La figura de Carlos Bianchi, intocable e incomparable dentro del mundo Boca, está exenta de los murmullos y los insultos que se generaron alrededor del juego xeneize en estas dos primeras presentaciones, Huracán por Copa Argentina y Newell's, de este nuevo ciclo.
Sin embargo, esto no implica que el entrenador no cargue con una gran porción de las culpas de este arranque deslucido y perdedor de su equipo. Y por eso hasta el más fanático, memorioso y agradecido de los hinchas de Boca arrastra un sentimiento de desilusión por el presente y la conducción de un equipo que todavía no arrancó y que, lo que es aún más traumático, en estos ciento ochenta minutos oficiales no mostró señales que inviten a imaginar un futuro inmediato exitoso.
Atrás quedaron el segundo puesto en el certamen pasado, que no alcanzó para sacarle la corona al máximo rival, y también la cosecha de 61 puntos de la sumatoria global de la 2013-14 que tampoco valió para sellar el objetivo de clasificar a la edición que viene de la Libertadores.
Hoy la cuestión pasa por la falta de respuestas a situaciones muy puntuales. Porque este Boca no muestra una idea futbolística, el equipo se para como protagonista pero dentro de esa postura da la sensación que juega a lo que le salga, cuenta con futbolistas que arrastran desde hace tiempo un flojísimo nivel y siguen como titulares, Hernán Grana y Emmanuel Gigliotti fueron los más reprobados el domingo por la gente, los refuerzos no encajan y el que se muestra como el más útil, Federico Carrizo, fue la primera carta de recambio a la hora de los cambios.
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