Sergio Massa asumió en agosto del año pasado la conducción del gobierno convirtiéndose en un virtual primer ministro con el voto de confianza de Cristina Fernández de Kirchner y la subalternización de la figura de Alberto Fernández. La ahora proclamada candidatura “de unidad” supone la formalización del rol de “hombre fuerte” que desempeña el titular del Palacio de Hacienda en los hechos y la subordinación del kirchnerismo a su estrategia para enfrentar la crisis, negociación con el Fondo Monetario incluida.
Quedan en el recuerdo las apelaciones a la generación diezmada y las invectivas contra los planes de ajuste. La corriente que supo crear Néstor Kirchner se refugia en Buenos Aires, buscando convertirse en un nuevo partido provincial. Quizás el ejemplo de los gobernadores que desde sus territorios se constituyeron en factores permanentes de poder hayan inspirado a Cristina en su nueva versión de la resistencia con aguante.
Al igual que en 2015, con la candidatura de Daniel Scioli, ella se presenta aceptando la voluntad de otros, escenificando una suerte de resignación a sus preferencias originales. También, como en ese entonces, sus seguidores más leales deberán acomodar sus expectativas a la realidad. Lo hicieron ocho años atrás trabajando primero a reglamento en la campaña contra Mauricio Macri (con su mal disimulada incomodidad acuñaron el inolvidable el slogan “candidato era el proyecto”) y refugiando a sus auténticos referentes en las listas de legisladores. Recién para el ballotage jugaron con más compromiso, aunque ya entonces era tarde.
Quizás la secuencia en este 2023 muestre parecidos aunque, claro está, la historia nunca se repite. Al menos no con exactitud. Por lo pronto podemos confiar en que se suspenderán por un tiempo las clases magistrales de economía de la vicepresidenta. En este impasse las miradas y los ruegos se dirigirán a Washington a la espera del acuerdo con el FMI para obtener los recursos que garanticen una campaña sin espiralización de la crisis.
Borges decía en su cuento más famoso -El sur- que “a la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”. Aplica en esta oportunidad la literatura para interpretar la parábola K. Su primera gestión le pagó al contado una deuda de USD 10.000 millones al organismo internacional para sacárselo de encima, la misma cifra que el “cuarto kirchnerismo” actual casi suplica que le adelanten para llegar a diciembre sin corridas.
Se trata de un elemento indispensable para entender el porqué de la breve “hora de Wado” y las razones del “tiempo de Sergio”. El hombre de Tigre, con su anhelada postulación, da un paso más en la dirección de concretar una nueva versión del peronismo a nivel nacional. La materialización de su ambición estará dada por su cosecha electoral y por el desempeño de Axel Kicillof en la carrera por su reelección.
Si ambos ganan, se reeditará el clásico entre el sillón de Rivadavia y el de Dardo Rocha. Si sólo triunfa el gobernador asistiremos al surgimiento del neokirchnerismo. Si la victoria sólo le sonríe a Massa el peronismo alumbrará un nuevo liderazgo. Si ambos son derrotados se abrirá una crisis profunda de consecuencias hoy imprevisibles.
En la construcción de este presente resultó fundamental la manipulación que hizo el presidente de su debilidad. Frustrado en la búsqueda de la reelección se dedicó a ejercer el poder de bloqueo y de daño. Izó temporalmente la bandera de las PASO como noble principio para reorganizar el espacio con el único propósito de impedir que un incondicional de Cristina se lleve el primer lugar de la boleta. Alentó hasta último a Scioli y preservó a Rossi para jugarlo como vice en el acuerdo. Con eso y un par de bancas para su círculo íntimo (ínfimo) se dio por satisfecho.
Como en tantas otras oportunidades sus declamaciones sonoras estaban destinadas al rápido olvido. En sus sucesivas claudicaciones fueron consumidos y descartados- invariablemente y sin demasiadas lamentaciones- los que se asociaron con él. Completar el mandato será su logro-consuelo mientras aguarda que se cumpla su no tan secreta esperanza (según le confesara por chat a un periodista) de ser el sepulturero de dos décadas de kirchnerismo.
Toda una ironía para quien se jactó siempre de lo que había realizado junto a Néstor. Posiblemente en la soledad de Olivos ya esté redactando sus memorias. No le faltará tiempo para escribir en los próximos meses.
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