La pretensión en Minneapolis de desmantelar su estructura policial luego del asesinato de George Floyd abrió el debate y el partido Demócrata lanzó un proyecto en el Congreso para generar una reforma en el sistema, todo a las puertas de la votación a presidente

La ola de protestas que desató el asesinato de George Floyd cruzó el océano Atlántico y, desde Estados Unidos se trasladó a diferentes puntos de Europa, donde distintas multitudes manifestaron su bronca frente al racismo, algo que también tuvo su eco en otros continentes.

Sin embargo, más allá de las manchas concurridas en varias partes del globo, fue donde nació todo el lugar que habilitó un debate que empieza a ganar terreno en la sociedad norteamericana. Es que, dos semanas después de su muerte a manos del agente Derek Chauvín, y mientras se despiden los restos de Floyd en Houston, su ciudad natal, en Minneapolis, donde ocurrieron los hechos, se avanzó sobre la idea de desfinanciar a la Policía y generar una estructura de seguridad de base comunitaria.

Esa premisa, que contó con el aval de la mayoría en el concejo municipal de la principal ciudad de Minnesota, allana el camino para definir los parámetros del accionar policial en medio de un presente convulsionado, ya que la crisis se expone a pocos meses de las elecciones presidenciales en el país norteamericano, en las que Donald Trump buscará su continuidad en la Casa Blanca frente a Joe Biden, su contrincante.

Por eso, esta herramienta aplicada por un ayuntamiento concreto salta a escena y toma trascendencia en todo el territorio, lo que podría acelerar los cambios específicos, o también generar una contraofensiva discursiva, a sabiendas de la grieta en la cual está sumergido EEUU, con el mandatario lanzando críticas a los gobernadores desde el principio de las revueltas por un papel deslucido, y a su vez valorando la labor del sistema policial, con la Guardia Nacional a la cabeza; y la oposición intentando articular respuestas concisas capaces de darle un guiño al reclamo social imperante, y a su vez inspeccionando la manera de mantener su competitividad de cara a noviembre.

En ese sentido, desde el partido Demócrata tomaron la posta de Minneapolis y propusieron en el Congreso una ley de reforma policial que evite esos actos raciales que se multiplican en el país y no llegan al punto del crimen como sucedió con Floyd.

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¿Cuáles son los lineamientos básicos? Bajo la insignia de Ley de justicia en las tácticas policiales, el enfoque tiene pautas elementales, entre las que se destaca en la practica la de vetar que los agentes agarren del cuello para dificultar la respiración de las personas, justamente lo que realizó Chauvin el 25 de mayo; y en la teoría la de quebrar la lógica de inmunidad, por lo que se podrá accionar penalmente sobre los policías frente a actos de negligencia, dando por tierra con el sistema criminal federal vigente.

A esas cuestiones de peso se suman otras que van a la saga: generar un registro para anular la posibilidad que aquellos policías que fueron echados de la estructura vuelvan al ruedo en ámbitos de otros departamentos del país; y la utilización de cámara corporal en los operativos, elemento que ya se da en varios lugares y que, en principio, ayudaría a propiciar una mayor responsabilidad por parte del efectivo.

La propuesta fue rubricada por Nancy Pelosi, presidenta de la cámara de Representantes, junto al bloque denominado Caucus Negro, legisladores afroamericanos bajo la batuta de Karen Bass. Y lo hicieron también con su cuota de espectacularidad, pues, antes de entrar al recinto, frente al Capitolio se arrodillaron como lo hacen quienes realizan el gesto de protesta, durante casi 9 minutos, el tiempo que tuvo Chauvin su rodilla sobre el cuello de Floyd hasta matarlo.

Por lo pronto, el trámite no será sencillo para la oposición, pues difícilmente supere el escollo en el Senado, donde los republicanos son mayoría.

A su vez, Trump sigue con su lógica de fuego cruzado, en plena campaña, y sacó a relucir declaraciones que evidencian su fastidio por este proyecto, incluso mezclando los criterios en relación a lo que sucede en Minneapolis, donde se dio un paso aún más allá. ¿Qué remarcó el neoyorquino? "No vamos a desmantelar nuestra Policía".

Así es como entró en discusión un puntal que no toca la propuesta demócrata, pero que le sirve al presidente para mantener fortalecida a su propia tropa, y a su vez generarle internas al contrincante. ¿Por qué? No está en los planes el desfinanciamiento, pero tuvo que exponerlo el propio Biden, que ratificó la idea de las reformas, aunque está lejos de pretender lo que sucede en la ciudad donde empezó todo. Así, el cortocircuito del candidato con quienes están en plena discordia en las calles se hace evidente, más allá de las acciones protocolares como el diálogo que tuvo con familiares de Floyd en el funeral.

Ahora bien, con las dificultades parlamentarias del proyecto demócrata a la vista, entra en vigor qué sucederá en la práctica con lo establecido en Minneapolis. Y la realidad es que hay antecedentes que rompieron el molde del bloque policial tras hechos que generaron conmoción social. Y un caso emblemático es el de Candem, en Nueva Jersey, que durante décadas fue considerado uno de los lugares más peligrosos de EEUU por un accionar policial distanciado de la legalidad. Así fue como en 2012 se propició una modificación que cortó de cuajo con el sistema y se le dio espacio a una seguridad comunitaria. De esa manera, con el correr de los años, se bajó considerablemente el nivel de homicidios y la relación entre la sociedad y la Policía mejoró notablemente.

Aún así, no es algo fácil de aplicar, y requiere un estudio minucioso, ya que se pretendieron realizar mismos experimentos en otros lados y no tuvieron idéntico efecto, como el de Ferguson, en Missouri, nacido a partir de una ola de protestas derivada de la muerte de Michael Brown, un afroamericano, a manos de efectivos en 2014.

Por eso, lo que ocurra después del crimen de Floyd aún es una incógnita, y se maneja con cautela, todo en el medio de una disputa electoral que enturbia cualquier respuesta que se quiera brindar para sofocar el reclamo. Después de todo, resta un tramo largo hacia noviembre, y cualquier discusión seria, que incluso tiene repercusión internacional, entra de lleno en el juego para saber quién ocupará el salón Oval por los próximos cuatro años.

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