Con más de 20 años dedicado a la actividad scout, Jorge Castagna, quien además es periodista, desarrolla sus tareas en la parroquia San Cayetano, y asegura que los valores que transmite ayudan a promover una vida más solidaria.

Más allá del estereotipo de los grupos de boy scouts haciendo ejercicios de sobrevivencia en ámbitos naturales alejados de la vida urbana, la disciplina del scoutismo (“exploración” en términos textuales) trasciende ampliamente esa visión para acercarse a una actitud de servicio y de solidaridad.

Algo de esto sintió en su niñez Jorge Castagna, actual Jefe de Scouts de la parroquia de San Cayetano, y durante más de 15 años integrante del grupo Santa Inés en otra iglesia de La Paternal, el barrio donde nació y creció junto a sus padres y dos hermanos, a metros de la calle Warnes.

Castagna, de 40 años, y casado con Laura, reflexiona sobre los orígenes de esa inclinación al scoutismo y recuerda que “en mi infancia y adolescencia dividía mis actividades entre la escuela, las artes marciales y la ayuda a mi padre en sus tareas como dueño de un taller metalúrgico, que aún conserva a sus 80 años”.

Cuenta que “desde chico quise ser scout, pero mi viejo no quería que lo fuera, para que me dedique al estudio. Por eso, a los 15 empecé a acercarme a un grupo cerca de casa, de la parroquia Nuestra Señora La Consolata” y explica que “me atraía el tema de vida al aire libre, el formarse para ser autosuficiente, y aprender a valerse por uno mismo”.

Recuerda que “el párroco Hugo Bellavigna era quien nos orientaba, y fue el que tuvo la idea de formar el grupo, que se inició con gente del barrio, y llegó a tener más de 80 integrantes, hasta que se disolvió en 2012”.

Según Jorge, “el scoutismo, que siempre es voluntario, ayuda a completar la formación que cada uno traiga de su hogar, y además tiene como objetivo capacitar a sus integrantes en la ayuda de desastres, como inundaciones y emergencias”.

Comenta que una de las participaciones más importantes de su grupo fue cuando se produjo el atentado en la AMIA. Detalla que “teníamos una zona de trabajo, una función logística, para llevar y acercar cosas, desde agua hasta comida o herramientas, y algunos hasta llegaron a sacar escombros, fue una experiencia fuerte para todos”.

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Jorge, que reparte su tiempo entre la actividad scoutista en San Cayetano y su trabajo en la escuela técnica ORT en Belgrano, comenta que “el grupo se conformó en 2013, justo el año en que llegó al papado Jorge Bergoglio, hoy lo integramos unas 40 personas, y lo sentimos como una casa de todos”.

Entre las misiones que Jorge destaca figuran la colaboración en inundaciones como la de La Matanza, o la de La Plata, y la organización de las peregrinaciones a Luján, además de la intensa labor que los ocupa cada 7 de agosto, cuando la agrupación coordina la marcha de los peregrinos que acuden a pedir por trabajo y salud a San Cayetano, que a veces se extiende por varias cuadras, y su tarea es fundamental en caso de cualquier accidente o emergencia de salud.

Jorge integra además desde 2009 el cuerpo de Cascos Blancos, entidad mundial coordinada desde la ONU que actúa en ayudas humanitarias en caso de guerras o desastres naturales en cualquier parte del planeta, junto a fuerzas de seguridad y Defensa Civil.

El scoutismo se originó en Inglaterra en 1907, y su insignia mundial es la flor de lis, un par de años después surgió en nuestro país, y en 1930 se fundó la Unión de Scouts Católicos Argentina.

Jorge señala que “en Argentina se calcula que hay entre 100 y 120 mil scouts desarrollando actividades, y no hay límites de edad, salvo que tienen que tener más de 7 años” y agrega que en total hay unas 60 asociaciones de scouts, pero unas 30 son las que funcionan con más continuidad”.

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Campamentos inolvidables

Entre las experiencias que Jorge más atesora, se encuentran las jornadas de campamento vividas en medio de distintos ámbitos naturales, en especial las realizadas durante 10 días en el Parque Nacional Iguazú, a metros de las Cataratas.

Recuerda que “fue un viaje largo en tren y micro, con escasos recursos, pero con una muy buena recepción, paramos en el campamento Yaguareté, y sin dudas no solo fue un aprendizaje sino un ejercicio de convivencia extraordinario”.

Otros campamentos que dejaron huella en Jorge fueron realizados en Tucumán y Córdoba, pero especialmente en El Impenetrable del Chaco, donde según cuenta “nos relacionamos con una congregación de hermanos maristas españoles, que viven ahí hace más de 35 años”.

Sobre esta experiencia, Jorge destaca que “la población allí es muy generosa, te dan lo poco que tienen, ellos viven con lo que pueden, y si entrás con alguien de la Iglesia ya no tienen tanta desconfianza. Ellos se sienten privilegiados que los vayamos a visitar, y hay que considerar que viven en un contexto y un clima complicado”.

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“Mi mamá le cocinaba panes de carne a Francisco”

Durante su pertenencia al grupo de Santa Inés, en La Paternal, Jorge recibió en algunas oportunidades la visita de un tocayo suyo que años después se convirtió en Papa. Cuenta acerca del entonces arzobispo Jorge Bergoglio que “la primera vez que lo ví fue en mi ex parroquia, porque era amigo del padre Hugo”.

Recuerda que “él venía desde la Catedral en subte, se bajaba en Chacarita, cruzaba el cementerio, para llegar a la parroquia. Yo estaba organizando el mapa de la procesión a Luján junto a mi grupo, teníamos el mapa en el piso. De repente veo zapatos que no eran nuestros, levanto la mirada y era él, le pregunto si le podía ser útil y me pidió que lo llevara con el padre Hugo, de quien era muy amigo”.

También comenta Jorge que “es una persona con mucho carisma, muy especial, a veces uno se queda sin palabras cuando está con él. Es inteligente y humilde al mismo tiempo. Conoció hasta a mi mamá, que le cocinaba panes de carne, y él valoraba su gesto”. Detalla que “cuando venía a San Cayetano celebraba la misa, recorría la cola, charlaba con la gente y hasta se acordaba de algunos nombres. Hasta una vez lo vimos que estaba confesando”.

Jorge relata que “un tiempo después tuve el gusto de verlo alguna vez en la Catedral, donde hice trabajos de restauración y pintura en retablos y estatuas junto a una museóloga” y completa que “es algo que me gusta mucho y lo hice en el taller que tiene uno de mis hermanos, que es restaurador de arte sacro”.

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