En números concretos, hay una realidad empírica: en las calles de la moderna Medellín, cada una camiseta del DIM, hay diez de Atlético Nacional. El Gigante de la Montaña, como le dicen en Colombia, es un equipo de segunda línea. Sufre una rivalidad desequilibrada con el otro equipo de la ciudad. A diferencia del Verdolaga, no tienen una historia voluminosa. En sus vitrinas hay seis torneos colombianos: cuatro de ellos del 2002 en adelante. Lo que identifica al rival de River del miércoles en el debut en Copa Libertadores es el presente de abundancia.
Luis Zubeldía es responsable de que el equipo luzca la etiqueta de equipo sensación. Sostuvo la base construida por Leonel Álvarez, artífice del éxito en el primer semestre del 2016, que cortó una racha de seis años de malaria. DIM, ahora, es líder del torneo con 22 puntos, cinco más que su enemigo. Ganó siete encuentros —acumula cuatro al hilo—, igualó en una ocasión y perdió solamente una vez. Promedian más de dos goles por juego. En Colombia, son el equipo al que nadie quiere enfrentar.
Tienen algunas bajas sensibles. Valentín Viola, el ex Racing, se está recuperando de un desgarro y está en duda. Llegó como refuerzo a principios de año. En seis partidos gritó tres goles. Mostró su jerarquía, que parecía haber olvidado. Con Zubeldía se potenció. Juan Fernando Caicedo, aquel centrodelantero negro por el que apostó Américo Gallego para salvar a Independiente del descenso, tampoco llegará en condiciones. Él también hizo tres tantos.
Sin embargo, jugarán dos futbolistas de jerarquía. Juan Quintero vivió la clásica travesía del futbolista colombiano: irrumpir en el fútbol local con la categoría de los talentosos, marcar la diferencia, irse a un club europeo de segunda línea, deambular entre diferentes ligas y regresar a Colombia joven. A los 24 años, tres años después de jugar el Mundial de Brasil y de ser elemento de recambio en Pescara, Porto, y Stade de Rennais, es la manija del equipo. Christian Marrugo lo acompaña: es el capitán del equipo, dueño de un buen pie y una entrega soberbia.
Para colmo, el DIM llegará con seis días de descanso: su último encuentro fue el último jueves, en una goleada contra Deportivo Pasto.
River jugará un partido con varios obstáculos. Deberá medirse ante un rival con fluidez, un elemento que no corre por el río del Millonario. Tendrá que soportar los 1600 metros de altura del Atanasio Girardot, que además estará colmado de hinchas ruidosos. Acumulará 15 horas de un viaje digno de Gulliver. Y estará obligado a mostrar una mejor cara.