A diferencia de su esposo, a Cristina Kirchner sí le gustaban los escenarios internacionales. Sobre todo las reuniones del G20, donde por esos designios del destino la Argentina logró encajar en los 90. Menem lo hizo.
Allí los mandatarios de Argentina tienen la oportunidad de codearse con los líderes de las grandes potencias en un marco más reducido que el de la ONU, pudiendo ilusionarse con la sensación de "pertenecer". En ese marco Cristina, a la que nunca el presidente norteamericano recibió en la Casa Blanca como mandataria -sí pudo estar en el Salón Oval con George W. Bush, acompañando a Néstor Kirchner-, consiguió en Cannes una de las únicas dos reuniones que mantuvo con Barack Obama. No debe haberle resultado agradable resignarse a no concurrir a las últimas tres cumbres del G20, señal del aislamiento en el que terminó desembocando su gestión.
Pero a las asambleas generales de la ONU nunca faltaron los Kirchner. El mes de septiembre estaba reservado para New York, ciudad que los deslumbraba, dicho sea de paso. En el recinto de sesiones de Naciones Unidas, Cristina se daba el gusto de exhibir su fantástica capacidad oratoria, hablando largamente sin necesidad de leer. Para su decepción, los tiempos para los discursos de los mandatarios están acotados -igual ella se excedía-, y el auditorio se raleaba, cosa a la que nunca pudo acostumbrarse.
Su exposición de despedida no fue la más destacada. Habló de la voladura de la AMIA, para volver a justificar el memorándum de entendimiento suscripto con Irán; mencionó el juicio por el encubrimiento y la muerte del fiscal Alberto Nisman, diciendo que "comienzan a aparecer datos reveladores y hasta estremecedores de vinculaciones con servicios secretos externos, con cuentas en el exterior, con vinculaciones con los fondos buitres, no denunciados por esta presidenta, sino por propios miembros de la comunidad judía de mi país". Y comparó su entendimiento con la República Islámica con el acuerdo nuclear que el país anfitrión acababa de alcanzar con esa nación. Criticó como de costumbre a Estados Unidos: "Si somos cómplices del régimen iraní, ¿qué es el presidente Barack Obama entonces?". Habló de "vinculaciones con servicios secretos externos, con cuentas en el exterior, con vinculaciones por los fondos buitre denunciados por los propios miembros de la comunidad judía en nuestro país. No vengo a hablar con hipocresías, sino a hablar de lo que está pasando", expresó.
Y siguió ventilando las cuestiones domésticas al hablar del ex agente Antonio Stiuso, recordando que acababan de citar al embajador de Estados Unidos "para que nos diga en calidad de qué se encuentra este ex miembro de Inteligencia en este país".
Le agradeció a la ONU por la aprobación de "los principios rectores para la restructuración de deudas", habló de la economía argentina y el contexto mundial, del default, del desendeudamiento, del pago total de la deuda al FMI, y volvió a sermonear al mundo, "que no está nada bien". Citó la crisis de los refugiados, los "depredadores financieros", el "inédito" proceso de concentración económica en el mundo, y concluyó refiriéndose a ISIS, lanzando una crítica con destino incierto: "La verdad, quiero preguntarles a ustedes, tengo un gran interrogante. ¿Cómo funciona este grupo islámico, quién lo financia? Cuando uno ve estas espantosas escenas donde se degüellan personas y ve tres o cuatro cámaras filmando, quienes nos gusta el cine vemos que no es una filmación casera; acá hay un despliegue cinematográfico, parece una película de Francis Ford Coppola, cuatro o cinco cámaras que no se ven. Preguntémonos de dónde se financia todo esto. Esto ayudaría con seguridad a que el mundo pudiera encontrar las claves para combatir los peores flagelos de la humanidad, los fundamentalismos de cualquier índole".
Los discursos en la ONU tienen un límite de tiempo: 20 minutos. Ella habló 39. Recorriendo todo tipo de temas, pero olvidando uno en particular: la cuestión Malvinas, por primera vez no tocada por ella desde 2008, y aludida siempre por todos los mandatarios argentinos. Dos días después el canciller Timerman la justificó diciendo que no había mencionado a las islas "por una cuestión de tiempo", y en ese marco "priorizó otros temas". Son los riesgos de hablar sin leer.
Un año después, en ese mismo ámbito, el presidente Mauricio Macri debutó ayer ante la Asamblea General de la ONU con un discurso leído en el que llamó al Reino Unido al diálogo "para solucionar amigablemente la disputa de soberanía" en las islas, justo cuando la oposición en su conjunto ha puesto el grito en el cielo por el acercamiento del gobierno argentino con sus pares británicos. Y lo que es peor, generando chisporroteos con los propios aliados de Cambiemos. El primero en encender luces amarillas fue el jefe del interbloque oficialista en Diputados, Mario Negri. Nadie como él defiende en el Congreso las políticas del gobierno, pero en este tema el radical anticipó que invitarían a la canciller al Congreso "para que nos explique cómo impactan estos diez puntos que se mencionan en el comunicado conjunto sobre el reclamo por la soberanía argentina de las Islas Malvinas, que es una política de Estado". Lo hizo a través de Twitter, bien al estilo Cambiemos.
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Menos diplomática, Elisa Carrió difundió el domingo un comunicado de la Mesa Nacional de la CC-ARI, en el que hablaban de un acuerdo "lesivo". Y al día siguiente volvió a incomodar al oficialismo en su conjunto al adoptar de manera inconsulta la decisión de convocar a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara baja para analizar la situación... ¡a pedido del Frente para la Victoria!
La citación de Carrió tomó por sorpresa a sus pares del PRO, y generó desagrado en el radicalismo, que se daban por satisfechos luego de que la canciller mostrara su predisposición a presentarse en el Congreso para dar explicaciones. Sin embargo Lilita convocó a una reunión con un temario de cinco proyectos vinculados al tema Malvinas.
La relación entre Carrió y Malcorra va de mal en peor. Como presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, Carrió se deshizo en elogios hacia la canciller cuando anunció que estaban preparando su presentación ante la comisión, pero cuando la misma tuvo lugar, pareció incómoda ante la presencia de alguien que la sometía a un segundo plano. A los pocos días, denunció un "acuerdo secreto" entre el PRO y el FpV para no exponer a la ministra preguntándole sobre la acusación que pesa sobre ella por ocultar denuncias por abusos sexuales a menores por parte de cascos azules, durante su época de jefa de Gabinete de la ONU.
Y por si quedaban dudas respecto a cómo le cae Malcorra, se despejaron cuando se diferenció de Cambiemos durante el tratamiento en comisión de un proyecto impulsado por el kirchnerismo para que las aeronaves de bandera nacional lleven una leyenda relacionada con Malvinas. La canciller había enviado una nota a la comisión sugiriendo la inconveniencia de la iniciativa, por lo "oneroso" que representaría para el Estado, pero Carrió consideró esa respuesta "una falta de respeto" y votó a favor, a contramano de resto del oficialismo.
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