Brindar cariño y contención es esencial para el desarrollo de los niños. Es clave dedicarles lo mejor de nuestro tiempo.

Cuando hablamos del crecimiento de los niños, sabemos que el afecto es fundamental. El desarrollo cerebral no solo necesita de una buena nutrición, sino de estar estimulado cognitiva y afectivamente. Un cerebro estimulado genera más conexiones y más plasticidad en las neuronas. Es elemental que todas las necesidades básicas estén satisfechas en esta etapa. Porque cuando todo está por aprender durante esos primeros años de vida, es imprescindible que la energía esté concentrada en descubrir cómo funciona el mundo.

Un niño pequeño que está frecuentemente ligado a situaciones desapacibles, experimenta la activación persistente del sistema neuroendócrino que controla las reacciones al estrés a través de la liberación de hormonas. Debido a ello, pueden aumentar los niveles de cortisol, hormona relacionada con el estrés, de manera crónica y afectar de manera negativa el desarrollo cerebral, dañando neuronas en las áreas asociadas a las emociones y el aprendizaje.

El investigador Clancy Blair, de la Universidad de Nueva York, observó que los niños que tenían cuidadores que les habían brindado mayor estimulación tenían menores niveles de cortisol y mejor capacidad en las habilidades cognitivas que nos permiten adaptarnos a situaciones nuevas y complejas. Así observamos cómo la calidad de la crianza y la estimulación verbal son claves para el sistema neuroendócrino de respuesta frente al estrés, el desenvolvimiento de habilidades cognitivas y del lenguaje de los niños.

Entonces, si todos los niños nacen con la misma capacidad de aprender y desarrollarse, la posibilidad de poder llevar al máximo su potencial depende, en gran parte, del apoyo del entorno ligados a la estimulación cognitiva y afectiva y a la nutrición.

En este contexto, los padres cumplen un rol primordial. Brindar cariño y contención es esencial para el desarrollo de los niños. Es clave dedicarles lo mejor de nuestro tiempo. Compartir con ellos momentos de juego, de conversaciones, de pasatiempos es invertir en la felicidad de nuestros hijos y en la nuestra. Destinar tiempo y espacio adecuados para estar con ellos favorece el vínculo de apego de los niños, ese lazo que permite crecer sanamente y desarrollar todas las potencialidades. Y esto, a su vez, contribuye a que sean emocionalmente más seguros.

Por todo esto, qué mayor alegría que festejar este Día del Padre junto a nuestros hijos. A mí me acompaña el constante recuerdo de mi padre y el orgullo y la felicidad de tener a mis hijos, Manuela y Pedro. ¡Feliz día para todos los padres!

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