Una característica de estas elecciones legislativas es la persistencia de las dudas respecto de quiénes competirán finalmente y dónde. Las incógnitas podrían develarse recién el último día.

Una regla no escrita en política establece que para competir por un cargo ejecutivo, el candidato debe revalidarse en las elecciones previas. También se dice en política que no se debe dejar pasar al tren, porque nunca se sabe si volverá a pasar. Los que lo hacen se arriesgan a ya no tener otra oportunidad.

En 2011, cuando Sergio Massa fue reelecto intendente de Tigre por amplio margen, dejó entrever sus aspiraciones para 2015, para lo cual adelantó que sería candidato a diputado nacional en las legislativas venideras. Puede sonar raro recordar que entonces la aspiración del tigrense era la gobernación bonaerense. Massa terminó rompiendo con el PJ y un triunfo de tamaña trascendencia como el que obtuvo en 2013 lo llevó a decidir saltear el destino original y apuntar directamente a la presidencia.

Está visto también que un triunfo resonante en el turno previo no es garantía de victoria en la elección siguiente. El ejemplo es el propio Massa, o también Antonio Cafiero, que en 1987 ganó no una banca de diputado, sino la gobernación más grande, pero fue luego derrotado en las presidenciales por el gobernador de una provincia periférica.

Más allá de esos ejemplos, todos los políticos tienen claro que para competir con aspiraciones en 2019, deben revalidar títulos previamente, y así es que la oposición busca dirimir liderazgos este mismo año. Una prominente figura del justicialismo como Miguel Pichetto -erigido como la figura institucional más encumbrada del peronismo justo cuando dejó de tener aspiraciones ejecutivas tras perder en 2015 su última chance para la gobernación rionegrina- sostiene que “el que gane en Buenos Aires, si el peronismo hace una buena elección, emergerá con un liderazgo muy relevante”. En ese cálculo incluye al Frente Renovador, y admite que si Massa gana en la provincia en 2017, “será el nuevo líder del PJ de cara a 2019”.

¿Quiere decir entonces que inexorablemente el futuro líder peronista debe ser un bonaerense? No necesariamente, pero está claro que la gran vidriera es la Provincia. Amplio conocedor de esas lides, el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó -armador histórico del macrismo-, anticipó hace tiempo por ejemplo que para tener aspiraciones nacionales, Juan Manuel Urtubey debía competir de alguna manera en territorio bonaerense. No personalmente, pues es gobernador de Salta, pero sí a través de una corriente propia que hoy por hoy no ha armado.

Para despuntar el vicio de armador, se permitió en su momento recomendarle a Massa dejar la banca. “Porque en la Cámara de Diputados estás obligado a jugar en todos los temas, no podés elegir”, sostuvo. En el Congreso, dice, “perdés percepción de la gente. El tendría que estar hablando con la gente”, y en cambio “sufre un costo gratuito en su expectativa general”. Monzó suele recordar las expectativas que había despertado Massa a partir de su victoria en 2013, pero “por equivocaciones propias” terminó perdiendo. Y para el jefe de la Cámara baja, perdió porque “se precipitó en el exitismo”.

Ahora el Frente Renovador, que competirá en las próximas elecciones con otro nombre pues conformará una alianza en la que confluirán las fuerzas que integran el colectivo “Progresistas” -GEN, socialismo y Libres del Sur-, se debate en la disyuntiva de su principal exponente de resolver si compite o no. Algo que se daba por descartado tras su buena performance en las presidenciales, a pesar de haber salido tercero, y máxime contemplando la potente dupla que pareciera armar con Margarita Stolbizer. Pero ya se sabe que conocimiento y buena imagen no son sinónimos de éxito electoral; que le pregunten sino a la líder del GEN. Ella es número puesto como candidata, y ya ha dicho que de competir lo hará por una banca en el Senado. Lo cual podría sugerir que Sergio Massa encabezara la lista para diputados. El riesgo es que la elección se polarice y una vez más Cambiemos se quede con los votos renovadores, sobre todo si del otro lado estuviera compitiendo el kirchnerismo.

Es por eso que muchos dan por descontado que el tigrense no será candidato en esta elección, para no arriesgarse a un paso en falso que lo deje fuera de carrera para 2019. Aunque su aspiración de ganar y liderar dos años después el peronismo se vería así afectada. En caso de no competir, se da por descontado que la oferta del massismo incluiría a otra dama, Malena Galmarini, poco entusiasmada por competir personalmente, según ha trascendido.

Diferente es el rol del oficialismo. Los aspirantes a revalidar títulos en las elecciones ejecutivas siguientes gobiernan y por lo tanto ahora no compiten. Sobre todo en tiempos en que las candidaturas testimoniales están muy mal vistas. Pese a ser gobierno, Cambiemos no tiene tantas figuras competitivas para un futuro inmediato.

La última semana el Presidente sacó de circulación a buena parte de sus figuras al adelantar que prefiere que los ministros sigan en sus cargos y no sean candidatos. Ahí es donde entra a tallar el precepto duranbarbista de priorizar “lo nuevo”, profundizando así “el cambio”. De hecho, por ahí pasará el slogan electoral.

En la Provincia sería número puesto Jorge Macri para el Senado, secundado por la ascendente Gladys González, hoy al frente de la ACUMAR, mientras que para Diputados corre con ventaja el neurocientífico Facundo Manes. Aunque no se puede descartar a Elisa Carrió: si lo desea, nadie le impedirá competir en la Provincia, aunque prefieren que lo haga en la Ciudad de Buenos Aires.

Allí, Horacio Rodríguez Larreta se ilusiona con contar con Lilita, lo que le garantizaría una victoria arrolladora. Y de paso, le cerraría prácticamente el paso a Martín Lousteau, cuya fuerza ECO tiene entre sus componentes a la Coalición Cívica, que de jugar Carrió en el distrito la seguiría a ella. En ese caso es probable que termine armándose Cambiemos en la Ciudad, alternativa que cobró fuerza en la cena que los radicales compartieron con el Presidente en Olivos. Lousteau seguiría entonces un tiempo más como embajador en Washington, privándose así de revalidar títulos y tomar impulso para 2019. Se verá.

Ahora bien, si Carrió decide competir en la provincia, el candidato oficialista sería el actual vicejefe porteño Diego Santilli. El hombre dice estar “bien” donde está y no tener ganas de competir en las legislativas, pero como político avezado sabe que una muy buena elección con él como cabeza de lista lo dejaría bien encaminado a nivel personal. No para 2019, donde no piensa acechar a Larreta, pero sí para la sucesión en 2023.

Una razón poderosa para llevar a Carrió a competir en la provincia sería enfrentar a Cristina Kirchner, quien fiel a su estilo jugará al misterio hasta el final. Costumbre a la que eran afectos con su esposo desde los tiempos del “pingüino o pingüina”. Ella mantuvo hasta el último día el misterio de su compañero de fórmula en 2011, y es lo que se espera hará en junio de este año, igual que Massa.

Las alternativas de la ex presidente son en principio dos: presentarse o no. En el primer caso, los destinos también son dos: Buenos Aires o Santa Cruz. En ambos distritos puede optar por dos caminos: el Senado o Diputados. Se sabe que a ella le sienta más la Cámara alta, que habitó 9 años.

Hay quienes sostienen que le convendría apostar a Diputados, donde podría presidir una bancada numerosa y lucirse como tal. Pero habrá que ver cómo avanzan las causas que la acechan, y el espejo de un Julio De Vido desaforado no es muy alentador. En cambio el Senado sería un destino más protector, pues allí manda el peronismo y seguirá haciéndolo, y se sabe que la doctrina Pichetto sugiere respetar a los ex presidentes. El ejemplo es Carlos Menem, en libertad pese a una condena, sin que siquiera se haya puesto en debate su desafuero.

El tema es que competir también tiene sus riesgos para la ex presidente. Santa Cruz puede ser una moneda al aire pues se arriesga a perder. De hecho, el Frente para la Victoria ha perdido las anteriores elecciones legislativas. Pero en todo caso, siempre tendría asegurada la banca, pues los que compiten son dos. En la provincia de Buenos Aires se arriesga a salir tercera, aunque el piso que el kirchnerismo duro estima no baja de un tercio no correspondería a un tercer lugar, sino al menos al segundo.

Con todo, las elecciones de este año se vislumbran favorables a potenciar liderazgos para 2019, pero también y como nunca ofrecen la alternativa conveniente de “dejar pasar el tren”. Y guardarse para 2019. Como sea, el misterio en todos los casos está lejos de develarse.

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