En un encuentro memorable, el Rojo se impuso por 5-3, alcanzó el cuarto triunfo al hilo y se puso a un punto de River. El equipo de Almirón perdía, lo dio vuelta y se lo empataron a poco del final. En el descuento, Riaño y Mancuello desataron la fiesta.
Si algún corazón había quedado sano después del combo de angustia que significó para Independiente el descenso primero y el ascenso después, anoche, bajo la lluvia, el cuadro de afecciones cardíacas se completó. El Rojo, que volvió a sumar de a tres y se arrimó (a un punto) a la orilla donde River (su próximo rival) nada en los más alto del torneo, ganó un partido espectacular, emocionante, cargado de expectativa y decorado por todos los ingredientes sentimentales que puede albergar el fútbol.

Ocho goles (dos en tiempo de descuento y dos de un arquero), tres penales, varias polémicas, resultados cambiantes y final incierto
. Además, Tula, lesionado en el hombro, terminó jugando de nueve porque Almirón ya había hecho los tres cambios. Una noche memorable.

No fue un partido bien jugado, hay que decirlo. Porque no tuvo lucidez ni actuaciones -salvo la de Pisano que entró en el segundo tiempo- descollantes , pero desde las ventajas que dieron los dos en el fondo y la enorme actitud que mostraron los jugadores de los dos equipos, se armó un duelo apasionante.

Lo empezó ganando Quilmes, muy temprano, cuando el Chirola Romero leyó muy bien las intenciones de la última línea del local, achicando más de lo aconsejable, y habilitó a Sarmiento quien escapó en soledad, encaró a Rodríguez y definió. Pero pronto lo empató Independiente, gracias a un penal ejecutado por el arquero rojo (un patadón de Martínez en la cabeza de Lucero que Echenique ignoró en un principio pero su asistente Scime le hizo corregir).

Así  terminó la primera parte. Pocas luces, muchas ganas, lluvia y discusiones (el árbitro había omito sancionar un penal por bando). Pero faltaba lo mejor. Almirón, que no se anda con medias tintas, echó mano a los cambios. Mandó a sus alternativas preferenciales, Pisano y Pizzini, y le dio más vida al ataque del equipo. A poco de entrar en juego, Pisano dribleó en el área y Martínez lo volteó: pena claro que otra vez el Ruso Rodríguez transformó en gol y, en este caso, en ventaja. A partir de allí Independiente mostró su mejor cara y, de la mano de Pisano llegó al tercero: slalom, remate de zurda, flojo rebote de Dulcich y aparición de Riaño para anotar el tercero.

Parecía que estaba todo resuelto, pero había más sorpresas. Breitenbruch se fue lesionado (el Rojo agotó los cambios). Quilmes se animó y fue para adelante. Tula, en un brazo, volteó a Klusener en el área y el delantero cambió falta por descuento. Faltaba poco para el final; Almirón rearmó la defensa para que Tula se fuera al área rival. Hubo un corner para Quilmes, la pelota llegó al segundo palo y allí, muy solo, apareció Zacaría para anotar un empate que dejó al estadio mudo.

Pero quedaban unos minutos. Pisano volvió a la carga, generó un corner y, tras ese centro, apareció Riaño con una tijera espectacular para sellar su doblete. Iba un minuto de descuento; dos después,  en la última contra, Montenegro le sirvió el quinto a Mancuello que desparramó a Dulcich y transformó la noche lluviosa en una fiesta.

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