Sabemos, a partir de nuestra propia experiencia, que la música puede despertar diversos procesos emocionales. ¿Cómo y por qué se produce esto? ¿Qué le hace la música a nuestro cerebro?
Una vez que los sonidos impactan en el oído y se transmiten al tronco cerebral y de ahí a la corteza auditiva primaria, estos impulsos viajan a redes distribuidas del cerebro. Estas redes son importantes para la percepción musical pero también para el almacenamiento de la música ya escuchada. Según uno de los líderes internacionales en el estudio de la relación entre música y cerebro, el científico Robert Zatorre, una música está condicionada por lo que se ha escuchado anteriormente (esto nos ocurre, exageradamente, cuando escuchamos una melodía de nuestra infancia o una canción que nos hace acordar a un lugar, un episodio o a tal o cual persona). Incluso, una persona puede detectar una nota que está “mal” en una melodía que no ha escuchado nunca. Esto sucede porque el cerebro tiene una base de datos almacenada y proporcionada por todas las melodías que ha escuchado en su vida.
Para analizar la respuesta emocional a la música, Zatorre estudió los escalofríos que se producen cuando se escucha un pasaje musical determinado. Para ello, le pidieron a los participantes que llevaran al laboratorio la música que más les gustara y les hubiera producido escalofríos, y los investigadores se propusieron escanear el cerebro mientras esto sucediera. No solo identificaron los cambios subjetivos informados por los participantes, como por ejemplo el momento mayor de placer sentido, sino que pudieron verificarlos objetivamente mediante la actividad eléctrica, la temperatura de la piel y el ritmo cardíaco. Observaron que estas medidas objetivas coincidían muy bien con lo que las personas decían sentir: el momento de mayor placer se ligaba con los cambios en la actividad medida. Por ejemplo, durante los escalofríos, la temperatura de la piel bajaba. Complementaron estos resultados con otro estudio en el que usaron tomografía por emisión de positrones (PET). Allí exploraron la liberación de dopamina durante la escucha de música que les resultaba placentera versus la no placentera. Los hallazgos indican que durante la escucha de música placentera se expresa dopamina en el sistema de recompensa y este patrón es muy parecido para los estímulos comúnmente asociados al placer.
¿Será por eso que tantos días y tantas noches se escuchó el pedido de que por favor no pare la música?