Los dirigidos por Diego Giustozzi —el padre de la bestia— demostraron un fútbol brutal. Ahogaron en la presión, manejaron la pelota y aprovecharon las situaciones claras de gol. Los tantos los convirtieron Taborda, Stazzone, Basile, Cuzozolino y Battistoni. El equipo brilló: en ningún momento corrió riesgos y, con ímpetu y personalidad, accedió al partido anterior a la final.
Del otro lado de la llave están Irán y Rusia. Ambos son —por igual— las grandes sorpresas del torneo: los asiáticos retiraron a Falcao, el mejor jugador de la historia del deporte, eliminando a Brasil por penales en octavos de final; los rusos, por su parte, sacaron con una goleada a España en cuartos de final. La última vez que Argentina alcanzó las semifinales fue en el Mundial de China Taipei, en 2004.
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