Después de Néstor y de Cristina Kirchner, se constituyó en el hombre más poderoso del gobierno anterior. Se estima que manejó más de U$S 200 mil millones de presupuesto en distintas áreas.

Tan esclavo de sus palabras, y de sus actos, como dueño de sus silencios, el ex superministro del kirchnerismo Julio De Vido perdió sus fueros como diputado nacional y terminó ayer tras las rejas acusado por supuestos actos de corrupción, en una jornada que marcó lisa y llanamente el desplome de un gigante que aún debe rendir largas cuentas ante la Justicia.

Después de Néstor y de Cristina Kirchner, De Vido se constituyó en el hombre más poderoso del gobierno anterior, en el funcionario cuyo bolígrafo representó durante 12 años seguidos la pluma y la espada que bendecía o castigaba a alineados y detractores, amparado en el manejo discrecional de fondos públicos.

Se estima que el ex ministro de Planificación Federal manejó más de 200.000 millones de dólares de presupuesto en áreas tan sensibles para el progreso nacional como la obra pública, el sector energético, la industria de hidrocarburos, el transporte y las telecomunicaciones, por mencionar únicamente las más significativas.

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La detención de De Vido marca el real comienzo del final de una época en la Argentina, porque si bien dos de sus principales lugartenientes ya habían caído en desgracia, como José Francisco López y Roberto Baratta -que siguieron los pasos de otro de sus ex secretarios, Ricardo Jaime, y acabaron en prisión-, se trata de una noticia de relevancia histórica.

Significa el derrumbe de un ex funcionario del kirchnerismo con ínfulas de intocable, resguardado en un poder de fuego de alcance superlativo después de haber gestionado negocios y tranzado acuerdos comerciales con un universo de lo más variado de dirigentes políticos y empresarios en la Argentina, incluyendo personalidades cercanas al actual Gobierno: por ejemplo, Franco Macri, padre del presidente Mauricio Macri.

En este sentido, fue la propia Elisa Carrió, una de las heroínas de la coalición de Gobierno, Cambiemos, en la reciente campaña electoral, la que tildó de “amigos” a Franco Macri y a De Vido, al referirse al “capítulo argentino” del escándalo internacional en torno de los presuntos pagos de sobornos de parte de la empresa Odebrecht en distintos países.

El ex ministro, que acumula casi 140 causas judiciales en contra, incluyendo acusaciones por presuntos hechos de corrupción y supuesta malversación de fondos públicos por miles de millones de dólares, es un hombre tan emblemático del gobierno anterior como capaz de desatar un efecto dominó de límites insospechados tal vez, en el caso de decidirse a hablar.

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