Ante esta lectura de los hechos, habría que apelar a una breve definición de autor anónimo: ¡Chocolate por la noticia! Es realmente imposible que la ausencia de Messi no tenga una altísima influencia en las posibilidades del equipo. Le ocurre al Barcelona, por encima de todas las estrellas que integran su plantel y del gran funcionamiento ya registrado como una marca. Y por supuesto le pasa a la Selección, cualquiera sea el entrenador que la conduzca.
Si se considera con certeza absoluta que Messi es irreemplazable como lo fueron Pelé en Brasil, Johan Cruyff en Holanda y Diego Maradona en Argentina, esperar o pretender que su ausencia pueda ser disimulada por una estructura colectiva, no deja de ser apenas una expresión de deseos.
Aún jugando en un nivel alejado de los brillos y esplendores (como lo hizo por ejemplo en los 4 partidos finales de Brasil 2014 ante Suiza, Bélgica, Holanda y Alemania), Messi fue el jugador más desequilibrante de la Selección. El que más aportó en ataque, el que más inventó lo que no puede inventar nadie, el que más llegó a posición de gol y el que participó de todas las maniobras ofensivas.
No hizo ningún gol en esos 4 encuentros y Argentina solo logró conquistar 2: Di María ante Suiza con una gran habilitación de Messi e Higuaín a Bélgica, después de un rodeo de Messi frente a 3 rivales a 35 metros del arco adversario.
Si hay que acomodar el lente para observar el pasado, no nos neguemos a ese escenario: ¿qué hubiera sido de Argentina en México 86 sin la presencia extraordinaria de Maradona? ¿Habría salido campeón del mundo la Selección que dirigía Carlos Bilardo? La respuesta es inapelable: no.
¿Qué hubiera sido de Argentina en Italia 90 sin Maradona? ¿Habría llegado a jugar la final frente a Alemania, después de cruzarse con Brasil, Yugoslavia e Italia? La respuesta es inapelable: no.
¿Qué hubiera sido de Argentina en USA 94 si a Maradona la FIFA no lo sacaba de circulación por el doping encontrado en la primera fase ante Nigeria? La ausencia posterior de Maradona terminó derrumbando al equipo que conducía Alfio Basile, cayendo en el partido siguiente 2-0 con Bulgaria y en octavos de final contra Rumania por 3-2.
Brasil en el Mundial de Chile en 1962 pudo reemplazar a un genio de la dimensión de Pelé (se lesionó en la primera ronda en el segundo partido ante Checoslovaquia y quedó fuera de la competencia) por otro genio de la dimensión de Mané Garrincha, factor determinante en la consagración brasileña.
El malogrado Garrincha (murió a los 49 años el 20 de enero de 1983 en la más absoluta miseria) fue tan decisivo en 1962 como lo fue Pelé en México 70, Cruyff en el 74 y Maradona en México 86. Pero la memoria colectiva no registra estas excepcionalidades. ¿Cuáles? Perder a un genio y encontrar a otro genio durante un Mundial. Solo Brasil pudo disfrutar de este episodio futbolístico totalmente infrecuente.
Aquella recordadísima Holanda de 1974, cultor muy avanzado del pressing asfixiante y de la circulación veloz y dinámica de la pelota atrapando los espacios y los ritmos del partido, nunca más recuperó esa voracidad ofensiva y ese funcionamiento espectacular que tuvo con Cruyff en la cancha.
Ya sin él, Holanda quiso mantener un estilo y una idea. Y de hecho lo hizo, pero el talento y la versatilidad creativa de Cruyff nunca tuvo reemplazo. Ni aún con el tridente de Ronald Koeman, Rudd Gullit y Marco Van Basten en los 80. Ni tampoco con Patrick Kluivert y Dennis Bergkamp en los 90.
Cruyff fue insustituible por todo lo que jugó y por todo lo que contagió en su rol de líder estratégico. Y Holanda no repitió la maravillosa sinfonía que regaló al mundo en Alemania 74, cuando cayó en la final dejando un legado conceptual que hasta hoy perdura.
La pregunta que puede formularse y que puede extenderse es la que no se va a agotar hasta que Messi anuncie su retiro del fútbol: ¿qué hay que esperar de la Selección sin Messi? ¿Un equipo como el que se vio ante Venezuela sin vuelo y sin juego ofensivo? ¿O un equipo que no exprese en sus movimientos y en su rendimiento la ausencia del crack?
Ni una cosa ni la otra. La Selección debería mostrar una imagen más activa y convincente en cada oportunidad en que Messi no juegue, para no quedar tan expuesto como frente a Venezuela. Pero la realidad es que el fútbol no se resuelve ni desde la táctica ni desde el voluntarismo. Se resuelve desde el conocimiento. Como el arte, la política, las ciencias sociales, la economía, la vida y la muerte.
No depender de Messi suena absurdo. Argentina tiene que depender del genio de Messi. Esto no significa que haga todo, que construya todo y que sin él se derrumbe todo. Pero, más allá de los puntos extremos, hay un hecho incontrastable: juega para Argentina. Claro que un día Cruyff, Pelé y Maradona, se despidieron. Y nada fue igual.
Con Messi va a ocurrir lo mismo.
comentar