El uso constante de redes sociales impacta en la atención, la memoria y el sistema de recompensas del cerebro. Qué dicen los estudios y por qué genera alarma.
Las redes sociales están presentes desde que una persona se despierta hasta que se acuesta, este contacto permanente no es neutral para el cerebro. Distintos estudios difundidos por organismos de salud señalan que el uso excesivo puede modificar funciones básicas como la atención, la memoria y las emociones.
El primer impacto aparece en la capacidad de atención, donde describe cómo las aplicaciones están diseñadas para ofrecer estímulos constantes en pocos segundos, notificaciones, videos cortos y recompensas inmediatas entrenan al cerebro para cambiar de foco todo el tiempo. Con el paso de los meses esto dificulta sostener la concentración en tareas largas como leer, estudiar o trabajar, según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cada “like” o comentario positivo libera dopamina, una sustancia vinculada al placer. Ese refuerzo inmediato impulsa a volver a conectarse una y otra vez, cuando el sistema se acostumbra a esa gratificación rápida se necesita cada vez más estímulo para sentir satisfacción, y cuando no llega aparecen irritabilidad, ansiedad o sensación de vacío.
Otro de los puntos que observan los especialistas es el impacto en la memoria, cuando una experiencia se interrumpe para sacarle una foto o subir una historia, el cerebro fija menos el recuerdo. Se prioriza el registro por sobre la vivencia, lo que debilita la memoria a largo plazo.
En el plano de la salud mental, el uso intensivo de redes se asocia con mayor niveles de ansiedad, estrés, insatisfacción personal y síntomas de depresión. La comparación constante con otras personas y el miedo a quedar afuera influyen de manera directa.
Los expertos aclaran que las redes no son negativas por sí mismas, el problema surge cuando no hay equilibrio, por eso recomiendan establecer horarios de uso. Limitar el tiempo de pantalla y priorizar actividades fuera del entorno digital.