Pueblos solitarios, paisajes coloridos y caminos sinuosos conforman este espacio rodeado de valles y montañas que representa casi un viaje especial a un mundo ancestral. La experiencia obliga a transitar con cautela, pero hay que aprovechar cada instante como un momento único e irrepetible.

La llegada a Villa Unión debe ser lenta para disfrutar los escenarios naturales que rodean desde lejos a esta ciudad, virtual nodo turístico del centro oeste de La Rioja, entre coloridos paisajes de montaña, caprichosos en sus formas, desérticos y con franjas verdes en los valles, donde además persisten pueblos que mantienen tradiciones y una cultura ancestral.

Desde el oeste, la ruta nacional 40 lleva por la Cuesta de Miranda, con sus cientos de curvas y contracurvas que remedan los meandros del río del mismo nombre, un centenar de metros más abajo del camino en cornisa pegado a paredones de variados tonos rojos intensos, que contrastan con el verde del valle y los cerros azulados y nevados en el horizonte.

Hasta el punto más alto, Bordo Atravesado, a 2.040 metros sobre el nivel del mar (msnm), es Departamento Chilecito, desde allí en cuesta abajo es Felipe Varela, y al llegar al cruce con la Nacional 76 se está en Villa Unión, cabecera del departamento.

Desde el lado opuesto, también por la mítica 40, unos 45 kilómetros antes se pasa por dos típicos pueblos de esas soledades, como Santa Clara y Guandacol, donde es recomendable visitar a quienes aun elaboran prendas y tejidos de lana de oveja, con tintes naturales, en antiguos telares criollos de madera.

Más adelante, hay una depresión a la derecha del camino donde todo se vuelve rojo intenso: el Vallecito Encantado, desde cuyos miradores se puede ver el paisaje con variados colores cálidos y sus geoformas en el fondo, entre las que se destaca “La Copa del Mundo”, junto a la cual ningún turista se pierde la foto.

Quien arribe por la 76 desde el sur bordeará durante decenas de kilómetros el Parque Nacional Talampaya, que extiende sus 220.000 hectáreas a la derecha de la ruta y deja ver sus promontorios y el cañón del río que le da el nombre a la distancia, detrás del desierto de arenas rojizas.

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Del otro lado, el Valle del Bermejo varía sus colores según la humedad que genera el río y la consecuente vegetación, siempre con los tonos violáceos de cerros cercanos y los picos de los andes que sobresalen aún más al oeste.

La última de las cuatro entradas viales posibles es por el trecho oriental de esta misma ruta, quizás desde Chile por el paso Pircas Negras, lo que implica recorrer un extenso recreo visual de más de 100 kilómetros, que empieza en la Reserva Natural Laguna Brava.

En ese sitio Ramsar, con aguas salitrosas y poblado de flamencos rosados y vicuñas, vale la pena una pausa para disfrutar de la quietud y el silencio de la puna riojana y la pureza de su aire, aunque de escaso oxígeno a unos 4.300 msnm.

Luego toda la ruta -en el Departamento Vinchina- es un cuadro poblado de valles y montañas, obra de algún pintor demente que cambiaba sus tintes en mezclas azarosas, aunque con la cordura de un fondo siempre rojizo, en contraste con el impecable cielo azul de la altura.

El paisaje en descenso se torna marrón intenso al llegar a la Quebrada del Troya, con el río en cerrados meandros y altos paredones de rocas plegadas por la presión tectónica, casi arrugadas a la simple vista, que el imaginario popular las denomina “chocolate Bariloche”.

Tras cruzar un puente Bailey que reemplazó a otro de cemento que se llevó la corriente del Bermejo en alguna de sus crecidas, se acaba este vertiginoso recorrido y se entra en el llano, donde el cordón del Famatina acompañará por la izquierda y las sierras de Paganzo del otro lado, allende el río.

Al llegar a Villa Unión, tras el largo recorrido por el desierto se percibe un dejo de humedad y frescura en el aire, quizás por ser una de las pocas ciudades que tiene el privilegio de contar con un lago de aguas permanentes todo el año, producto del embalse.

Con una capacidad hotelera cercana de más de 700 plazas, buena parte de ellas en sus grandes hoteles Pircas Negras, Cañón del Talampaya, Cuesta de Miranda y Don Remo -de 3 y 4 estrellas- además de acogedores establecimientos más pequeños, cabañas y campings, Villa Unión es la base ideal para conocer los sitios detallados.

Desde allí, el turista puede volver a los lugares que vio de paso o salir hacia cualquiera de los cuatro puntos cardinales, pero también es bueno internarse por caminos alternativos de ripio o huellas que llevan pueblos y sitios escondidos entre los cerros.

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