Los trabajos que se realizaron en la Cuesta de Miranda, un camino de ripio en cornisa, se convirtió en un importante atractivo turístico en la provincia de La Rioja. Con obras antiderrumbes, barandas de seguridad y capa asfáltica, entre otras mejoras, hacen que esta región tenga mucho más para ofrecer a los visitantes.

La Cuesta de Miranda, un camino de ripio en cornisa famoso por subir 1.500 metros en unos 12 kilómetros con cerca de 400 curvas, es un importante atractivo turístico de La Rioja que fue objeto de un "lifting" que lo dotó de capa asfáltica, barandas de seguridad, desagües y obras antiderrumbes, entre otras mejoras.

El trayecto turístico de este recorrido de la Ruta Nacional 40 comienza en su cruce sobre el río Miranda, donde el curso de agua corre rápido y transparente varias decenas de metros bajo el puente, entre dos altos paredones rojizos, y llega al mirador de Bordo Atravesado, su punto más alto, a 2.040,5 metros sobre el nivel del mar.

En esos 12 kilómetros de este a oeste, el río acompaña a la mítica ruta por el fondo de un valle en el que el verde de los arbustos y cardones contrasta con el rojo del suelo, el azul oscuro de la cordillera de los Andes al fondo y un cielo generalmente celeste, típico de La Rioja.

La Cuesta de Miranda fue, además de un atractivo turístico por los paisajes que sorprenden en cada curva y desde sus miradores, un desafío para los conductores, con su serpenteante y polvorienta calzada de ripio.

El estrecho camino estaba bordeado por rígidos paredones pelados, sobre los que asomaban cardones en la altura, de un lado, y por el precipicio hacia el valle, del otro, a lo sumo con pircas que obraban de barandas de contención o cortos tramos con guardrails.

La nueva cuesta de miranda es una ruta totalmente asfaltada y con señalización horizontal y vertical, además de carteles con nombres de los atractivos turísticos que se encuentran al paso.

El paisaje en el valle y las montañas lejanas mantiene la misma majestuosidad y se disfruta desde los mismos miradores, aunque mejorados en cuanto a capacidad y espacio para estacionamiento.

En los tramos más empinados y en curva, se le agregó el "tercer carril", por el que deben ir los vehículos pesados y de más lenta circulación, para no entorpecer la circulación de los rodados ligeros.

No obstante, el progreso le ha quitado esa mística de turismo aventura y trayecto salvaje que demandaba nervios de acero, cero vértigo y mucha adrenalina, además de haber "enderezado" muchas de sus curvas, por lo que ya no serán las cerca de 400 de antes.

Las nuevas obras y los trabajos de construcción también se llevaron numerosos cardones y otras especies que ornamentaban naturalmente las laderas hacia arriba y el borde del valle.

La ventaja principal es la seguridad, ya que una conducción que respete la señalización, en especial la velocidad máxima -generalmente 30 kilómetros por hora- no implica riesgo alguno.

También se realizaron obras para acabar con los derrumbes y desmoronamientos, que obligaban a cerrar la ruta al tránsito los días de lluvias fuertes o prolongadas y que causaron accidentes luctuosos por caídas de rocas.

Estas obras se complementaron con túneles de desagüe por debajo de la calzada y "toboganes" de cemento para que el agua corra hasta el río sin afectar las laderas ni causar desmoronamientos.

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