Mientras todos se enfocan en el debate de la Ley Ómnibus y sus circunstancias, el presidente Javier Milei sigue el camino para dolarizar, señala Gustavo Marangoni.

Todos mirando el Congreso. Atentos a lo que iba sucediendo dentro y fuera de él: los debates, los insultos, las protestas, empujones, y las corridas y detenciones en los alrededores. Cada negociación entre el gobierno y la llamada “oposición dialoguista” dio lugar a podas del proyecto original de la llamada “ley ómnibus” abriendo las más variadas especulaciones respecto a los ganadores y perdedores de este primer tiempo en la Cámara de Diputados.

En el contexto de un calor agobiante, el clima político registró temperaturas igualmente insoportables para todos, o para casi todos. El presidente Javier Milei parece ajeno a los rigores del termómetro. Con su campera de cuero y sus posteos y reposteos en la red social X (Twitter), se muestra distante de la sensación térmica que afecta a todos los demás.

Resignó el capítulo fiscal de su propuesta (ganancias, retenciones, jubilados, moratoria y blanqueo) para sorpresa e indignación de sus aspirantes a aliados. Los distintos negociadores del Poder Ejecutivo fueron dejando de lado por decenas capítulos enteros del proyecto que hasta hace poco eran caracterizados como fundamentales para la refundación de la Argentina.

Como los teros

De esta manera el plato rebosante de calorías fue convirtiéndose en un menú bastante light, ante la relativa indiferencia del chef principal quien en las horas más álgidas se reunía con el CEO global de Tinder para la indignación fácil de opositores y comentaristas oportunamente moralistas. ¿Y si el presidente estuviera, como los teros, pegando el grito en un lado y dejando sus huevos en otro? En ese caso, habría que preguntarse qué es lo que verdaderamente pretende custodiar el León.

Arriesgamos una hipótesis: la dolarización. Para quienes insisten en mirar al líder libertario usando los mismos anteojos que utilizan con los demás referentes políticos, esto les parecerá ridículo porque entienden que la bandera de abrazar la divisa norteamericana quedó entre las promesas de campaña olvidada o archivada en aras del pragmatismo que impone una realidad ingrata.

Sin embargo, existe la posibilidad de que se equivoquen en el análisis por aplicar un marco interpretativo erróneo o por solo mirar desde una perspectiva técnica la factibilidad dolarizadora. Milei es otra especie en la fauna política local. Sus ideas no ocupan un lugar marginal, accesorio o de simple revestimiento de ambiciones de poder.

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Comprender antes que juzgar

Es importante comprender antes que juzgar. Estar de acuerdo o no es un juicio posterior al de entender la naturaleza y los propósitos del personaje en cuestión. La pereza intelectual y las calificaciones morales constituyen el camino fácil, no necesariamente el correcto, particularmente cuando se trata de encarar las novedades. Presumir que Milei dejará sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada puede llevar al error de diagnóstico y, por lo tanto, al de la práctica para aquellos que disputan en el terreno del poder.

Cada declaración del mandatario o del ministro de economía, Luis Caputo, respecto de la dolarización es tomada por la mayoría como un archivo que rápidamente debe depositarse en la papelera de reciclaje porque no es “una posición seria” sino un simple artilugio para no dar por caída la principal promesa electoral. Pero analizar lo que viene sucediendo en el terreno económico desde el 10 de diciembre debe, al menos, hacernos dudar. Observar los movimientos del Palacio de Hacienda y del BCRA podría llevarnos a considerar seriamente que existe la vocación de preparar el terreno para avanzar en la onda verde.

El camino para dolarizar

El camino para dolarizar tiene un imperativo muy simple: contar con dólares suficientes para canjear a un tipo de cambio razonable los pasivos monetarios, que en la actualidad rondan los 27 billones. Aquí están los pesos en circulación que todos tenemos en el bolsillo y los pases pasivos que -en gran parte- es dinero que los bancos tienen depositados a tasa en el BCRA y son respaldo, a su vez, de la masa de plazos fijos. Entonces, si además de juntar dólares, puede desinflar rápido esta masa de dinero en pesos mucho mejor.

Este doble movimiento es el que pregona y del cual se ufanan el presidente y su ministro. Se afirma que se han comprado divisas por más de USD 6.500 millones en 50 días de gestión y a la par se han aspirado pasivos que en términos reales son 25% menores a los existentes el 12 de diciembre. Este doble juego de pinzas se ve favorecido por el denominado Bopreal, una suerte de pasivo monetario que creó el BCRA en dólares, pensado para que los importadores cambien sus pesos por este bono, a pagar muy cómodamente en 2027, pero que ya ha aspirado unos 4 billones de pesos, 35% de la base monetaria de enero.

El otro truco para bajar la masa de pesos es simplemente pasar la licuadora, no la motosierra: pagando tasas de interés ridículamente bajas con índices de precios mensuales superiores al 20% promedio.

Mientras los economistas y la oposición miran otros escenarios, el Presidente sigue pensando que #NoLaVen. Habrá que esperar para ver hacia dónde se inclina la volátil balanza de los acontecimientos. Pero como recomendación general, siempre es bueno recordar que subestimar al adversario es éticamente reprobable y políticamente peligroso. Es una lección que algunos se resisten a aprender, aún después de los resultados de las elecciones presidenciales del año pasado.

Gustavo Marangoni - Analista político

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