Con la llegada de los primeros calores muchos comienzan a pensar en la silueta y en cómo bajar los kilos ganados en los meses fríos. Aquí algunos consejos

¡Llegó el momento de la dieta! Septiembre y octubre son los meses en que empieza a irse el frío en esta parte de la Tierra. Las temperaturas un poquito más elevadas ya nos hacen pensar en el verano. Es en ese momento cuando muchos comienzan a mentalizarse en bajar unos kilitos para verse mejor en la playa o en la pileta.

La realidad es que deberíamos cuidar nuestra alimentación durante todo el año, y no en los últimos meses para llegar en forma a la playa. Es una cuestión de salud más que de estética. La actividad física, el deporte, lo que comemos y la tranquilidad (o la falta de ella) con la que vivimos son parte importante para realizar una vida saludable.

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Lo primero que deberíamos hacer es tener al día los chequeos médicos. A partir de ese momento, concurrir a un nutricionista, quien a partir de nuestros datos, nos aconsejará sobre lo que podemos hacer y qué deberíamos comer. El especialista, por lo general, tras pesar, medir y hablar con los pacientes, les dan una dieta y posibles actividades para realizar. Es factible también que le entregue un “registro de alimentos”, el cual deberá ser llenado a diario con distintos datos. Por ejemplo: qué desayunó cada día y a qué hora lo hizo; cuánto hambre tenía (de 1 a 10); las emociones vividas en ese momento del día; lo mismo para la colación de media mañana, el almuerzo, la merienda, la colación de media tarde y la cena. También detalles sobre las bebidas ingeridas y la actividad física realizada.

¿Algunos consejos para comenzar? Comer alimentos variados; que la base la dieta sea en alimentos ricos en hidratos de carbono; no olvidar que comer es un placer y que debemos disfrutar ese momento; comer muchas frutas y verduras; comer regularmente y raciones moderadas: reducir, no eliminar los alimentos; beber mucho líquido; evitar alimentos procesados y alimentos ricos en grasa o azúcar; moverse, caminar todo lo que se pueda; realizar los cambios gradualmente; mantener un equilibrio.

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En el desayuno y la merienda: una taza de leche descremada o yogurt o cualquier infusión a gusto (té, mate cocido, mate cebado, café o malta), todo con edulcorante. Para comer, seis galletitas de agua, salvado con o sin sal; o tres tostadas de las que ya vienen en paquete o galletas de arroz; pan de panadería, puede ser un miñón y medio o un pan árabe; o dos rodajas de pan de molde blanco o de salvado. También, queso untable descremado y mermelada dietética.

Las colaciones (cerca de las 10.30 y de las 20.30) pueden ser: ensalada de fruta, gelatina dietética con frutas, yogurt o postre dietético, un turrón o un chocoarroz.

En el almuerzo y en la cena: caldo casero o desgrasado (una taza); hortalizas A, como acelga, ají, apio, berro, escarola, espárragos, espinaca, hinojo, lechuga, pepino, rabanito, repollitos de Bruselas, brotes de soja, tomate, zapallitos, berenjena o rúcula; hortalizas B: alcaucil, cebolla, puerro, remolacha, zanahoria, zapallo o chauchas; hortalizas C (papa, batata, choclo).

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