Un día, allá por 1992, Gloria Sandoval llegó a Buenos Aires desde su pueblo, Trujillo, en Perú, con un vagón de sueños y esperanzas. Sus hermanas le habían regalado un pasaje, y como quería intentar un nuevo destino, se fue quedando.
Casi sin darse cuenta, hoy, ya hace 24 años que es una ciudadana más, que lucha día a día sin más armas que sus ganas y su energía, ganándose la vida como cartonera y sobreviviendo con la recolección y venta de chatarra, papel y botellas, junto a su marido, el entrerriano Alberto López, un hombre criado en el campo, con quien se unió a los pocos años de llegar al país.
"Primero vine sola y después traje a mis dos hijos, una mujer y un varón, pero cuando fueron más grandes preferí que se volvieran, para no tener que vivir y trabajar en la calle. Por suerte ellos están bien y me dieron cinco hermosos nietos", cuenta.
Apenas pasando los 60 años, Gloria relata que uno de sus primeros trabajos "fue en la casa de un diplomático en Adrogué, y en esos años conocí a Alberto, con quien me fui a vivir en 1998 y desde entonces estamos juntos en esta lucha", y asegura que "en esos momentos no pensaba en ningún proyecto especial, sólo en trabajar en lo que fuera. Así estuve varios años en casas de familia, haciendo trabajos de limpieza y mantenimiento".
A fines de los duros años 90, las cosas no estaban bien, y Gloria y Alberto empezaron a pelear en la calle con la recolección y venta de cartón. Entonces vivían en una piecita que tenía un conocido en Constitución, pero al tiempo, el alquiler se le hizo imposible de pagar, y no tuvieron más remedio que terminar viviendo en la calle, cerca de la estación cabecera de tren.
"Fueron - nos cuenta sin poder evitar algunas lágrimas- muy duras épocas de trabajar en la calle, desde la mañana hasta la noche, y parábamos en distintas plazas, con un carrito, recolectando y vendiendo cartón, chatarra y maderas".
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Parecía que a Gloria y Alberto la vida les hacía algún guiño de tanto en tanto. Y así lograron comprarse un ciclomotor, que les alivió el trabajo. "Con lo que sacábamos salíamos a flote, pero las cosas estaban muy complicadas, y apenas juntábamos dinero, pero no podíamos llegar. Y encima, nos agarró el corralito en el 2001 y tuvimos que volver a empezar", recuerda.
El comienzo del nuevo siglo no significó para ellos una buena señal, ya que durante un largo tiempo debieron seguir viviendo en donde se pudiera: la calle, una plaza, bajo algún puente o algún lugar pequeño donde pudieran resguardarse del mal tiempo.
Pero Gloria no renunciaba a su sueño: "Pasaron los años y yo quería tener un hogar, yo confío en Dios, soy muy creyente -se identifica como evangelista- y cuido cada peso que logramos tener".
Recién en 2007, la pareja pudo cumplir con su aspiración de tener un lugar propio, sobre un terreno en Dock Sud, a metros de De Benedetti y Huergo. Allí comenzaron a edificar de a poco una casita al lado de un viejo conventillo, el lugar en el que todavía se encuentran, pero que corre peligro de ser demolido.
Pese a la dureza de su vida, Gloria está agradecida a los argentinos. Siente que se encontró con gente maravillosa y solidaria, y reconoce que extraña su país. "De todos modos, estoy en contacto con mi familia y sé que están bien. Somos 10 hermanos, y de chica quedé huérfana, mi papá murió cuando era muy joven. Nunca pierdo la esperanza de volver a verlos".Quienes estén interesados en ayudar a Gloria Sandoval y a su marido, Alberto López, pueden comunicarse al 4205-5198.
Agradecimiento y un reclamo
Gloria Sandoval es una mujer agradecida. Y por eso no quiere dejar de mencionar a la gente que le ha tendido una mano en momentos difíciles. Uno de sus reconocimientos es para el doctor Cristian Ayello, que los atendió a ella y a Alberto -que se está tratando por algunos problemas de salud- en varias oportunidades, y que integra el servicio de diagnóstico por imágenes del hospital Fiorito, de Avellaneda.
"Tuvo una gran sensibilidad con nosotros y siempre la tuvo con los que menos tienen, y eso es invalorable". Al mismo tiempo, Gloria se atreve a hacer un pedido que es también una sugerencia, y que ya hiciera hace tiempo: la posibilidad de digitalizar el servicio de diagnóstico por imágenes, ya que sería un gasto ahora pero se ahorraría en el futuro".
Señala Gloria que "de esta forma, se podría ver en todo el hospital, ya sea en el servicio de guardia, de internación y en otras áreas" y al mismo tiempo considera que sería muy valioso contar con un nuevo seriógrafo".
Un gesto solidario como premio a tanta lucha
Hace pocos años, una persona que llegó a sus vidas fue el premio a tanta lucha y significó una señal de solidaridad. Ricardo Cueva, directivo de la empresa Loginter -que tiene un amplio predio ubicado entre la cancha de Sportivo Dock Sud y la costa del río, y cuya función es ser depósito y transporte de materiales de descarga, acero, caños y otros elementos destinados a empresas locales que llegan por vía marítima desde el exterior- pasaba con su camioneta por la calle Huergo.
Allí, se cruzó con Gloria y su carrito haciendo su tarea. Algo le llamó la atención, se bajó y le preguntó: "señora, ¿a usted le interesa la chatarra? Gloria le respondió: "Sí, de eso sobrevivimos".
Desde ese momento, Cueva permitió que esta trabajadora fuera todos los días al depósito de material a cargar madera para vender en un par de negocios del barrio. Esta tarea le ocupa durante los días hábiles varias horas de su vida laboral, y Gloria es querida como otra integrante de la empresa.
Fuera de estas valiosas ayudas, Gloria sostiene: "A mí nunca me ofrecieron nada, ni una piedrita". Lo dice con orgullo y asegura que nunca le pidió ni esperó nada de ningún gobierno. Y recuerda una anécdota al respecto: "una vez salí en televisión y se acercó una señorita que era asistente social, y me comentó que había una persona 'más arriba' que me quería ofrecer 14 mil pesos, y un par de chapas, y no quise aceptar. Esto fue hace unos 4 años. Por eso puedo decir que mi día a día es trabajar y guardar el pesito".