Con mirada contemplativa hacia el sur y en pie de guerra hacia el norte, los murales de Evita se convirtieron en nuevos símbolos porteños. Su renunciamiento histórico se corporizó en dos esculturas que trascienden la división política

Desde lo alto del edificio del Ministerio de Desarrollo Social, Eva Perón posa la mirada sobre la avenida 9 de Julio. A metros del Obelisco, de la Plaza de Mayo y del Congreso, los murales gigantescos con su imagen se convirtieron en nuevos símbolos porteños.

El cuadro gigante de la “abanderada de los humildes” viste las calles del centro de Capital Federal. La silueta de Eva Perón se erige en medio de un reducto que desde sus inicios fue reticente al movimiento peronista pero que aun así dejó un momento que se metió de lleno en la memoria colectiva cuando, en ese edificio, el 31 de agosto de 1951, la referente social hizo su “renunciamiento histórico” y selló un pacto de amor eterno con la clase obrera.

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Esa imagen quedó plasmada en libros y en la identidad de un sector muy grande de la sociedad. Por eso a varios le nace la sorpresa cuando se dan cuenta de que la obra se inauguró hace tan sólo ocho años. Alejandro Marmo, el artista plástico que llevó adelante el proyecto, le dijo a POPULAR: “La obra estaba plantada ahí desde el día del discurso. Después sólo se materializó”.

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Sin embargo, si bien las dualidades políticas existen, los murales de la Eva Perón contemplativa con la mirada al sur y combativa de frente al norte, se convirtieron en un ícono cultural con un fuerte peso en la identidad nacional. Por eso Marmo agrega: “Ya no hay lugar para el debate sobre Evita, ni en la Ciudad, ni en cualquier territorio de nuestra nación. Cuando se hace afuera, en Inglaterra o en Hollywood, para muchos es una obra cultural, pero cuando la hacemos acá muchos van al debate chiquito, de lo antagónico. Este tema no se tiene que discutir”.

Más allá de esta declaración, hay decisiones que dejan en claro que esa contraposición entre ideas de proyectos de país sigue existiendo. Tan sólo hay que esperar a que anochezca.

La imagen de Eva Perón, que está equipada con luces, ya no brilla de noche. Según pudo reconstruir POPULAR, la razón de la oscuridad de la figura es porque se han dejado de pagar los reflectores porque eran alquilados. También han existido algunos intentos solitarios -y que sólo levantaron humareda en las redes sociales- de sacar los murales.

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En un nuevo aniversario de su nacimiento, desde diferentes organizaciones hicieron petitorios para que, por lo menos durante un día, el mural vuelva a tener luces.

Los gremios ATE, UPCN y diferentes intendentes de la provincia de Buenos Aires elevaron petitorios a la ministra Carolina Stanley para que la vuelva a iluminar.

Estas claras dicotomías por la representación política que genera Eva Perón lleva a que sea muy difícil abordar una discusión sobre su propio valor cultural. Lejos del diálogo y el consenso, los destratos acentúan esa división que van más allá del modelo de país.

En ese punto, Marmo indica: “Lo que no puede existir es un debate sobre la figura. Si puede existir sobre el proyecto de país, pero no en términos culturales, porque Evita es un símbolo de identidad”.

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