Con un escenario nutrido de músicos que incluyó el retorno del bajista, a pedido de Rose, el grupo rockero que revivió el heavy volvió a sonar en Buenos Aires. Clásicos y modernos con bengalas y la fidelidad de los fanáticos
La espera terminó, dijo un fanático en la puerta del Estadio de Ferro parafraseando un viejo slogan y entusiasmado por ver, por fin, a los Guns n' Roses. Enseguida, las dos pantallas gigantes exhiben a un casi irreconocible Axel Rose, en relación a aquel de 1993 y la obviedad del paso del tiempo se cae, cuando los integrantes de la banda confirman el regreso.
La canción de Chinese Democracy, el último y controvertido disco, demuestra las ganas de diferenciarse de los años dorados con Slash, el virtuoso guitarrista y gran ausente de la noche.
Afortunadamente, la vuelta de Duff McKagan como bajista, es celebrada por los fanáticos, que ven cómo algunas púas son arrojadas desde el escenario. Más rápido de la cuenta, la bandera argentina es exhibida para dejar en claro que no habrá reacciones ni polémicas extramusicales en el show.
Los guitarristas cumplen con las sugerencias del bueno de Axel, DJ Ashba, Ron Bumblefoot Thal, Richard Fortus, mientras que el pianista Dizzy Reed, el bajista Tommy Stinson, el tecladista Chris Pitman y el baterista Frank Ferrer, multiplican la potencia de los creadores de Jungle.
Los falsetes de Rose fueron reemplazados con un tono grueso con más de carraspera que de impostura de líder sexy. Aun cuando conserve un sombrerito al tono y botas de muchacho recio. Igual no es esto lo que importa a los casi 18 mil espectadores en Ferro, sino el recorrido clásico donde no falta ni heavy ni hard ni punk rock. Así, los Guns cumplen con buena parte de lo que se espera: lo mejor de Appetite For Destruction y Use Your Ilusion I y II, discos emblema de los 90, surgen en canciones como Jungle y Estranged, entre los más celebrados de la noche.
El silencio del arranque quedó relegado con el correr del show. Axel, elogió al gran "retornado", en alusión a McKagan, pero también obligó al público a alejarse del escenario al momento de las bengalas. "Hagamos todo lo posible de gozar una noche tranquila", propuso, mientras sus fieles retrocedían obedientes. A puro rock, la noche se fue extinguiendo y la platea de Caballito se transformó en una sábana blanca, con sus celulares encendidos. November Rain sonó con tanta fuerza, acaso buscando que una lluvia porteña corone la jornada. Fallida ilusión, Guns sin el solo de Slash, sonó como reflejo de lo que supo ser.
comentar