Tras vincularse a Dana, los integrantes de Arco Iris cambiaron esencialmente su modo de vida y comenzaron una vida en comunidad, donde se dedicaron, además de la música, a desarrollar cultivos, prescindir del alcohol, carne, sexo y drogas, y practicar yoga y ejercicios espirituales. Como también se distribuían las tareas hogareñas y de limpieza, hubo quienes, desde el rock más duro, y desde alguna revista especializada, decidieron burlarse tildándolos de "las amas de casa del rock". Tiempos de prejuicios, aun en sectores que presumían de no serlo.

Hacia fines de los años 60, surgió en Ciudad Jardín, un barrio muy tranquilo en la zona de El Palomar, en el Gran Buenos Aires, un grupo que sin dudas marcaría un camino diferente al buscar fusionar el rock y el jazz con elementos del folklore argentino y de toda Latinoamérica. Esa banda fue Arco Iris, y si bien al comienzo lograron una moderada difusión con canciones melódicas muy agradables y bien arregladas, pero más cercanas al pop-folk, a poco de andar fueron asumiendo otros riesgos que los llevaron a encontrar otros ritmos y timbres más originales en un camino más complejo y con letras más cercanas a cuestiones místicas y existenciales.

Pero la génesis de Arco Iris tuvo su origen hacia 1965. Gustavo Alfredo Santaolalla, para entonces con sólo 14 años, y que había crecido escuchando los discos de pasta de su padre, decidía armar un conjunto al que llamó The Rovers, junto a otros dos amigos y vecinos de Ciudad Jardín, Ara Tokatlian, un joven egipcio que había nacido en El Cairo pero que de chico se vino a Argentina con su familia, que tocaba percusión y cantaba, y Guillermo Bordarampé, encargado del bajo. A ellos se integró el baterista Alberto Cascino, y al comienzo, como era usual, versionaban canciones de The Beatles o del mismo Gustavo (en guitarra y voz), que aún componía en inglés.

Tras grabar un demo -con el nombre de The Crows- que presentaron a Ricardo Kleiman, productor del famoso ciclo radial Modart en la Noche y de RCA, que no fue aceptado porque le interesaba material en castellano, la banda trató de afinar la puntería hacia otro lado.

Llegó 1968, y el grupo, que ya había armado un repertorio en nuestro idioma, pudo finalmente firmar un contrato con aquella grabadora, y aunque al principio pensaban bautizarse como Geranio, el productor sugirió Arco Iris, y ese nombre, también relacionado con la naturaleza, quedó marcado a fuego para la banda.

En mayo de 1969 salió el primer simple del grupo, con los temas “Lo veo en tus ojos” y “Canción para una mujer”, con arreglos de Rodolfo Alchourrón y unos meses después el segundo, con “Luisito cortate el pelo” (un tema irónico sobre el “qué dirán” que a sus miembros nunca les gustó mucho) y “Sólo tengo amor”, canciones simples, bien armonizadas pero que no llegaron a tener gran difusión.

Para entonces, Ara, un joven muy talentoso y dúctil, que sabía algo de piano, se había convertido en un buen intérprete de flauta, y luego ampliaría sus conocimientos hacia otros instrumentos de viento, convirtiéndose en un excelente copiloto de Santaolalla, que ya exhibía gran talento como compositor y cantante. Pero hubo alguien que marcó un rumbo más definitivo para el grupo, y fue la aparición en sus vidas de Danais Wynnycka (Dana), una joven ucraniana unos años mayor que ellos, hija de una psicóloga y un diplomático, que había sido modelo de Jean Cartier, apasionada por los conocimientos espirituales, que los introdujo en el yoga y la práctica de la meditación trascendental.

Convertida en una especie de “guía espiritual”, su influencia se extendió inevitablemente hacia su música. Así, en enero de 1970 el grupo editó su nuevo simple con los temas “Blues de Dana” y “Quién es la chica”, y gracias al primer tema, un blues crudo y potente con buenos solos de guitarra y de flauta, ganaban el primer premio en el Festival Beat de la Canción Internacional realizado en Mar del Plata, que incluía un viaje a Los Angeles. Para ese viaje que nunca se concretó, Arco Iris grabó tres temas en inglés, que luego tuvieron sus versiones en castellano: “Suite Nº1”, “Y yo quiero” y “Mujer”.

Pero para entonces ya la banda había dado forma a su primer álbum, llamado simplemente “Arco Iris”, donde la audacia de su propuesta también se podía ver en lo estético con sus largas melenas y sus ropas identificadas con un estilo vinculado al movimiento “hippie” en boga. El disco, también conocido como el “Album rosa” por el color de su tapa, fue además la despedida de su baterista Cascino, que no se adaptó a la vida comunitaria y las enseñanzas espirituales de Dana. La placa tenía como elemento común la confluencia de simples canciones melódicas con juegos de voces, elementos del jazz, (“Quiero llegar”) del folk y hasta toques medievales, como en “Y una flor (el pastito)” o “Coral”, y dejó temas como “Hoy te miré”, “Canción para un niño astronauta”, “Te quiero, te espero” o “Tiempo”.

Para entonces, Ara ya aportaba un matiz original y virtuoso con la flauta y el saxo, Guillermo además del bajo tocaba cello y Gustavo se animaba en los teclados, con lo que Arco Iris resultaba justamente una verdadera expresión de colores muy diferentes en lo musical. Pero todo ese caudal de buena música no redundó en buenas ventas, quizás a falta de un tema “ganchero”, y luego de grabar un nuevo simple, con “Es nuestra la libertad” y “Zamba”, -este último un indicio de su creciente cercanía a lo folklórico-, a comienzos de 1971 el contrato se rescindió con acuerdo de ambos.

Durante algunos meses el grupo se dedicó a buscar el baterista indicado para reemplazar a Cascino. Desfilaron varios percusionistas, como Tito Otero, Boris Rodriguez y Jorge Lucero, pero finalmente en marzo se integró definitivamente Horacio “Droopy” Gianello, quien conocía un estudio en el cual grabaron un demo, con el que desfilaron por varias editoras pero con una negativa permanente a las producciones independientes. Hasta que de pronto amaneció y para la banda llegó una “mañana” diferente.

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Tiempo de resurrección y un gran clásico

A fines de 1971, luego de ser aceptados por Music Hall para editar un simple y ver “qué pasaba”, se abría una puerta grande para Arco Iris, ya que su tema “Mañana campestre” obtenía una difusión inesperada, empezando a sonar en programas que habitualmente no pasaban rock local y además la canción (un tema folk muy llano y sin artificios, con buenas armonías vocales, y un mensaje de exaltación bucólica) se convertiría en un clásico del género hasta hoy.

Ya instalados como una banda importante dentro de la música nacional, Arco Iris son constantes invitados en festivales, como el BARock 3 (cuya performance es rescatada en la película “Rock hasta que se ponga el sol”) y también compartieron escena con colegas como Vox Dei y muchos otros.

Durante 1972, sin demasiada conformidad de los músicos, la grabadora anterior decidió sacar un par de discos recopilatorios con temas de su primera etapa: “Arco Iris”, “Suite Nº1” y “Blues de Dana”.

En marzo de ese año, se editaba el segundo LP oficial del grupo, “Tiempo de resurrección”, una producción que sin dudas marcaba una aún mayor evolución hacia sonidos de fusión, que convivían con temas más folk y acústicos. Aquí, además del exitoso “Mañana campestre” figura una nueva versión del “Blues de Dana” y temas más llanos como “Vasudeva”, “Garza celeste” o “Busca la estrella elegida” junto a otros más elaborados como “Negro y blanco” u “Hombre de madera”, que enmarcaban letras de contenido más bucólico o crítico de la alienación urbana.

Tras un nuevo simple con los temas “Llegó el cambio” y “El niño, la libertad y las palomas”, que fue censurado en radio con la idea que aludía al fin de la dictadura militar (aunque ellos señalarían que tenía que ver con un cambio espiritual y no político), la banda se abocó a su primera obra conceptual: el álbum doble “Sudamérica o el regreso a la aurora”. Este trabajo, sin dudas uno de los más logrados y ambiciosos del grupo, traducía el creciente interés de sus integrantes, pero esencialmente de Santaolalla, por los ritmos y sonidos sudamericanos, y por la temática relacionada con los pueblos originarios. Nuevamente aquí se dio una confluencia de estilos, ya que al gran componente folklórico en ritmos y sonidos se agregaron elementos del rock, el jazz y el blues.

Hacia un mensaje místico y espiritual

En tiempos complicados en lo político y lo social, Arco Iris fue una banda no muy bien vista por los poderes de turno. Y mientras para los sectores de izquierda eran “demasiado blandos y pacifistas” para la derecha eran poco menos que “subversivos”. Pero sus músicos seguían marcando una senda en la que creían: dentro de una cada vez mayor complejidad musical que admitía todo tipo de influencias, se internaban en temáticas donde la esencia era el cambio hacia otro mundo más espiritual, la defensa de lo ecológico, y su creciente interés por cuestiones místicas y esotéricas.

Entre 1973 y 1975 el grupo realizó numerosas giras por todo el país, y editó dos nuevos discos conceptuales: “Inti Raymi”, donde acentuaban el tema de los pueblos americanos, y “Agitor Lucens V”, con un mayor acercamiento al tema de las civilizaciones extraterrestres y las aperturas a lo místico. En ambos casos, seguían abriendo caminos en lo musical, con exploraciones en lo sinfónico, y en el caso de Ara, también volcado en mayor medida al aporte de los teclados.

Durante ese convulsionado 1975 fue madurando en la banda la idea de una nueva obra conceptual, cuyo leit motiv sería la vida de Ceferino Namuncurá. Pero hacia fin de año el proyecto quedaría trunco, con el inesperado anuncio de la partida de Gustavo Santaolalla y Horacio Gianello hacia un proyecto muy diferente, que vería la luz meses después: el grupo Soluna. A partir de allí, Ara se convertiría en el nuevo “lider” de la banda, junto a Guillermo y a la misma Dana.

Del Mono Villegas a Los Elementales

Más allá de su pertenencia a Arco Iris, Ara Tokatlian, un músico creativo, virtuoso e inquieto, editó en 1975, junto a Enrique Mono Villegas, uno de los grandes pianistas de jazz de Argentina, el disco instrumental “Inspiración”, y donde colaboró también Guillermo Bordarampé. La placa fue quizás una anticipación de los pasos que daría el músico egipcio en el futuro, que se distinguía por una clara confluencia entre el free jazz y la fusión con otros estilos.

Cuando a fin de ese año Santaolalla decide emigrar (al igual que “Droopy” Gianello) hacia otro proyecto, Ara y Guillermo quedan al frente de Arco Iris, que a partir de ahí profundiza su estilo hacia una música primordialmente instrumental, y de confluencia entre distintos géneros de fusión.

Así, en 1977, se editó por un sello independiente, Cabal, el disco “Los elementales”, que alude a los elementos de la naturaleza, y donde el sonido abreva en el jazz-rock sin dejar de lado algunos aires y ritmos latinoamericanos.

Además de Ara y Guillermo completaban la formación Dana en voces y percusión, Ignacio Elisavetsky en guitarra y José Luis Pérez en batería. Luego de este disco, la banda empezaría una nueva etapa en la costa Oeste de Estados Unidos.

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Una nueva etapa en Estados Unidos

En agosto de 1977, y luego de editar el disco “Los Elementales”, Ara, Guillermo y Dana partieron a Estados Unidos, y por un tiempo se radicaron en Nueva York, donde había conocidos que les darían un lugar.

Según relataría Ara (Diario Popular, Historias de Vida, 2020), “de a poco nos vinculamos con artistas de mucha experiencia, como el baterista de Gloria Gaynor, y con Chester Thompson, percusionista que fue miembro de Genesis”.

Pero la llegada de un crudo invierno modificó sus planes. Guillermo señalaba que “nos fuimos hacia la costa oeste, ahí encontramos nuestro lugar, cerca de Los Angeles, y hasta 1982 seguimos juntos con la banda”.

En ese nuevo destino, armaron su propio estudio Danara, en Blue Jay, California, y se vincularon con otros músicos de distintos géneros, llegaron a tocar con Lalo Schiffrin y Alex Acuña, entre otros.

Además, el estilo del grupo, que fusionaba el jazz y el rock con elementos latinoamericanos, les dio un plus original que concitó el interés del mundo artístico local.

En 1982, Guillermo se abrió de la banda, y mientras por un lado armó una productora propia de música étnica y latinoamericana, creó el grupo Inca, de música andina, con quienes dieron recitales en bibliotecas, universidades y hasta asilos de ancianos, y alternó la música con un trabajo como traductor en los Tribunales del Estado.

Junto a otros músicos locales, Ara y Dana (que desde 1983 eran pareja) mantuvieron la esencia de Arco Iris, y editaron varios discos: “Condor” (1982), “Faisán azul” (1983), Pipas de la Paz (1988), “La paz salvará al arco iris” (1989) e “In memoriam” (1990), en donde abordarían desde un estilo new age hasta sonidos jazzeros y latinaomericanos.

En 2001 publicaron el álbum “Arco Iris en vivo hoy”, que fue grabado durante una gira realizada durante tres meses en 1998 en Buenos Aires y varias ciudades bonaerenses, y donde Ara y Dana fueron acompañados por Julio Figueroa (batería), Roberto Amerise (bajo) y Carlos Campos (guitarra), y con una nueva versón del “Blues de Dana”.

Pero dos años después se producía un mazazo anímico con el fallecimiento de Dana, luego de una larga enfermedad. La banda dejó de actuar y grabar, hasta que en 2012, una versión renovada reapareció con el CD “Desde el jardín”, contando con los miembros fundadores Guillermo Bordarampé y Ara Tokatlian, junto a Julio Ledesma (guitarra y batería), Juan Carlos Portillo (bajo) y Pablo Allende (guitarra).

Gustavo, desde Soluna a la meca del cine

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Durante 1975, la forma de vida que los integrantes de Arco Iris llevaban en torno del fuerte ascetismo que impulsaba Dana fue generando un paulatino desgaste en la convivencia del grupo. Y hacia fines de ese año, Gustavo Santaolalla decidió patear el tablero y dejar la banda.

Con la necesidad de volver a un repertorio de canciones más frescas y simples, aunque manteniendo esa confluencia entre el folk, el rock y ciertos sabores latinos, el nuevo proyecto se llamó Soluna, al cual se integró el baterista “Droopy” Gianello, que también había abandonado el grupo.

Basados en un trabajo donde los juegos de voces, el ritmo y la melodía eran la base, convocó a Mónica Campins (voces), Ricky Libman (bajo), Oski Amante (guitarra, percusión y voz) y a un tecladista que venía pidiendo pista y que había tocado con Raul Porchetto y León Gieco: Alejandro Lerner, además de varios músicos invitados.

Tras debutar a mediados de 1976 en el Luna Park junto a bandas como Crucis, Pastoral y León Gieco, Soluna sacó un simple con los temas “Energía Natural” y “Mañana puede ser el día”, canción que fue el “caballito de batalla” de su primer y único LP, “Energía natural”, que salió al año siguiente, y que ofrecía matices muy diferentes en canciones como “Espérame encendida”, “El terror de la abuela”, “Ella despertaba” y “Detrás del vidrio roto”, único tema compuesto por Lerner.

La banda presentó su disco en el teatro Estrellas y en giras realizadas por ciudades del interior, pero aún cuando las críticas eran muy buenas, los planes de Gustavo en 1978 cambiaron abruptamente, y el grupo quedó disuelto tras su viaje a Estados Unidos.

Abierto a intentar nuevas experiencias, en 1978 Santaolalla llegó a Los Angeles (bastante cerca, paradójicamente, de la zona donde también emigraron sus ex compañeros Ara y Guillermo). Permeable a las nuevas tendencias, junto al tecladista ex Crucis Aníbal Kerpel armaron el grupo Wet Picnic, con una onda de rock “new wave” que era vanguardia a fines de la década, editando un único álbum.

De todos modos, Gustavo nunca se desconectó de lo que pasaba en su país. Por eso, colaboró en varios temas del disco “Pensar en nada” de su amigo León Gieco, en 1981, y también viajó a Buenos Aires para registrar, junto a músicos como los miembros de G.I.T. y ex integrantes de Soluna, su primer disco como solista, llamado “Santaolalla”, con un tema que alcanzó cierta difusión, como “Ando rodando”, y una versión en estilo reggae de “Vasudeva”.

Un par de años después, Gustavo se convirtió en el productor y colaborador principal de Gieco en su ambicioso proyecto “De Ushuaia a La Quiaca”, que los llevó durante largos meses por todo el país grabando música de artistas y regiones muy diferentes.

A partir de los años ‘90 Gustavo se convirtió en uno de los productores y referentes musicales decisivos del rock latino, orientando a bandas y músicos como los mexicanos Julieta Venegas, Molotov y Café Tacuba, la Bersuit Vergarabat, Divididos, Arbol, y el uruguayo Jorge Drexler entre muchos otros.

Durante esa década, Santaolalla editó dos nuevos discos solistas: GAS (1995) y Ronroco (1998), este último una obra de estilo andino, casi de culto, y que le abrió las puertas del cine, ya que uno de sus temas fue incluido en la película “The Insider”, de Michael Mann.

Ya en el nuevo milenio, Gustavo se convirtió en una celebridad como compositor de música para películas (“Amores perros”,”Diarios de motocicleta”, “21 gramos”) y hasta ganó dos Oscar por la bandas de los films “Babel” y “Secreto en la montaña”.

El reencuentro sigue pendiente

En los últimos años, y luego de un largo distanciamiento, tanto Ara como Guillermo volvieron a reunirse con Gustavo, a partir de la muerte de Dana, y aunque descartaron por ahora el regreso de la banda con sus integrantes originales, en varias oportunidades se reunieron a tocar en encuentros informales en Los Angeles.

Mientras, hacía 2001, Gustavo había formado el grupo Bajofondo, orientado a un tango electrónico, en 2014 presentó su disco instrumental “Camino”, con aires folklóricos, y en los últimos años se presentó en Argentina, con una virtuosa agrupación con la cual incluso recreó temas del repertorio de Arco Iris.

A fines de 2019, durante el Festival de Jazz de Buenos Aires, Ara y Guillermo volvieron a compartir escenario en el Anfiteatro del Parque Centenario, junto a músicos amigos como Abel Rogantini, Roberto Amerise y Juan Pedro Estanga.

También tocaron en el Festival Mariposas de Madera, organizado por Miguel Grinberg, con coordinación musical de Gustavo Gregorio, y en esa ocasión recrearon el “Blues de Dana” (con Marcelo Roascio como guitarrista invitado) y versionaron “Te quiero, te espero”, con la sorpresa de que Gustavo Santaolalla se integró virtualmente a través de un video.

La historia de Arco Iris tiene muchos aspectos y anécdotas relevantes, por eso el periodista especializado Fabio Scaturchio, quien entrevistó a Dana tiempo antes de su partida, concretó el libro “Arco Iris, Música y Filosofía”, próximo a editarse, sobre esta banda fundamental en la historia del rock en nuestro idioma.

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