No es fácil ser celíaco en la Argentina. En primer lugar, porque la enfermedad en sí- caracterizada por la intolerancia al gluten de harinas de trigo, avena, cebada y centeno (T.A.C.C),-puede ser una complicación para quienes son devotos de los panificados; pero también para aquellos que deben invertir más dinero en comprar aquellos productos que los reemplacen.
Según un estudio realizado por la consultora TrialPanel, el 98% por ciento de los encuestados considera que los alimentos para celíacos son más caros. Es que para suplir la ingesta de este tipo de harinas, existen galletitas, premezclas y panes que, en algunos casos, encarecen el presupuesto.
De acuerdo con un relevamiento realizado por la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Córdoba, en marzo de este año la canasta básica para celíacos costó $3064, un 45% más cara en comparación con los $2103 de la común. Consta de 49 productos divididos en cinco rubros: carnes, frutas y verduras, harinas y legumbres, huevos y lácteos, y otros. Veintidós de ellos son los mismos que la canasta común, pero los otros 27 son los que deben tener el sello oficial “Sin TACC”. Allí se insertan, por ejemplo, elementos tales como arroz, arvejas, fideos de arroz, galletitas, lentejas, levadura, polenta, porotos, leche, quesos, aceite, azúcar, café, dulce de leche, sal, te, vinagre, yerba, soda y jugos para diluir.
Y si bien las obras sociales y prepagas ofrecen un reintegro mensual, sólo es de $423 que no alcanza para cubrir toda la diferencia.
Pero, ¿por qué los productos para celíacos son más caros? Existen varios factores que lo explican. Por ejemplo, muchas de las fábricas que elaboran los alimentos son PyMES que no cuentan con una escala de producción igual a una empresa de consumo masivo.
“El 40 por ciento del costo del producto puede provenir de la mano de obra y el otro 60 corresponde a servicios, alquileres, costos”, relató Pablo Edreira, director de Il Sole, una compañía de 15 empleados, con sede en La Plata, que distribuye productos ultracongelados, precocidos, tales como pizzas, empanadas, pastas y panificados a grandes comercios y a dietéticas de todo el país.
“Además, tenés insumos de una calidad superior a la media. Por ejemplo, nosotros no podemos usar cualquier queso o cualquier jamón para las empanadas que hacemos. Tienen que ser de primeras marcas y eso es más caro. Y otro punto: ninguna de las harinas que usamos en los productos para celíacos, tienen subsidios estatales como la harina de trigo. Por ende, los precios son más altos”, afirmó.
Algo similar explicó Mariana Holgado, miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Celíaca Argentina. “Las materias primas que se utilizan no son las mismas. Por ejemplo, no pueden utilizar cualquier almidón de maíz. Tiene que provenir de un molino que no procese harina de trigo”, sostuvo.
Para la integrante de la entidad, hubo un crecimiento de la oferta de productos en los últimos años (se pasó de 2000 a más de 11.000), pero aclaró que no se condice con una merma en los precios. Y si bien en Buenos Aires hay más disponibilidad, la cuestión cambia en el resto de las provincias. “Hay una premezcla que está hecha de harina de arroz, fécula de mandioca y almidón de maíz, que se elabora en la Ciudad de La Plata y que sale $50, pero que en algunos lugares del Interior la consiguen a $120”, aseveró Holgado.
Otra diferencia es el packaging. Muchos, deben venir en envases plásticos y algunos hasta tienen que tener una caja para resguardar aún mejor el producto. El flete, para la distribución hacia el Interior, y el porcentaje que se queda el punto de venta, también son factores que encarecen. “El gran problema- resumió Holgado- es la cadena de comercialización. Cada uno le va aportando su porcentaje”.
Y un aspecto más: si bien hace algunos años se habían logrado incorporar 10 productos al programa Precios Cuidados, actualmente esto no está vigente, lo que explica también por qué la canasta básica es más cara.
“El que entra a un negocio para celíacos sale gordo y diabético”, subrayó la médica clínica y miembro de la Sociedad Argentina de Endocrinología, María Alejandra Rodríguez Zía. Según la especialista, todo lo que está hecho con harinas de arroz, maíz, papa y mandioca, las más utilizadas para suplir a la de trigo, comparten la molécula de almidón. Y es precisamente esto lo que las vuelve adictivas y generadores de otras enfermedades.
“La canasta básica de un celíaco no debería ser diferente a la de las demás, económicamente hablando”, justificó la médica. Para ella, la clave está en establecer patrones comunes de alimentación que sean saludables.
Por eso, en la pirámide nutricional, al igual que en las demás alimentaciones, deberían estar los huevos, el pescado, pollo, carne, verduras y frutas. “Para la salud física y la de su bolsillo, es necesario evitar las premezclas y los productos que se ofrezcan empaquetados”, sostuvo.
“Es muy frecuente que el celíaco aumente de peso. Como no podés procesar el gluten, vos comés un montón y no absorbés nada. Todo pasa de largo. Pero con este tipo de productos absorbés todo y hay que tener cuidado”, contó Holgado, a quien le diagnosticaron la celiaquía hace 14 años.
“Cuando uno recibe el diagnóstico, es difícil reemplazar una receta que hacías habitualmente y que te salga bien. Nuestras preparaciones no se amasan. Por eso, al principio no es fácil, pero cuando uno va adquiriendo conocimientos, uno aprende y no es complicado”, sostuvo Holgado.
¿Qué hacer entonces para reemplazar las clásicas galletitas de la mañana o de la tarde y toda clase de panificados? La opción más recomendable pareciera ser lo hecho en casa, con elementos fáciles de conseguir y accesibles al bolsillo.
En internet existen numerosas recetas –muchas de las cuales son rápidas y fáciles de hacer- para suplir la carencia del pan. Y, en vez de usar trigo o avena, una alternativa es utilizar otro tipo de harinas.
“La Asociación Celíaca Argentina cuenta con 20 filiales en diferentes puntos del país. A través de ellas se organizan clases de cocina que generalmente son mensuales”, contó Holgado. Una alternativa, que está siendo cada vez más usada, es la harina de maíz, la polenta, que es fácil de conseguir y es barata.
“Una posibilidad es la harina de lino, sésamo y chía que ya se venden molidos. Al no tener almidón, no afectan el intestino y tampoco generan obesidad. Otra opción es la harina de garbanzos, que también es relativamente económica”, explicó la Dra. Rodríguez Zía, quien no recomienda el uso cotidiano de la fécula de mandioca, por ser diabetógena.
La celiaquía es una enfermedad que produce inflamación y daño al revestimiento del intestino delgado. Hoy en día se calcula que 1 de cada 100 argentinos la tienen y afecta más a mujeres que a hombres.
Se puede manifestar en cualquier momento de la vida, y como su origen es desconocido, no hay forma de prevenirla. De todas maneras, se sabe que se presenta en personas que tienen predisposición genética a padecerla. De hecho, aparece con más frecuente entre integrantes de la misma familia.
Los síntomas son variados de acuerdo a la etapa en la que se manifiesta. Por ejemplo, en la infancia, se puede manifestar a través de vómitos, diarrea, nauseas, retraso de crecimiento, anemia y formación de hematomas; en la adolescencia, con dolor abdominal, estreñimiento, menarca tardía; mientras que en los adultos son comunes la diarrea, la irritabilidad, la depresión, anemia, osteoporosis y convulsiones.
En cualquier caso, el diagnóstico se realiza por medio del dosaje de anticuerpos específicos en sangre y a través de una biopsia intestinal.