El líder de Sumo murió hace exactamente 30 años en su casa de San Telmo, donde hoy funciona un bar. POPULAR reconstruyó los instantes finales de su vida y visitó el cementerio donde descansan sus restos. Hablan Andrea Prodan, Germán Daffunchio, Timmy McKern y Oscar Jalil

La última canción que escuchó fue una de Lou Reed. Alguna de sus últimos discos hasta ese momento, “New Sensations” (1984) o “Mistrial” (1986), que su hermano menor Andrea había grabado en un casete y le había enviado desde Roma. Canciones nuevas que a Andrea le gustaban y quería que escuchara, porque sabía que a la Argentina, la lejana tierra en la que había decidido vivir, todavía no habían llegado. Quizás fue My Friend George, el tema que le hacía acordar a su gran amigo Jorge Crespo, el que años después se convirtiera en manager de Las Pelotas. Tal vez fue otra. Pero, seguro, fue de ese casete. El mismo que Andrea encontró en el equipo de música de la habitación en la que su hermano amaneció muerto el 22 de diciembre de 1987.

"My Friend George", de Lou Reed

Luca Prodan falleció hace exactamente treinta años. Tres décadas. Mucho tiempo. Tres décadas sin Sumo. Sin él. Tres décadas sin una de las mejores bandas de rock de la historia. De la Argentina. Del mundo, por qué no. Tres décadas sin uno de los mejores y más particulares rockeros (un concepto tan amplio que a pocos les calza tan bien como a Luca) del planeta. Tres décadas de una sensación de vacío en nuestra música popular. De acordarnos de él. Todos los años. Algunos, todos los días. Tres décadas. Mucho tiempo.

Durante estos treinta años, mucho se escribió sobre sus canciones, sus aventuras y anécdotas: sobre su vida. Y, si bien no tanto, también sobre su muerte. Inesperada y esperada. Trágica, prematura, pero sobre todo, lamentable. Sí. Pero anunciada. Y por el mismo Luca.

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“La mejor manera de morir es con heroína… Porque pasás al otro lado sin sentir nada de nada. Es como un sueño”, dice Roberto Pettinato que le dijo Prodan, “muchos años antes de morir”, en su libro Sumo por Pettinato. “Yo me voy a morir dentro de poco, que va a ser muy bueno para los diarios, que van a poner una notita, con la crucecita negra…”, le dijo después al periodista Néstor Nardella, cinco días antes de cumplir el presagio, en su última entrevista. Y a muchos amigos y allegados, como bien expone Luca Prodan: Libertad Divino Tesoro, de Oscar Jalil, el mejor libro acerca de su vida y, por ende, de su muerte. “En cada entrevista que Luca concedió en 1987 e incluso antes, anunciaba que se iba a morir. Su hígado no daba más por el consumo industrial de ginebra, y dentro de la banda no podían frenar el daño que se provocaba. Un mes antes de morir, organizó una fiesta de despedida en el caserón de la calle Alsina. Conocía varias historias de la casa, pero lo que más me sorprendió fue la soledad que vivió Luca en esos tiempos finales. Ninguno de los Sumo fue a la fiesta”, cuenta hoy Jalil.

Andrea Prodan echa más luz sobre los últimos tiempos en este mundo de su hermano mayor: “Los últimos días de Luca yo los viví de lejos, porque estaba en Italia. La última vez que hablé con él fue por teléfono, cuando me llamó en un momento muy delicado, en el que yo estaba muy mal. Estaba en el medio de una filmación y tenía un estrés tremendo encima, porque era uno de los protagonistas. Y me llamó para decirme que no estaba bien, lo cual me sorprendió mucho. Me contó de sus problemas y de la situación de Sumo en ese momento, que no estaba buena, y que quería verme y otra serie de cosas. Ahí fue como que sonó una alarma y dije ‘tengo que ir a verlo’. Saqué el pasaje, pero Luca falleció prácticamente al toque, muy poco después de la llamada”.

Las muertes, aunque anunciadas, no dejan de ser sorpresivas. Y la de Luca, un tipo que llegó a la Argentina escapando de ella (casi lo agarra en su Europa natal), no fue la excepción. “Creo que ninguno de nosotros estaba preparado. Su muerte fue muy imprevista. Sabíamos que estaba muy mal, pero parecía indestructible. El día que murió nos tomó por sorpresa a todos, la verdad”, dice hoy Germán Daffunchio a POPULAR. El actual líder de Las Pelotas recuerda que ese mismo día todos los Sumo iban a ir a cobrar por primera vez a SADAIC, después de tantos años de tocar juntos: “Estaba esperando que me llamara Ricardo (Mollo) para ir y me llamó, pero diciéndome que se había muerto Luca. Era muy temprano. Fue un flash, un golpe fuerte”.

Timmy McKern, manager de Sumo y responsable de que Luca llegara a nuestro país, estaba en su casa de Hurlingham (sala de ensayo y cuartel de operaciones de la banda por aquel entonces) cuando se enteró. “Mi primera reacción fue sentir que había pasado algo que uno tenía como una idea de que podía llegar a pasar. Pero cuando pasa es una sorpresa y, obviamente, una tristeza. El resto de la banda estaba destrozada”, cuenta McKern. “La muerte es el final de una historia, un instante, y no estábamos preparados” –completa Daffunchio-. Sabíamos que podía ocurrir en cualquier momento, y, bueno, sucedió. Lamentablemente fue así. Pero hay una cosa que sí es absoluta: la certeza de haberlo acompañado hasta el último momento”.

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Andrea Prodan. Foto: Santiago Pandolfi - Diario Popular
Andrea Prodan. Foto: Santiago Pandolfi - Diario Popular

Andrea llegó a Buenos Aires junto a su madre dos días después, porque no pudo conseguir pasajes de avión para hacerlo antes. Fueron directo a Hurlingham, a la casa de Timmy. Encontraron esa pileta perfecta de la familia McKern, llena de niños chapoteando, jugando y comiendo helados de palito. Una imagen imposible para esas fechas en su Italia natal. Ahí Andrea conoció a Ricardo Mollo y a Alberto “Superman” Troglio, y se encontró también con los demás compañeros de la banda de su hermano, con quienes ya había compartido momentos en su primera visita a la Argentina. Todos estaban destruidos. Todos parecían huérfanos. No tardó en ocurrir algo mágico, una especie de exorcismo de lo que fue, para todos, demasiado: él y los Sumo tocaron prácticamente todas las canciones del grupo. Ahí, juntos, todavía con la sangre tibia del líder muerto.

“Uno dice –reflexiona Andrea treinta años después-: ‘¿por qué nadie nos contó? ¿Por qué nadie llamó y nos dijo que Luca estaba mal, que había que verlo?’. Lo que pasa es que, cuando hacés este estilo de vida… No sólo Luca estaba mal. Creo que cada miembro de Sumo vivía algún cruce importante de su vida, porque era un momento en que Sumo estaba explotando realmente. Pero también veían que Luca estaba extinguiéndose. Y cada uno tenía su rollo, su problema. Yo comprendo también que uno no está ahí particularmente preocupado por el otro, todo el tiempo”.

Las causas de muerte de Luca nunca quedaron del todo claras. Diario Popular, y la gran mayoría de los medios del momento, replicaron la versión médica oficial: “consecuencia de un paro cardíaco”. Pero también se hicieron eco de versiones que ganaron fuerza con el tiempo: la cirrosis hepática que lo afectaba y una posible sobredosis. Tanto en su libro, como hoy a este medio, Jalil señala: “Según Silvia Ceriani, su novia de ese momento, Luca murió, mientras dormía, por culpa de la cirrosis. Sus amigos admitieron otra versión: fue una sobredosis de una mezcla de sustancias entre las cuales la heroína formaba una parte del cóctel”.

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La muerte de Luca Prodan, en la tapa de Diario Popular del 23 de diciembre de 1987<br>
La muerte de Luca Prodan, en la tapa de Diario Popular del 23 de diciembre de 1987
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Fuese cual fuese el detonante, Prodan perdió la vida de madrugada, en la pieza que ocupaba su pareja Silvia del caserón que funcionaba como conventillo, ubicado en Adolfo Alsina 451, en el barrio porteño de San Telmo. Cuarto donde, luego del aviso de algún inquilino del lugar, Diego Arnedo, Daffunchio, Mollo, Pettinato, Superman y Timmy vieron su cadáver la mañana siguiente. Con una sonrisa. “Su sonrisa era de paz… de… como dijo él, de pasar al otro lado sin sentir nada”, describió Pettinato en su libro. O tal vez era su típica sonrisa irónica, la que Daffunchio recuerda hoy cuando piensa en Luca, la que todos vieron por última vez en esa habitación.

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El cuarto donde murió Luca Prodan, en la casa de Alsina 451. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular<br>
El cuarto donde murió Luca Prodan, en la casa de Alsina 451. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular

“Estaba todo prácticamente intacto. Estaba todo, salvo algunos objetos que se afanaron –recuerda Andrea de cuando la visitó, dos días después-. Vi los casetes y saqué el que estaba en la casetera, que era el que yo le había mandado de Roma. Todavía lo conservo. Después, el lugar… No era una casa que me vibrara muy bien. Obviamente, porque vos sabés que ahí murió tu hermano. Pero era un lugar denso, en una zona densa. Luca mismo decía que escuchaba ruido de cadenas, de gritos y otras cosas".

La leyenda cuenta que tiempo después se descubrió, debajo de esa misma habitación, un lugar donde una familia muy tradicional e importante de Buenos Aires ataba a sus esclavos negros. Cuando se portaban mal, los ponían bajo agua por horas, una especie de tortura. "Y es muy loco", dice Andrea, "porque, en sus últimos días, Luca decía que escuchaba sonidos de gritos y cadenas”.

Jalil da fe de esa historia, al igual que Ariel Bélont, quien en la actualidad regentea el bar y sala de recitales que funciona en la casa donde Luca vivió y murió: “Tenés que bajar con máscara de oxígeno. Son túneles que están debajo de la casa y vienen como desde Plaza de Mayo. Yo no bajé, pero lo vi a través de un agujero que se hizo en el piso cuando pusieron unas cerámicas. Antes había un chabón al que le decían el Suizo (NdR: Alejandro Kalbermatter, quien convivió allí con Luca), y el Suizo sí bajó varias veces. Y las historias que se cuentan… No sé, capaz que es porque es una casa vieja, pero algunos ruidos se escuchan. Y un día querés usar un enchufe y no anda, y al otro día anda... Qué sé yo”.

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<p>Ariel Bélont, administrador del bar que funciona en la casa donde murió Luca Prodan. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular</p>

Ariel Bélont, administrador del bar que funciona en la casa donde murió Luca Prodan. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular

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<p>El cuarto que ocupaba Luca Prodan en la casa donde murió. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular</p>

El cuarto que ocupaba Luca Prodan en la casa donde murió. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular

Aquel 22 de diciembre, quienes se ocuparon del cuerpo de Luca no escucharon nada. Sólo algunos ruidos molestos que venían desde otra parte. “Recuerdo mucho todas las boludeces que dijeron por televisión. La cantidad de gente que quería figurar delante de las cámaras”, dice, todavía con bronca, Daffunchio. Habla de la transmisión que se hizo del funeral y el entierro de Prodan; la que Andrea y su mamá vieron al llegar al país. Una escena que el propio Andrea define como “surreal”. “No sé qué noticiero lo mostraba. Recuerdo a su madre, obviamente muy triste, diciendo que estos años en la Argentina habían sido años extra para Luca. Ella lo había cuidado antes, cuando se estaba recuperando de un coma hepático que tuvo en Londres. Mucho más que eso no hablamos”, rememora Timmy a POPULAR.

Imágenes de la transmisión del entierro de Luca Prodan, que aparecen en el documental "Together"

Luca fue velado en una cochería ubicada en la Avenida Belgrano, en Avellaneda. Sus restos fueron trasladados al cementerio del mismo partido bonaerense, en Villa Domínico. Allí reposan treinta años después, aunque hubo una mudanza interna hacia una plazoleta del predio, porque los fans que visitaban su tumba original dañaban y deterioraban las lápidas vecinas. “Alguna vez fui a la tumba, cuando todavía estaba en el otro lugar. Después no fui más. Lo más importante es la vida, lo que viviste. Lo que está adentro de tu corazón. Y eso está conmigo todo el tiempo. No hace falta ir a ver algo que es más para la gente, ¿no?”, piensa en voz alta Daffunchio.

Como sea, la tumba es visitada año a año, desde hace tres décadas, por cientos (¿o miles?) de admiradores que sienten la necesidad de acercarse a su ídolo. “Botellas de cerveza, de ginebra, cadenitas, relojes, pulseras, zapatillas, bombachas, corpiños… ¡de todo le deja la gente!”, cuenta un antiguo empleado del Cementerio de Avellaneda acerca de las ofrendas que los jóvenes, y no tanto, dejan en la piedra semicircular que trajo Andrea Prodan desde las sierras de Nono para reemplazar el viejo sepulcro de su hermano. Las visitas mermaron con el tiempo, aunque crecen en cada aniversario.

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Tumba de Luca Prodan. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular
Tumba de Luca Prodan. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular

Este viernes 22 de diciembre de 2017 es uno de esos aniversarios. Uno más. Treinta años sin uno de los mejores rockeros del planeta. Tres décadas sin una de las mejores bandas de la historia. Mucho tiempo, sí. “Todos los que vieron a Sumo en vivo quedaron pegados a un recuerdo imborrable, porque no había nada igual. Y esa visión se expandió aún más después de la muerte de Luca. Muchos chicos crecieron con esa ausencia y eso ayudó a expandir el mito, sumado, claro, a su muerte joven”, analiza Jalil sobre la vigencia de su leyenda. Algo por lo que Daffunchio, co-fundador de Sumo y amigo de Prodan casi desde su mismísima llegada a la Argentina, no se preocupa: “Nunca le presté demasiada atención a lo que se dijo de Luca, ni antes ni después de su muerte. Todo lo que empezó a tejerse alrededor de él es parte de lo que es la mitología. Y los mitos traspasan la verdad y la mentira”.

Cierra: “Cuando las cosas suceden está todo lo que vos hiciste. Y a mí lo que más me importa es eso. Nosotros siempre supimos que estábamos haciendo un lindo quilombo. Y puedo decir que nuestra historia fue siempre de verdad. En este país los ídolos o muchos de los grandes mitos son mentira. En ese sentido, me parece mucho mejor que se idolatre a Luca Prodan que a muchos de los sátrapas que tenemos acá”.

¿Qué representa Luca Prodan hoy, a treinta años de su muerte? ¿Quién fue Luca Prodan en la cultura popular argentina? Muchas cosas. Distintas. Según quién y para quién. Incluso para quienes lo conocieron y fueron parte de su historia. Timmy McKern no lo sabe. Dice que deberíamos preguntárselo a los demás. A nosotros mismos. Daffunchio y Jalil arriesgan un concepto para pensar en él: la libertad. “Mostró qué era ser una persona libre, y en un país que no era libre, de alguna manera, desafió a todos”, dice el guitarrista. El autor y periodista completa esa idea: “Fue un aliado para saber qué es la libertad, que nos ayudó a liberar ataduras y represiones a todos los que vivimos la adolescencia en tiempos de dictadura”. Andrea, en cambio, asocia a su hermano con el “misterio”.

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Tumba de Luca Prodan. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular<br>
Tumba de Luca Prodan. Foto: Laura Tenenbaum - Diario Popular

Luca Prodan falleció hace exactamente treinta años, en la pieza de su novia Silvia, en la casa que compartía con ella y tanta otra gente de Adolfo Alsina al 400, en Buenos Aires, Argentina. Fue enterrado en un sector popular del Cementerio de Avellaneda, y luego mudado a una plazoleta del mismo campo santo, debajo de una piedra redonda de Nono, Córdoba, uno de sus lugares favoritos en el mundo. Hoy, vive en la música. Esa fuerza que lo atravesó, y con la que nos atravesó a todo el resto, desde el principio hasta el fin de sus días. Todos tenemos una primera canción y tendremos una última. La de él fue una de Lou Reed. La de muchos fue, es y será suya.

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