Llegar a su santuario, una tarea difícil

Llegar hasta el reducto o santuario del Hermano Pascual no es nada fácil, pese a que muchos conocen el camino, o sino, lo preguntan. También se toman camionetas o micros especialmente fletados a tales efectos desde Berazategui, la estación de Varela, desde un determinado sitio de la porteña Plaza Constitución, desde el lado oeste de la estación de Quilmes, o desde Alsina y Belgrano, en Avellaneda. Los conductores de esos micros conocen el camino, pero es difícil que lo revelen. Cabe indicar que al sanador no le gusta brindar notas periodísticas y no le gusta exponerse ni que el lugar donde atiende y sana se convierta en una virtual romería.
Misteriosa mudanza
Alguna vez, al promediar la década del 90, el Hermano Pascual, debió mudarse a Santa Fe por misteriosas cuestiones, recalando en Villa Guillermina. Provocó una virtual revolución en la zona, pues era tal la cantidad de micros atestados de gente o fieles de todo el país que concurrían allí, a ese paraje rural, que alteró la paz pueblerina de la bucólica localidad. Este fenómeno popular que es el Hermano Pascual, que tiene el “don de curar” y que se oculta de la prensa, que no quiere ser fotografiado, estudiaba la carrera de ministro de la Eucaristía y luego fue un diácono permanente, sin la obligación del celibato religioso. Alejado del sensacionalismo, el Hermano Pascual recibe la ayuda permanente de varias mujeres, unas especies de monjas, que colaboran en todo y hasta en alejar a periodistas o fotógrafos curiosos. Pero algo es notorio. Es una persona con miles de seguidores, que creen firmemente en él, en lo que hace y en este enigmático personaje que nunca fue molestado por la Iglesia. Por supuesto, en esta época de auge de las redes sociales, hay un grupo en Facebook sobre el Hermano Pascual -con 134 miembros- en cuyo muro aparecen consultas sobre que día atiende, y cómo llegar al lugar.