. O bien veremos Buenos Aires", declaran. En la capital nacional del país, viven contactos clave.
Además hay otra preocupación: cómo permanecer y no ser expulsadas por Inmigraciones. "Viajo cada vez que quiero. Nadie me molesta. Estoy en regla con los papeles. Mi hija (de cariño) ya está radicada en Buenos Aires. Mi otra hija acaba de separarse y se vino a Santiago a trabajar con nosotras", ahonda.
La mujer calla por prudencia, pero alienta mucho con sus silencios. "Santiago me encanta. Trabajo tranquila y gano bien", subraya. La calculadora describe que en el peor de los casos sus ingresos mensuales no bajan de los $ 12.000, la mitad de lo que genera su pasión. Es decir, cada dominicana logra ganancias individuales superiores a los $ 24.000.
Como para no enamorarse de los santiagueños..., perdón, de su bolsillo.
Fuente: El Liberal