A 45 años del caso que terminó con la presidencia de Richard Nixon, un repaso de las principales filtraciones de las administraciones norteamericanas. El actual mandatario enfrenta una crisis que podría ser determinante para su gestión.

Desde Watergate, el original iniciado en junio de 1972, se han anunciado cientos de secuelas. Ninguna tan cercana a serlo como la que protagoniza Donald Trump y su affaire con la inteligencia del Kremlin.

Fui despedido a causa de la investigación de Rusia”, aseguró el ex director del FBI James Comey en su declaración ante la Comisión de Investigación del Senado, el pasado 8 de junio. Así abría una de las primeras requisitorias para que un caso sea considerado una secuela del Watergate: la obstrucción de una investigación que pesa sobre su gobierno.

Como para no perder lugar en el juego de semejanzas, Trump siguió los pasos lógicos: tal y como hiciera Nixon con sus asesores, el actual jefe de Estado le pidió la renuncia al concejero de Seguridad Nacional, Michael Fyn. Por sus reuniones con miembros de la embajada rusa y sus viajes a la ex Unión Soviética, el ex militar fue el puntal de la investigación sobre el posible hackeo de las cuentas de los asesores de campaña de la candidata demócrata Hillary Clinton.

Y por si el caso podía mostrar similitudes forzadas, Trump se inventó su propio “Cox”. Nixon, que ya había provocado más de una renuncia entre los fiscales federales, tuvo en Archibald Cox al sepulturero de su administración. El fiscal llevó a cabo con frialdad la causa y fue quien exigió la presentación de las grabaciones de las charlas en el Despacho Oval que tenía el Presidente. Fue también Cox quien soportó las presiones de Nixon para que abandonara la idea de citarlo ante el Senado. El hecho le costó su puesto en el suceso recordado como la “Masacre del sábado por la noche”.

El “Cox” del actual presidente de Estados Unidos se llama Robert Meuller y lo investiga por “posible obstrucción a la Justicia”. Fue instruido por el Senado como Fiscal Especial designado para develar todos los aspectos de la conexión Trump-Rusia.

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A diferencia de “Garganta profunda”, Comey ofrece la información de primera mano a los principales medios, pero por sobre todo al New York Times y al Washington Post. Ya no son encuentros nocturnos en el subsuelo de un estacionamiento de la ciudad capital, sino que son abiertas conferencias de prensa y declaraciones a viva voz ante El Capitolio.

A diferencia de Cox, Mueller irá por todo sin plazos y los más opositores ya se regodean con ver a Trump sentado ante una comisión del Senado para dar explicaciones sobre sus posibles contactos con los responsables del hackeo durante la campaña. Lo que ni el más optimista de los demócratas sueña es que el solitario presidente republicano vaya a dimitir antes de dar explicaciones, como sí hizo Nixon.

Una campaña, robo de información al partido demócrata, un presidente republicano detrás de todo, la necesidad de obstruir a la Justicia, el acorralamiento de los medios y, sí, las filtraciones. Trump va camino a “filmar la secuela” del Watergate, aunque no quiera creerlo. Sólo falta que abandone la Casa Blanca por la puerta de atrás. Aunque no es su estilo.

Otras filtraciones que enmudecieron a Washington

En el año 2000, luego de asumir al frente de la Casa Blanca, George W. Bush nombraba a Paul O´Neill como Secretario del Tesoro. El economista no fue uno de los favoritos en la gestión del republicano dados los constantes enfrentamientos que tuvo en el seno de la administración.

A finales de 2002, el segundo presidente de la dinastía Bush tomó la decisión de destituirlo. Luego de esto, el economista comenzó a tener una serie de entrevistas con el periodista Ron Suskind. En las mismas, el ex titular del Tesoro acompañaba cada anécdota con datos duros, revelaciones casi inverosímiles y carpetas con información gubernamental. “Estando en las reuniones, antes de preguntar si había que atacar o no a Irak, se preguntaban `cómo vamos a atacar´”. Además de esta dura afirmación sobre cómo fue orquestado el desembarco en las tierras de Sadam Husein, O´Neill confió que el gobierno sabía que estaba por afrontar un déficit de 500 mil millones de dólares y que realizaría un brutal ajuste sobre los pocos derechos que el pueblo norteamericano ostentaba en materia de seguridad social.

Todo el material fue compilado en “El precio de la lealtad”, un libro que permaneció durante todo el 2004 encabezando la lista de Best Sellers.

El 14 de julio de 2007, un helicóptero de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos atacó en Bagdad al periodista de la agencia de noticias alemana Reuters Namir Noor-Eldeen, a su ayudante y a nueve personas más. El primer ataque le costó la vida al reportero, al traductor y a su equipo, mientras que el segundo se realizó sobre un grupo de ciudadanos que se acercaba con la intensión de auxiliar a los heridos. El hecho fue conocido como “Collateral Murder” (Asesinato colateral) y tomó estado público luego de que el sitio web Wikileaks realizara su primera gran salida en escena y lo publicada sin edición el 5 de abril de 2010.

Julian Assange en su asilo en la embajada de Ecuador en Londres
Julian Assange en su asilo en la embajada de Ecuador en Londres.
Julian Assange en su asilo en la embajada de Ecuador en Londres.

Luego de la gran repercusión que tomó el sitio tras la difusión del video, el 25 de julio de 2010 presentó el “Diario de Guerra en Afganistán”. El sitio dirigido por Julian Assange publicó 92.000 documentos clasificados que detallan el proceder de las tropas de EEUU y sus aliados en tierras afganas entre los que se detallan torturas a civiles, asesinatos a mansalva, fuego amigo y conexiones con la resistencia. La segunda publicación significó para Assange ser declarado enemigo de EEUU, causas por abuso y acoso sexual en Suecia -que recientemente fueron desestimadas- y un asilo de cinco años en la Embajada de Ecuador en Londres, donde aún reside.

Si bien el sitio se maneja con absoluta reserva sobre sus fuentes, la administración de Bush y el Ejército acusaron al soldado Bradley Edward Manning en 2010 y en 2013 fue sentenciado a 35 años de presión. Meses antes de ser arrestado, Manning había confirmado su deseo de modificar su identidad sexual. Para cuando Barack Obama firmó su indulto en enero de 2017, ya era Chelsea Elizabeth Manning.

Bradley Manning durante el juicio.
Bradley Manning durante el juicio.
Bradley Manning durante el juicio.

Edward Snowden era un agente de seguridad informática e inteligencia de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional). En junio de 2013, luego de una crisis personal, el ex agente filtró información clasificada sobre los programas de vigilancia masiva PRISM y XKeyscore a The Guardian y al Washington Post.

La información que brindó en una habitación de un hotel de Hong Kong aseguraba que el gobierno de los Estados Unidos espiaba a los correos de los norteamericanos con la excusa de la lucha contra el terrorismo. La denuncia incluía a las agencias de seguridad y a nueve de las más grandes compañías de servicios informáticos que operaban en Estados Unidos.

Luego de facilitar la documentación, Snowden solicitó asilo a distintas naciones y sólo Nicolás Maduro acudió en respuesta. A pesar de esto, el ex agente se asiló en Rusia, donde su paradero tampoco es oficial.

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