El vecino de Laferrere multiplicó acordes por miles de manos que en cada encuentro sumas su gran ayuda. "Todo lo que recaudamos lo llevamos en forma personal al comedor y para la gente del Borda", aseguró el matancero.

A menudo se escuchan frases hechas, que en muchos casos suenan a excusas. "No tengo tiempo para nada, sino lo haría…", suele ser parte del mobiliario dialéctico diario. Sin embargo, para Mario Mendoza esto no corre. No entra dentro de su decálogo de vida. El hombre de Gregorio de Laferrere trabaja en un laboratorio –lamentablemente la empresa en poco tiempo bajará las persianas y se quedará sin laburo-, estudia psicología social, la música lo moviliza, aunque la ayuda solidaria representa su ADN. Mario logró relacionar la música con dar una mano, a través de organizar festivales, conciertos, espectáculos.

Arrancó Rock por Manos Solidarias, con el objetivo de ayudar al comedor-merendero de Atalaya, pero luego fusionó su labor con Ariel Albornoz, quien hacía Rock por el Borda. "Hace dos años que fusionamos a las dos movidas", cuenta.

La entrada a los espectáculos representa alimentos no perecederos para Las Manos Solidarias, mientras que para el Borda se pide yerba, azúcar, cigarrillos y ropa, aunque las prendas también llegan para el comedor de Atalaya. "Todo lo que recaudamos lo llevamos en forma personal al comedor y para la gente del Borda. Por lo general en la misma noche Sandra y Rubén del merendero se llevan las donaciones que les corresponden, mientras que nosotros vamos al Borda, en muchas ocasiones nos acompañan músicos que tocaron en los recitales, y armamos tipo una feria. Así lo internos del hospital eligen sus cosas y les repartimos bolsas con yerba azúcar y algunos cigarros", relata Mario y se emociona: "Te abrazan y te dicen y gracias por venir. Es que muchos están solos y nadie los va a ver".

Mario Mendoza acepta la invitación a recordar cómo arrancó todo y cuenta: "Estábamos comiendo un asado y hablamos sobre las necesidades de mucha gente y eso te choca. Así decidimos hacer algo, hablamos con la gente de Guevara Club, que nos cede las instalaciones sin costos, invitamos a bandas amigas, que conozco, y así arrancó", y agrega: "Los músicos vienen todos de buena onda y los atendemos como podemos. Para eso una panadería nos aporta sandwichs de miga para brindarle un servicio de catering. Ellos tienen un corazón grande para ayudar a la gente y por suerte mucha gente nos llaman para tocar para dar una mano".

El matancero y la música han generado una comunión especial, pese a que "no soy músico", aclara. Y explica: "Desde los 12 años que paso músico y hoy sigo siendo a veces musicalizador. En cada reunión familiar, mi viejo y mis tíos estaban con la guitarra y el bombo y se armaban los bailes en la casa de mi abuela. Me crié en ese ámbito de una familia santiagueña".

La música la vive desde otro ángulo, cumpliendo un rol que no tiene al escenario como hábitat. "Siempre estuve ligado a la música, pero no es una materia pendiente tocar o cantar, porque lo que me gusta es producir, laburar desde atrás del escenario", afirma.

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