Maestro en el arte del muralismo, Santiago Vilas defiende ese modo de expresión por su vinculación directa con lo popular. Docente y militante social, identificado desde siempre con el partido de La Matanza, también realizó obras murales para el club de sus amores, Huracán

Detrás de las luces de la vanidad y la fama, en cada pueblo y en cada barrio, hay artistas que crecen y se transforman en pertenencia de su comunidad a través de su obra, y de su labor docente en favor del arte.

Alguna vez, Atahualpa Yupanqui dijo que “el artista es el que el pueblo señala”. Y esta definición le cabe como anillo al dedo a Santiago Vilas, pintor, muralista, docente, trabajador social y generador de numerosas obras y acciones en distintos barrios del partido de La Matanza en la búsqueda de que el arte surja y se nutra de la gente común, la que trabaja y estudia todos los días.

A los 75 años, casado con la arquitecta Aurora, padre de cuatro hijos (“dos de ellos sobrevivientes de Cromagnon por cuestión de minutos”), y por sobre todo, fanático de Huracán, Santiago ostenta la misma vitalidad y el entusiasmo que tenía en años más lejanos, y expresa su fe en la posta que van tomando las generaciones más jóvenes en lo social y lo artístico.

“Siempre viví en Tapiales - señala donde vivieron mis padres” y destaca que “mi viejo fue un laburante de sol a sol, éramos nueve hermanos, y él se iba a Puente Alsina a trabajar, le encantaba la lectura y el bandoneón, pero no pudo estudiar, aunque nos inculcó a todos que no dejemos de hacerlo, y de ser buenas personas”.

Santiago sintió desde chico atracción por el arte y la pintura, y desde joven se vinculó a Pedro Casarino, un escenógrafo, pintor y letrista con quien colaboró un tiempo, y le aconsejó que “si quería ser artista tenía que ir a Bellas Artes y aprender”.

Comenta que “lo ayudaba en hacer carteles y anuncios, pero también en los Carnavales haciamos obras más interesantes, como máscaras y un gran dragón que se exhibió en la plaza de Tapiales”.

Detalla que “mis viejos querían para mí un trabajo seguro, y por eso me mandaron al industrial, pero hice dos años y no aguanté, la verdad, era muy quilombero, y encima en la adolescencia eran años bravos en la política, me hice peronista y siempre estaba en las marchas y cada dos por tres caía preso, y si no era por eso, era por el pelo largo”.

Reconoce “haber sido un hippie en aquellos años, y recuerdo que alguna vez compartimos una celda por una noche con Tanguito y con Litto Nebbia. Al final, como en una época fui baterista, me afilié al sindicato de músicos, y me dieron un carnet para que si me detenían, se los mostrara para demostrar que el pelo lo usaba así por ser músico”.

Antes de dedicarse a estudiar Bellas Artes en la Escuela Belgrano y en el Pueyrredón, Santiago trabajó en distintos oficios, fue extra y figurante en el teatro Colón, en comercios del centro, y hasta en un taller donde se armaban radios”. También tuvo su época de aventurero, de adolescente se fue a Brasil a dedo con un amigo italiano.

“Nos radicamos un tiempo en Porto Alegre y luego en San Pablo, vivíamos de las artesanías y logramos sobrevivir con cosas muy originales, medallones, carteras de cuero, en la principal feria de la ciudad. Volví y luego retorné a Brasil un par de veces más, pero el país me tiraba y a principios de los ‘70 volví y me estabilicé, trabajé varios años en el puerto, pero nunca dejé el arte”.

Tras estudiar Bellas Artes, Santiago se convirtió en docente, actividad que desarrolló durante 35 años, hasta que se jubiló. “Pero siempre seguí en contacto con el arte, en especial haciendo trabajos no rentables, para la comunidad y para la gente, por eso me incliné a los murales, porque expresan a esa comunidad”.

Vilas fue autor de murales que le dieron color y vida a la estación ferroviaria de La Matanza, además de colaborar con obras en varias escuelas de la zona. “En muchos casos me ayudaron chicos y chicas del barrio, estudiantes y trabajadores con inquietudes, y siempre lo hicimos con la mínima ayuda oficial”.

Admirador de Ramón Carrillo e hincha del Globo

Exponente del arte de La Matanza en todo sentido, a través de murales y obras que donó a distintos establecimientos, Vilas siempre sintió admiración por la obra del doctor Ramón Carrillo y por eso preparó un cuadro en homenaje a su aporte como médico. Pero también, fiel a su corazón futbolero, enclavado en Parque Patricios, Santiago quiso hacer un aporte a su querido Huracán y bosquejó una serie de obras para transformaren murales, “mostrando a la familia y los corazones quemeros, en su esencia”.

Santiago - HISTORIA DE VIDA - 2

Aclara que es un proyecto que se realizaría en las entrada de Miravé, y que todavía espera su aprobación. De todos modos Santiago pudo concretar, con la ayuda de simpatizantes y vecinos, el proyecto Luna Quemera, en la calle Luna, a través de murales relacionados con la historia del club. Hace un par de años, junto a algunos hinchas, también pìntaron parte del estadio.

Pero además, en la plaza de la calle Luna, Santiago rindió homenaje a la aparición de la nieta número 126, realizando varios pañuelos que se colgaron en la plaza. “Por desgracia, alguien pagado por grupos políticos opositores mancharon parte de la obra, pero igual los pañuelos se pudieron mantener en el lugar”.

Obras que reflejan las luchas por la identidad

Una de las satisfacciones más grandes en la vida de Santiago es que “mi padre pudo entregarme el diploma de maestro Nacional de Dibujo, ya que sintió que yo hacía lo que me gustaba” y señala que “en una época con mi esposa nos fuimos al Norte del país, y ahí entré en contacto con los pueblos originarios, por eso mi obra trata de reflejar esas luchas por la identidad”.

Vilas fue convocado para hacer murales en Vialidad Nacional, con la historia de las rutas argentinas, y lo hizo con el aporte de chicos de la carrera, algunos de ellos hijos de padres desocupados. Pero también fue impulsor del cineteatro Leonardo Favio en el distrito, y tuvo el gusto de invitar al mismo Favio a la inauguración de esa sala que se creó con un sesgo claramente difusor de lo cultural y social.

Vilas enseñó en la Universidad de La Plata y en el IUNA, además, por su militancia conoció al actor Carlos Carella, en un encuentro de Ciencia y Cultura, un referente y consejero en su vida, que lo impulsó a dedicarse al arte, y además lo conectó con el gran plástico Antonio Berni.

“Para mí, ser ayudante de Berni me hizo aprender muchísimo, porque era un grande que pintaba pensando en el pueblo, en lo social, y se lo dije cuando decidí volar hacia mi propio camino”, señala.

Vilas además ha colaborado en la realización de murales para el programa Envión de La Matanza y de Lomas, llegó a ser docente en una decena de escuelas del distrito, y es habitual colaborador del Centro Cultural La Veredita, para el que proyectó un mural dedicado al centenario del nacimiento de Eva Perón.

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