Hoy La Bombonera no habló: aulló. Se agotó de los discursos sin mirada autocrítica de su técnico y del juego inocuo de su equipo. Boca no juega a nada. Y si lo hace, no se entiende. Rafaela lo superó en todos los sectores de la cancha. El resultado murió en 0-3. Quizás los santafesinos se quedaron cortos.
Después del primer gol, en el final del primer tiempo, la hinchada se exasperó. Primero, contra una elección de Bianchi: sacó a Emmanuel Gigliotti, salvador en Córdoba, y puso a Andrés Chávez. Silbidos. No a él, si no, a su intención: en la derrota, el "Virrey" no fue audaz y modificó puesto por puesto.
El ingreso del ex Banfield no cambió nada. Y sonó un clásico: "Movete, Boca. Movete. Movete y dejá de joder que esta hinchada está loca: hoy no podemos perder".
Todo igual: un equipo apático, inexpresivo, frágil. Los fanáticos buscaron apuntar un poco más hondo: "La camiseta de Boca se tiene que transpirar, y si no se la pongan: vayansé, no roben más". En el medio de ese griterío, Pol Fernández, producto manufacturado en Casa Amarilla, convirtió el tercero. Levantó una mano, como si se sintiese culpable de lo que pasaba en un sector de las plateas: varios abonados se retiraron 20 minutos antes de que finalice el partido.
Ellos, los apurados, se perdieron un hit más: "Miren miren qué locura, miren mire que emoción, sáquense la camiseta y dénsela a la hinchada que juega mejor".
Goleada histórica de Atlético Rafaela. Destapó una olla que se cocina a fuego lento: la insostenible continuidad de un entrenador sostenido únicamente por sus laureles.
Que dejó la cancha entre silbidos e indiferencia.
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