Manuel Armanazqui Tur es un joven pentatleta que decidió entrenar en ese país para adaptarse a la altura, antes del Sudamericano de Cochabamba, Bolivia. El 19 de septiembre apenas pudo ponerse las zapatillas y escapar de su departamento cuando todo comenzó a moverse. Hoy, con un grupo de amigos, remueve escombros para salvar vidas. "Llevo aquí alrededor de 20 días y me ha tocado vivenciar un huracán y tres terremotos", cuenta.

Semanas antes, en el Panamericano de Mérida, había terminado en la quinta posición de la categoría Junior. Ilusionado por el resultado, decidió quedarse en la Ciudad de México para aclimatar su físico y aprovechar la altura. En diciembre se le viene la cita importante: el sudamericano de Pentatlón Moderno en Cochabamba, a unos 2.558 metros sobre el nivel del mar.

Pero en la línea de tiempo del porteño Manuel Armanazqui Tur, hay un antes y un después que se traza entre el milagro y el deseo de ayudar a vivir.

A las 13.45 del martes 19 de septiembre un sismo de 7.1 en la escala de Richter afectó a toda el área del D.F. Derribó edificios, agrietó avenidas, dejó decenas de desaparecidos y un conteo tenebroso: 337 muertos. La Secretaría de Gobernación la declaró como “zona de desastre”.

Aquel mediodía, Manuel apenas pudo tomar un par de zapatillas antes de escapar de su departamento con sus compañeros. Estaba asustado por todo lo que veía en la calle. Pero en su interior se movilizó algo más fuerte. Se juntó con un par de compañeros para comenzar a dar una mano entre los escombros y ayudar a rescatar a las víctimas. “Llevo aquí alrededor de 20 días y me ha tocado vivenciar un huracán y tres terremotos”, cuenta. Su entrenamiento diario pasó a ser la esperanza de encontrar gente viva o llevar alimentos a los que perdieron todo.

En el último mes, el país estuvo envuelto en catástrofes naturales. Al paso desastroso del Huracán Katia le antecedieron la seguidilla de temblores, uno el 7 de septiembre y los otros dos el mismo 19. Ante una nación devastada, el Papa Francisco soltó la polémica frase: “A México lo castiga el Diablo con mucha bronca”.

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“El primer temblor ocurrió alrededor de las 23:50 del 7, nos encontrábamos durmiendo y comencé a sentir que mi cama se movía. Pensé que mi amigos me jugaban una broma de bienvenida”, relata el joven por e-mail. No tiene teléfono con línea internacional. Pero ése no fue de gravedad: “Cesó antes de salir del edificio”. El peor estaba a 12 días, cuando se cumplirían 32 años del de 1985.

“Todos los años, ese día a las 11:00 se realiza un simulacro, por lo que suenan las alertas sísmicas y procedimos a evacuar el edificio como si de un temblor real se tratase”, describe. Todo estaba calmo en la ciudad, pero lo “tomó por sorpresa a las 13:45”.

Manuel estaba acostado mientras miraba el celular. De pronto todo comenzó a moverse. Ocurrieron dos sismos diferentes en cuestión de segundos. Uno de 6.4 y otro de 7.1.

“En ese momento aún me encontraba en el cuarto y absolutamente todo lo que había en él se sacudía de una manera terrorífica. Al salir del edificio ya había alrededor de 30 personas abajo, con una expresión de miedo y desesperación en sus rostros, seguramente como la mía, y aún restaban por evacuar más”, rememora.

Manuel Armanazqui Tur

Las sirenas, el humo, los gritos y llantos que envolvían a la gran urbe latinoamericana lo empujaron a querer ayudar. “Al ver las noticias y las condiciones en las que estaba la gente afectada, y teniendo la posibilidad de aportar nuestra ayuda, nos planteamos con mis compañeros ir y prestar asistencia”, dice, sin dejar de olvidar el susto que tenía junto a sus compañeros atletas mexicanos.

-Escapaste del edificio en el que estabas. ¿Cómo quedó? ¿Volviste a ir?

Estoy hospedado en un departamento ubicado en Lomas de Sotelo. Comparto el departamento con atletas amigos que practican el mismo deporte. Las instalaciones no sufrieron daños, al ser una construcción relativamente nueva y que México ya ha sufrido terremotos catastróficos. La estructura está preparada para evitar derrumbarse ante los temblores y funcionar correctamente luego de una situación así. Contamos con luz, gas y agua.

-¿Y pudiste comunicarte con tu familia en Buenos Aires?

Sí, por suerte pude mantener una comunicación constante con mi familia a través de las redes sociales. Aunque mis primeras palabras luego de cada evento fueron: "Me encuentro bien, no me ocurrió nada"; todos se preocupan luego de ver las noticias y las imágenes que se muestran en los medios.

La posibilidad de comunicación y contar con los suministros básicos le significan un impulso frente a una población que necesita de agua y alimentos. En la ciudad se movilizan batallones de brigadistas con carros, al tiempo que se despliegan ambulancias y llega ayuda de todas parte del mundo.

“Nosotros hemos ayudado de diferentes maneras; la misma noche del 19 de septiembre, luego del sismo de 7.1, hemos actuado como brigadistas llevando y movilizando comida, agua, medicinas, ropa, frazadas a la colonia Condesa”, afirma.

“Hemos ayudado en otros pueblos donde las casas estaban deshechas. Ahí sí quitando escombros de lo que solían ser viviendas”, agrega.

Manuel Armanazqui Tur

La experiencia le hizo ver las cosas desde otro ángulo. Cree que la situación “sacó lo mejor del pueblo mexicano, mostrándose solidarios y unidos como país”, pero “no es nada agradable escuchar que quedó gente atrapada entre los escombros, gente que ha desaparecido y gente que ha muerto.

-El fin de semana hubo otros movimiento y también fueron graves ¿Cómo está la población?

-No es habitual que ocurran temblores de esta magnitud tan seguidos. Lo cual lleva a que todos estén en alerta ante posibles nuevos temblores.

-¿Y vos cómo estás ante todo esto?

Es una experiencia que creo yo no voy a olvidar en mi vida. Es la primera vez que estoy tanto tiempo lejos de mi hogar, en otro país y, lo más difícil, estando solo. Uno aprende así a ser más independiente, todas estas situaciones hacen a uno crecer como persona, en mi caso también como atleta, y a convertirse finalmente en un adulto, responsable de sus actos y decisiones. Sacando siempre lo bueno de sí ante malas situaciones. Agradezco que mi familia me apoya desde lejos y a mis compañeros que hacen de mi estadía aquí más agradable.

Manuel tiene su vuelo de regreso programado para el 5 de octubre. A pesar de su calendario y de las competencias que se avecinan pensó en quedarse. No lo podrá hacer y siente un lamento. Quizás vuelva, pero sólo un movimiento dentro suyo lo sabrá.

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