Un jaguar de ocho años de edad, llamado Máscara, fue arrojado desde un puente a un río en una zona de protección ambiental en el interior del estado brasileño de Sao Paulo, Brasil.
Luego de la autopsia se descubrió que lo mataron con saña: tenía 50 perdigones en el cuerpo y uno impactó en su corazón.
El animal era uno de los últimos 20 jaguares que habitan en la unidad de conservación en la región de Contínuo Serra de Paranapiacaba en la Mata Atlántica, uno de los biomas más importantes y amenazados de Brasil, presente en 17 de los 27 estados.
Las hipótesis apuntan que lo mataron en una zona rural y después lo transportaron hasta la carretera para lanzarlo al río. La Policía todavía investiga el caso, una radiografía realizada al animal mostró balas de plomo y cicatrices en su pata derecha que, además, estaba rota, por lo que se concluyó que en los últimos meses le habían disparado en más de una ocasión.
Las cámaras instaladas para monitorear a estos animales mostraron que el jaguar estaba herido y tenía dificultades para caminar. "Esa pudo ser una de las razones por las que atacó a animales domésticos. Un jaguar debilitado busca presas más fáciles de cazar para alimentarse. Atrapar a un pollo o a un cerdo dentro del corral es mucho más sencillo que perseguir a un jabalí. Máscara ya no podía cazar dentro del bosque", comentaron desde la Fundación Florestal.
En los últimos diez años, fueron encontrados cinco jaguares muertos por cazadores en Contínuo Serra de Paranapiacaba. Un número "desproporcional" para una especie clasificada a nivel mundial como "casi amenazada" y en Brasil como "vulnerable a la extinción".
Se calcula que en todo el bioma hay cerca de 300 jaguares, una cifra que va disminuyendo a causa de la pérdida de su hábitat, el conflicto con los humanos y la caza ilegal. Desde septiembre de 2020, solo se detectaron seis felinos en esta zona, entre ellos Máscara.
Las estadísticas marcan que si la caza alcanza al 10 % de estos animales, se estima que en menos de 100 años ya no quedará ninguno en esta región, y si despareciese esa especie se produciría todo un desequilibrio ecológico al impactar en la fauna y flora.
La Policía busca a la persona que terminó con su vida. La condena puede ser de entre seis meses hasta un año de cárcel, con multa.