La banda liderada por Ricardo Iorio cerró su celebración por su vigésimo aniversario el sábado en Flores, con entradas agotadas. Todo lo que pasó en esta fiesta del heavy nacional, en esta nota

El sábado 4 de abril de 2015, Almafuerte cerraba un exitoso ciclo de cuatro recitales en el Teatro de Flores, con motivo de su aniversario número 20, y nueve menos VEINTE estábamos ahí, en la puerta  del lugar. ¿Casualidad o destino? Depende de lo que uno elija creer. Lo que sin dudas no era obra del azar era la inmensa cantidad de gente que se agolpaba en las inmediaciones del boliche porteño. Destino escrito de antemano o fabricado por Ricardo Iorio y sus compañeros, las localidades agotadas del show, el entusiasmo de esos cientos de jóvenes y no tan jóvenes de negro vestidos (como dice la canción) que esperaban que se hiciera la hora y los tantos que preguntaban por una entrada de reventa o una manera de no perderse el concierto demostraban que el largo y arduo camino recorrido por la banda es en verdad reconocido y celebrado. Enhorabuena.

Entramos y, a pesar de que faltaba un rato para que sonara el primer acorde de la viola del Tano Marciello, el local reventaba de gente. Empalador, la banda soporte de la noche, promediaba su performance arriba del escenario y el buen ánimo y la expectativa se sentían en el ambiente. El primer "olé, olé, olé, cada día te quiero más" fue entonado y, casi acto seguido, la primera señal de que la cosa estaba pronta a arrancar: la versión de "Hace Casi 2000 Años" de Color Humano que hizo Iorio en su disco solista sonó por los parlantes. El coro fue general.

Finalmente, y antes de que terminara el tema, las luces se apagaron, el telón se abrió y una pantalla ubicada detrás de la batería de Bin Valencia proyectó la imagen de una bandera argentina, flameando. El griterío estalló, y volvió a hacerlo, con más intensidad, cuando Marciello, Valencia y el bajista Beto Ceriotti aparecieron en escena. Y después de unos segundos de hacerse esperar, el hombre a quien todos habíamos ido a ver caminó hacia el pie de su micrófono. "Buenas noches" y pum: "Sirva Otra Vuelta Pulpero", el cover de los uruguayos Cuchilla Grande, abrió el marcador. Hacía tiempo que no lo escuchábamos desde el arranque. Golazo. La gente saltaba y cantaba con fuerza, casi tapando el débil sonido que tuvo la primera canción y que, a pesar de mejorar desde el tercer tema, fue una fija durante las dos horas que duró el show. La primera mala de la jornada.

"Trillando la Fina" fue el segundo de la lista y, si bien el entusiasmo no bajó (recién empezaba todo y es un tema más rápido y pesado), no tuvo la efervescencia del primero ni la que tuvo el tercero: "Patria al Hombro", favorito de muchos y ya clásico del repertorio. Le siguió "Convide Rutero" y "Niño Jefe", y con ese quinto tema llegó otro punto negativo del recital, que lamentablemente ya no es sorpresivo: Iorio olvidándose de la letra. Desde hace tiempo se nota que Ricardo no se acuerda de gran parte de las líricas que él mismo escribió, y en casos como los de la mencionada canción la cosa se hace indibujable.

La lista continuó, con los habituales comentarios entre tema y tema a cargo de Iorio de por medio (que esta vez no provocaron demasiada reacción debido a que muchos casi no se escucharon por el bajo volumen antes destacado), con "Pensando en Llegar", "La Máquina de Picar Carne" y "Debes Saberlo", hasta arribar al típico "intervalo" común en los shows de la banda: el Tano y su guitarra, a solas. Para esta ocasión, eligió una electroacústica y, antes de hacerla sonar (como los dioses, como siempre), pidió por el micrófono que cantáramos las canciones que iba a tocar. Sabiendo lo que queríamos, nos regaló lindas versiones de los clásicos de Hermética "Del Colimba" (años que no sonaba en vivo, ni siquiera "a medias") y "Del Camionero", "Alma de Budín" de Divididos y el instrumental "Caballo Negro". El público lo agradeció reventándose las manos y coreando su apodo. Se lo ama y se sabe que sin él Almafuerte nunca podría haber llegado a ser lo que hoy es (además de que sin él la vida misma sería peor).

Iorio volvió en medio de los aplausos y se sumó a su amigo y su viola para una muy buena interpretación de "Mi Credo". Y luego, con la vuelta de Valencia y Ceriotti, fue el turno del que desde hace ya unos años es quizás el favorito y más reclamado de todos: "Ser Humano Junto a los Míos". De tal manera se vive esa canción en cada recital del grupo que, a esta altura, casi que no pueden no tocarlo.

Otro de los momentos más destacados de la noche se dio con el tema que siguió, cuando un grupo de ex combatientes de Malvinas subió al escenario. La gente festejó, cantó "Argentina, Argentina" y "El que no salta es un inglés", y los homenajeados, visiblemente felices y emocionados, se quedaron arriba de las tablas para que Almafuerte les dedicara el "El Visitante", compuesto en su honor.

El show llegó a su recta final y "Si Me Ves Volver", "Si Me Estás Buscando" y "Ciudad de Rosario" dieron paso al hitazo y ya clásico del rock nacional en general "Toro y Pampa". Y cuando algunos todavía teníamos la esperanza de escuchar al menos un tema de los dos primeros discos del grupo (teniendo en cuenta sobre todo que era una celebración de los 20 años y que supuestamente se iba a repasar toda la discografía), los dos de siempre desde hace ya bastante cerraron la noche: "Almafuerte" y "A Vos Amigo". Aplausos. Saludos. Luces prendidas. Música de despedida. Púas y palos de batería de regalo para quienes los pescaran.

El recital había terminado y, mientras salíamos del Teatro cansados y mojados con sudor propio y ajeno, sensaciones encontradas recorrían nuestro cuerpo. Por un lado, la decepción por el descarte de sus primeras canciones, las que de alguna manera iniciaron estas dos décadas de camino que ese sábado habíamos festejado. Por no haber visto una performance más inspirada de Iorio. Por un recital que poco tuvo de distinto a cualquier otra fecha común y corriente de la banda. Pero, por otro lado, la satisfacción de haber celebrado 20 años de historia de un grupo genial, único. De haber visto a un pedazo importante de la historia del rock argentino siendo reconocido. De haberlo sentido vigente, dos décadas después. Y de haberlo vivido, otra vez. No es poca cosa, pensamos, y nos dejamos abrazar por la noche de Flores.

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