Inevitablemente asociada a las leyendas urbanas que proliferan en la
Ciudad, una sucesión de hecho extraños y de muy difícil explicación
racional indican que los teatros porteños son un ámbito ideal para
manifestaciones paranornales que la interpretación práctica de los
ocasionales testigos de esos episodios atemorizantes atribuyen a la
presencia de fantasmas.
El Maipo, el Nacional, el Broadway, el Cervantes y el Multiteatro (que fuera el Blanca Podestá), por ejemplo, son escenario de variadas anomalías que a criterio de los investigadores en este tipo de fenómenos encuadra en una situación lógica a partir de la capacidad que tienen los teatros en general de convertirse depósitos de energías y emociones liberadas tanto por actores como por el público espectador.
Lo singular de los casos apuntados tiene como punto en común que las anomalías son atribuidas al alma en pena de un operario o trabajador de la empresa teatral muerto en lugar y cuyas manifestaciones de ninguna manera son hostiles ni amenazantes. Solamente las apariciones atribuidas a María Guerrero y Lola Membrives, fallecidas en 1928 y 1969, respectivamente, son las que marcan presencia fantasmagórica de actrices en los pasadizos oscuros y en las salas silenciosas que esperan el horario de la función.
¿Pero qué es lo que se percibe en esos teatros? Por ejemplo empleados del Broadway reiteran que hay sombras y ruidos que no tienen justificación que en más de una oportunidad ha cortado la respiración de algún desprevenido operario.
En Cervantes la historia no varía demasiado y si alguna característica diferencial tiene es la que predominan las voces pronunciadas por alguien que por más que se lo busque, nunca será encontrado.
Tampoco es fácil dar con testimonios que tengan nombre y apellido por el temor a que la confesión deje desacomodado a quien la realiza, al hacer referencia a situaciones tan extraordinarias como fantásticas que, sin embrago, ocurren cuando, sin ir más lejos, un cortinado del escenario al que diícilmente pueda mover una corriente de aire cobra inesperado movimiento que ha llegado a agitar el pulso de quien percibe el hecho, del mismo modo de la imprevista caída del asiento de la butaca como si alguien se estuviera sentando en ella, obviamente en la sala vacía.
Maipo paranormal Uno de los teatros donde las anomalías tienen más presencia es el Maipo, al punto que los casos allí registrados son atribuidos a los fantasmas de un operario de la sala y a un actor de reparto, ambos con finales de tragedia. Al menos así lo hacen saber el personal de maestranza y administración del establecimiento, para quienes los ruidos, movimientos y la extraña percepción de ser observado por alguien desde la nada son producto de la acción de esos dos fantasmas.
Los dueños del teatro no ocultan para nada esa situación y hasta forma parte de los materiales de difusión empleados para informar sobre la actividad e historia de la clásica sala teatral porteña.
Los dos fantasmas en cuestión son asociados al ayudante de maquinista Luis Cáceres, que se suicidó en el teatro a principios de los 80 a poco de iniciarse una de las funciones de “La mujer del año”, estelarizada por Susana Giménez., al actor de reparto Ambrosio Radrizzani, que murió durante un incendio que devastó la sala teatral.
Fuentes cercanas a la administración del teatro aseguraron a MAS ALLA DEL MISTERIO que las historias de Cáceres y Radrizzani “nunca pierden presencia” en el Maipo donde “van y vienen siempre vinculadas a aquellas cosas que suceden sin que tengan explicación”. En ese sentido, si bien la responsabilidad sobre esas manifestaciones paranormales se centran en los dos personajes, “nadie dice -añadieron los voceros de la sala teatral- que hayan otros fantasmas que tengan que ver con todas esas situaciones extrañas que se cuentan, por lo general, en voz baja y con poca gente delante”.
Es cierto, también, que no se conocen testimonios que re eran a que los espectros de Radrizzani y Cáceres hayan sido detectados en alguno de los recovecos del teatro inaugurado oficialmente el 13 de agosto de 1922, pero las distintas versiones insisten en atribuirle toda la casuística misteriosa que para más de un sereno son obra de los dos fantasmas que son marca registrada del Maipo.
Quizás con menor trascendencia, las otras salas mencionadas también aportan lo suyo en cuanto a las manifestaciones paranormales que robustecen la leyenda pero que inevitablemente revelan que los fantasmas también suelen salir a escena.
Benito en el Nacional y Bianchi en el Cervantes Si Cáceres y Radrizzani le pusieron nombre a los fantasmas del Maipo, en el Nacional y el Cervantes también hay espectros que se ganaron un respetuoso lugar entre el personal que trabaja detrás de las bambalinas. Si bien es cierto que no cobra la notoriedad de sus “colegas” del Maipo, Benito -nombre sin duda común para un fantasma- es la marca registrada del Teatro Nacional. Algo más definido es con el apellido que identifican al espectro por el cual en el Cervantes suceden cosas que no pueden ser explicadas con facilidad.