El estrés laboral puede afectar el corazón y el ADN, y generar enfermedades silenciosas. Las fotos de Presidentes al momento de asumir y cuatro años después, muestran esos efectos.
El estrés laboral no es solo sensación de fatiga o mal humor. Se trata de una reacción física y emocional frente a exigencias que exceden la capacidad de una persona para manejarlas, y sus efectos sobre el organismo pueden ser profundos y duraderos. Estudios muestran que quienes trabajan bajo presión constante pueden ver su edad biológica avanzar más rápido que su calendario.
La tensión diaria aumenta el riesgo de problemas cardíacos, accidentes cerebrovasculares, diabetes y otros trastornos graves. Además, fomenta hábitos poco saludables como sedentarismo, consumo de alcohol y tabaquismo. Para el organismo, el estrés no es solo “mental”: se refleja en cada célula y puede debilitar el sistema inmune, dejando al cuerpo más vulnerable.
El impacto del estrés se observa claramente en quienes ocupan cargos de alta responsabilidad. Comparar fotos de los presidentes de Estados Unidos el día de su investidura con las del final de su mandato revela un envejecimiento mayor que el correspondiente a los años transcurridos.
Investigaciones como la publicada en BMJ en 2015 indicaron que los líderes mundiales enfrentan un riesgo 23 % mayor de muerte prematura que los candidatos no elegidos, y podrían vivir hasta tres años menos. Sin embargo, otros estudios, como los de Journal of the American Medical Association en 2011, no hallaron diferencias significativas en la longevidad, dejando el tema abierto al debate científico.
El efecto del estrés laboral también se mide en el nivel celular. Los telómeros, extremos de los cromosomas que protegen el ADN, se acortan más rápido en quienes sufren estrés crónico, según estudios publicados en Biomedicines. Este acortamiento está vinculado a enfermedades cardiovasculares, trastornos autoinmunitarios, problemas nerviosos e incluso cáncer. En Finlandia, un estudio con 2.911 personas mostró que el estrés constante reducía significativamente la longitud de los telómeros de los leucocitos, afectando la capacidad del cuerpo de protegerse y reparar tejidos.
Aunque no todo estrés se puede evitar, reconocer sus efectos y buscar estrategias para manejarlo, como pausas activas, ejercicio o mindfulness, puede ser clave para preservar la salud y retrasar el envejecimiento. La oficina puede ser un campo silencioso de riesgos, pero también un lugar donde cambiar hábitos puede marcar la diferencia.