Muchos cinéfilos pueden creer que fue Sylvester Stallone el primero en compensar poca (o nula) capacidad actoral con músculos de acero, pero lo cierto es que Rocky se estrenó en 1976, siete años después de "Hércules en Nueva York" (Hercules in New York, 1969), la primera producción de Arnold Schwarzenegger en los EE.UU.
Para ese entonces, Arnold contaba con 22 jóvenes años y llegaba a ese país con el título de “Mr Universo” que había obtenido dos años atrás de manera amateur y que ostentó hasta 1970 de manera profesional. Pero además, Arnold también obtuvo y conservó el título de Mr. Olympia desde 1970 a 1977.
Sin embargo, su metro ochenta y ocho de altura y su impresionante físico (que le habían ganado el apodo del “roble austríaco”) llamaron la atención del productor Aubrey Weisberg, un británico que desde hacía más de 25 años realizaba películas de bajísimo presupuesto y que vio en Arnold una mina de oro. Se ve que Weisberg tenía buen ojo.
De esta manera, el productor convenció a Arnold de protagonizar Hércules en Nueva York, otro cocoliche fílmico que, sin embargo, tiene sus momentos.
El título no es metafórico ya que, efectivamente, Arnold encarnaba al semidiós griego que, aburrido de ver todos los días las mismas caras en el Olimpo, le insiste a su padre Zeus (Ernest Graves) que lo deje regresar a la Tierra. Tanto es el desgaste y las discusiones que Zeus se deja llevar por su legendaria ira y le lanza uno de sus rayos (hechos de alambres de construcción) y lo envía a la Nueva York de 1969.
Allí, comienza esta comedia que se basa principalmente en exhibir al fisicoculturista casi todo el film mientras busca una forma de sobrevivir en un mundo que ya no cree en dioses. En las calles de la populosa ciudad, Arnold conoce a Pretzie (Arnold Stang, que hacía la voz de Don Gato en la recordada serie animada), un hombre común y corriente que enseguida se convierte en su compañero de aventuras. Juntos logran un contrato para convertir a Hércules en un luchador de catch pero eso llama la atención de Zeus (no se sabe cómo ya que vive en el pasado) y éste envía a algunos dioses a detenerlo.
Los dioses enviados por Zeus fallan miserablemente hasta que Hera logra despojarlo de su divinidad con un veneno que lo convierte en mortal. A punto de morir a manos de unos mafiosos, Hércules recibe de nuevo sus poderes por parte de su padre y se salva. Resignado, acepta su destino en el Olimpo y regresa a su hogar, aunque ahora es Zeus el que se decide tomarse unas vacaciones en el mundo moderno.
La película tiene varias particularidades, propias de los films de bajo (bajísimo) presupuesto de los años ´60 como el hecho de que las escenas que requieren efectos especiales dejan todo el trabajo librado a la imaginación del espectador ya que cuando el personaje realiza saltos increíbles, otros actores miran al cielo como si realmente los hiciera, o cuando utiliza su superfuerza, la cámara lo toma terminando de empujar un auto ya casi dado vuelta.
Otras de las “rarezas” es que, dado el fuerte acento austríaco de Arnold, éste fue doblado por un actor norteamericano, algo muy propio de los films de esa época en la que se filmaban “spaghetti westerns” con actores italianos o españoles que sufrían el mismo destino.
La película tuvo un costo de 300 dólares y de ninguna manera se convirtió en un clásico aunque es la primera en la filmografía oficial de Arnold, y hace unos años la productora vendía en eBay los derechos por un costo de 500 mil dólares, un “vuelto” para el actor.
Pasaron más de 10 años hasta que el fortachón logró dominar (o como se llame a eso que hace) el acento norteamericano a través de trabajos en series como Las Calles de San Francisco (The Streets of San Francisco, 1972-1977) o telefilms como The Jayne Mansfield Story (1980) hasta que le llegó su gran oportunidad como Conan el Bárbaro (Conan the Barbarian, 1982) y Terminator (1984) y de ahí en más, comenzó su largo camino al estrellato que hoy continúa con films como Terminator Destino Oculto (Terminator Dark Fate, 2019), la sexta entrega de la franquicia que lo tiene ahí, bien plantado como un roble austríaco.
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