El Gobierno apuesta al dólar quieto, cierta baja de la inflación y la inauguración de obras, pero no logra sosegar las especulaciones sobre nombres. Los coqueteos de Massa y las indefiniciones de Lavagna completan un cuadro de situación donde nada está definido.

En plena corrida cambiaria, ya con la imagen del gobierno desmoronándose, el jefe de Gabinete alentaba a sus interlocutores oficialistas asegurándoles con su proverbial optimismo electoral que ganarían las elecciones. Y hasta no descartaba hacerlo en primera vuelta. El número mágico era el 42: ese sería el porcentaje que alcanzarían, presagiaba.

Los dirigentes de Cambiemos que escuchaban semejante pronóstico eran mucho más cautos, pero los antecedentes de Marcos Peña le asignaban un elevado margen de crédito que supo cosechar en las sucesivas elecciones que manejó desde 2007 en adelante. Se permitían, eso sí, dudar de una victoria en primera vuelta si ese era el número -que ya de por sí les parecía elevado, casi inflado-, pues para ello debe haber diez puntos de diferencia con el segundo y no imaginaban tan lejos a Cristina Fernández de Kirchner.

Porque ella fue siempre el rival imaginado (y deseado); tan convencidos estaban en la Rosada de que la senadora sería candidata, que nunca se pusieron a pensar en un plan B opositor.

Fines del año pasado, ya por esos días la recesión producto de la corrida cambiaria se anticipaba severa y prolongada. El dirigente del PRO que confió ese dato que le habían transmitido desde la Rosada y que detallaba no muy convencido, admitía que esa era una crisis más prolongada que lo habitual y se preguntaba cuándo comenzaría el rebote. "Generalmente cuando se estabiliza, empieza el rebote y a crecer, que es lo que no está pasando ahora", reconocía el hombre del gobierno ligado a la economía. El dólar se había estabilizado finalmente, pero anclado con una tasa muy alta la economía no alcanzaba a reaccionar. Por el contrario, seguía cayendo.

El rebote, calculó, "se espera para el segundo trimestre de 2019. Va a ser una recesión grande, no va a ser una V. Va a ser como una U", estimaba ante este medio.

Lo prolongado de esa caída de la economía fue lo que demolió el crédito del gobierno. Dispuesto a ponerse al frente del problema, Mauricio Macri se expuso una y otra vez defendiendo las medidas adoptadas, comenzando por el arreglo con el FMI. Por decisión propia, el Presidente fue la cara visible del acuerdo con ese tan desacreditado organismo.

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Por decisión presidencial, no hubo fusibles en la crisis y el fusible fue Macri.

La imagen presidencial entró en una pendiente que más temprano que tarde se trasladó a su intención de voto. La expectativa en la Rosada es que en la medida que se mantenga la estabilidad de los mercados -ya lleva un mes-, que la inflación comience a ceder y las paritarias vayan cerrándose, el estado de ánimo de la población comience a cambiar, y si la economía da cierto respiro, vuelvan a tener peso otros factores como la corrupción pasada y las obras de esta gestión.

En este último caso, esa es la gran apuesta de Cambiemos en materia publicitaria. A eso apuntarán todos los cañones, insistiendo en que a pesar de la crisis "las obras se terminan". "En 3 años y con menos recursos hicimos más obras que el kirchnerismo en 12", dijo Macri desde la ruta nacional 5 a principios de enero, cuando no imaginaba una pendiente de su imagen tan severa, pero ya tenía claro que ese sería el eje de su campaña. Una campaña que tendrá este lunes en la emblemática inauguración del Paseo del Bajo un momento preponderante. Se insistirá en las décadas de atraso de esa obra, que contrastarán con el efectivo cumplimiento de los tiempos prometidos en esta administración.

Y en cuanto a la corrupción, se dieron por cumplidos en el gobierno con que finalmente la expresidenta haya estado sentada en el banquillo en la apertura del juicio por la adjudicación de la obra pública. Más allá de las prerrogativas que consiguió, como haber podido evitar sentarse en primera fila, cerca del resto de los acusados, y no asistir a las próximas tres audiencias argumentando inexistentes actividades en el Senado. Como sea, el efecto devastador que se le podría haber adjudicado al tema de la corrupción en otro tiempo cede fuerte ante el peso de una economía en rojo durante tanto tiempo.

Transcurrida una semana desde el impactante anuncio de la fórmula Fernández-Fernández, y cuando aún no hay encuestas serias que permitan verificar fehacientemente de qué manera el electorado asimilará el nuevo estado de situación, en la Rosada coincidían en establecer que la modificación "no cambia nada" respecto de lo que sucedía cuando CFK estaba al frente. Por el contrario, sugieren incluso que hasta puede haber bajado la potencialidad del espacio kirchnerista.

Como sea, se sabe que el enroque no apuntó a los votantes, sino al peronismo, mirando a las elecciones de octubre, y a los mercados, pensando en el 10 de diciembre. En el primer caso, porque en el Instituto Patria apuestan a una unidad tan grande como sea, capaz de ilusionarse con ganar en primera vuelta. La misma aspiración que supo tener Daniel Scioli; el balotaje es una moneda al aire.

El espacio a horadar es el de Alternativa Federal, que tuvo una semana clave en en la que no le fue bien. Más bien lo contrario. Con un Sergio Massa insistiendo en que sigue siendo candidato presidencial, pero cuyos contactos fluidos con el kirchnerismo son delatados sin solución de continuidad por sus interlocutores de ese bando. Y los otros fundadores de AF lo miran con desconfianza, a sabiendas de que el tigrense acumula razones para dar el salto "en aras de la unidad". Comenzando por su tropa legislativa, donde prácticamente todos, menos Graciela Camaño y Marco Lavagna, quieren sumarse al club #TodosContraMacri. Pero fundamentalmente el factor que más influye en el líder del Frente Renovador son los intendentes, comenzando por el de Tigre, Julio Zamora, quien hace meses le adelantó que se encolumnaría detrás de Cristina Kirchner.

Zamora entró en pánico cuando Cambiemos ganó en Tigre en 2017, y actúa en consecuencia. Y Massa entró en pánico ante la posibilidad cierta de quedarse sin intendentes, y de ahí su propuesta a María Eugenia Vidal para desdoblar las elecciones, así los intendentes no tuvieran que buscar el paraguas de ningún candidato presidencial. La gobernadora, que ha tenido con el líder del FR más diálogo del que se conoce y ha contado con el massismo hasta el presente -a diferencia del gobierno nacional-, veía con agrado el desdoblamiento, hasta que le bajaron el pulgar en la Casa Rosada.

Hoy en el entorno de Vidal se siguen lamentando, convencidos de un triunfo "seguro", que además le hubiese servido mucho a Macri. Pero ya no hay tiempo ni oportunidad para cambiar, lo hecho, hecho está, y ahora esperan ver cómo se acomodan los tantos en la oposición para después actuar en consecuencia. Piensan que la Justicia va a "voltear" el decreto del Ejecutivo que eliminó las listas colectoras, pero no creen que los peronismos en la provincia vayan a tener un candidato único.

A propósito, esta semana surgió la versión de que Cambiemos saliera airoso de una decisión judicial que habilitara las colectoras, si Alternativa Federal terminaba poniendo en sus listas a la propia Vidal. Algunas mentes rosqueras fueron más allá, ilusionándose otra vez con el Plan V, llenando esta vez todos los casilleros: María Eugenia Vidal candidata presidencial, Martín Lousteau viceà Y Sergio Massa candidato a gobernador bonaerense. Una alquimia bien a gusto del círculo rojo, que hasta convencería a los radicales que piden la integración con peronistas pero capaz de hacer estallar al menos a una de las patas de Cambiemos, la liderada por Lilita Carrió.

Marcos Peña ratificó por enésima vez el viernes que Mauricio Macri es el candidato presidencial de Cambiemos, pero desde el propio gobierno confirman que aguardarán a ver qué dicen los estudios que la gente de Durán Barba elabora con vistas a las elecciones. Hay quienes insisten en que deben actuar en base a la razón y no la obsesión.

En vísperas de celebrar su convención nacional este lunes, los radicales tienen presente ese precepto. Aunque en los últimos días voces importantes del partido centenario salieron a respaldar la candidatura de Mauricio Macri, insistiendo en que hacer lo contrario es debilitar al Presidente y con ello las chances de Cambiemos. Las idas y vueltas de Roberto Lavagna, que en la última semana perdió parte de los puntos que había sabido cosechar desde su fulgurante aparición como candidato, desanimaron a muchos radicales que se ilusionaban con ir detrás del exministro de Economía con el fin de reeditar un nuevo Cambiemos, sin esa denominación y con otros nombres. Pero Lavagna insiste en rechazar ir a las PASO dentro de Alternativa Federal, previendo una derrota con Massa, inclinándose en cambio por un entendimiento con socialistas y el GEN que ni siquiera ven con buenos ojos la postura de Lavagna de prescindir de AF.

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