Mahler se reencontró con los antiguos empleados de este emprendimiento surgido en los años 60', que durante décadas logró cautivar al mercado del juguete. Conformada por más de 400 piezas de colección del vecino de Quilmes Diego Casal, la muestra permaneció abierta al público en el Complejo Municipal Museo del Golf "Roberto De Vicenzo".
En este marco, el creador de los autitos Buby manifestó su agradecimiento con " Diego Casal, que puso esta cantidad impresionante de autitos que se pudieron apreciar. Quiero preguntarles a las chicas y muchachos que han trabajado conmigo y que hoy están presentes: ¿alguna vez han visto tantos autitos Buby juntos, como acá? Yo tampoco".
Gran recuerdo
El inventor estuvo acompañado por su familia y, frente a un auditorio lleno, compartió los recuerdos sobre aquellos primeros años de su emprendimiento. "Fue una idea que, con muchos pasos intermedios, finalmente se hizo producción. Y había que venderla. Lo primero que hicimos fue un par de cientos de autitos que salimos a vender con una valijita. Al principio no nos fue bien. Tal es así que yo dije: 'A esta idea la voy a tener que tirar a la basura'. Hasta que un día entré a una peluquería -fijensé la falta de experiencia que tenía-, saqué los autitos y un señor se interesó", señaló.
Ese primer interesado se llamaba Serafín Otero y era gerente de la juguetería "Santa Claus". No sólo compró 144 autitos, sino que además le pasó a Buby un listado de todos los lugares a los que podría ir a ubicar sus productos. "En ese momento casi me caigo. Salí con una euforia tal que me fui y debo haber caminado unas veinte cuadras, pensando '¿Será cierto'. Y sí, era cierto. Finalmente fui a visitar las otras direcciones y ya no me alcanzaban los autitos", explicó Mahler, quien por aquel entonces vivía en Ranelagh, donde montó su famosa fábrica de autitos Buby.
"Recorrer esta exposición es muy emotivo y me trae muchos recuerdos. Por aquellos años todo era fácil, éramos todos jóvenes e impertinentemente optimistas, no había dificultades, lo que no se sabía se aprendía. Queríamos hacer las cosas lo mejor posible dentro de lo que se podía. Nuestro ambiente de trabajo era muy coloquial. Éramos todos veinteañeros al principio, pero todo era fácil, lindo y armónico", indicó.
A sus ex empleados les dedicó las últimas palabras de su discurso: "Al verlos después de tantos años recuerdo que una vez leí algo que me quedó grabado: 'Nada empaña el otoño de la vida mientras joven se mantenga el corazón'. Arriba los corazones". Luego se sortearon cuatro autitos Buby y se realizó un brindis.