En Nuestra Señora de Fátima junto a técnicos del Programa Prohuerta de la cartera social y del INTA Avellaneda. Parte de los vegetales de esta huerta serán insumos básicos para el comedor de la parroquia.

E n tiempos de crisis y en otros mejores siempre las huertas comunitarias han servido a miles de familias para, por un lado, obtener sus propios alimentos, frescos y sanos, por otro, darle cabida a una actividad multiplicadora para tener otra actividad que sirva a la economía de cada casa.

Por eso, un grupo de voluntarios trabaja en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima en la Isla Maciel (Las Heras al 300) junto a técnicos del Programa Prohuerta (Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación/INTA) de la agencia Avellaneda del INTA AMBA en la “paciente construcción” de una huerta.

Parte de los vegetales serán insumos básicos para el comedor de la parroquia que con esfuerzo prepara una cierta cantidad de raciones diarias.

“La propuesta es iniciar una huerta en la comunidad del barrio para que los chicos se acerquen y aprendan a cultivar sus alimentos”, explicó desde el terreno Adriano De Liberto, técnico del INTA.

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Para lograr la tarea avanzaron en la preparación de la tierra y en la realización de la siembra de achicoria, acelga, lechuga, repollo, entre otras especies. Luego quedará la tarea del cuidado, riego y atención que los niños de esa comunidad deberán tener con la ayuda de las familias para lograr una buena cosecha.

Jorge Caram, uno de los voluntarios, explicó que “estamos muy bien y más que contentos con esta iniciativa” y agradeció al sacerdote que donó la porción de tierra para que el trabajo pueda brindar verdaderos frutos.

“Tenemos muchas esperanzas que puedan sumarse nuevos voluntarios y vecinos a esa propuesta que busca funcionar como un espacio que ayude a concientizar sobre la importancia del trabajo de la tierra”, coincidieron los presentes.

De Liberto, destacó una iniciativa que considera “clave para la comunidad de la Isla Maciel”, y sobre todo para los más chicos quienes desde el contacto con la naturaleza lograrán “dialogar con la tierra para que sea más fecunda. En esas semillas sembradas está el nacimiento de nuestros alimentos y el símbolo de una comunidad que se une para ser más fuerte”.

Para lograrlo los participantes recibirán el asesoramiento de los técnicos de la agencia Avellaneda quienes marcarán los pasos a seguir. Ya diseñada la huerta y la preparación de la tierra quedará para una buena siembra realizar un correcto riego, abono, rotación y mantenimiento de la huerta.

La experiencia de otras huertas llega cada día a Isla Maciel, desde la UNLa siempre hay algún aporte por las vivencias de años anteriores, en Avellaneda también existen desde hace dos décadas algunas huertas en colegios, una de las primeras fue la escuela Nº 4 Eva Perón cuando su directora era Gabriela Pérez y hubo ejemplos en Wilde y Villa Domínico.

“Las huertas son productivas y valiosas ya que permiten acceder a vitaminas y minerales de calidad así como generar un ahorro en las economías familiares”, define Adriano De Liberto, quien concluyó: “Son imprescindibles para la producción de alimentos para el auto consumo familiar y comunitario defendiendo seguridad y soberanía alimentaria”.

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