Con tan solo 18 años, Yamal ha decidido alejarse conscientemente de la sombra del astro argentino para trazar su propio camino, con personalidad, convicción y una madurez que desarma las comparaciones.

En plena euforia del Lamine Yamal-show en el FC Barcelona y la Selección Española de Fútbol, una de sus últimas declaraciones ha prendido como la pólvora: “No quiero ser Lionel Messi”.

Con tan solo 18 años, Yamal ha decidido alejarse conscientemente de la sombra del astro argentino para trazar su propio camino, con personalidad, convicción y una madurez que desarma las comparaciones.

El inicio del paralelismo

Desde que irrumpió en el primer equipo del Barcelona siendo aún adolescente, Lamine Yamal se convirtió en un fenómeno mediático y deportivo. Su irrupción fue tan potente que los medios y analistas comenzaron a trazar paralelismos inevitables con Messi: misma cantera, eléctrico 10, destellos prodigiosos.

Pero, paradójicamente, Yamal ha adoptado una posición clara y calculada: “No quiero ser Messi y él lo sabe”. Esa frase, formulada con tranquilidad y convicción, refleja un mecanismo de liberación individual. En el fondo, lo que transmite es: admiro, pero no imito; respeto, pero no replico.

Al margen de su búsqueda de identidad, su rendimiento pone a muchos pronosticadores de las apuestas deportivas en alerta, porque se habla de activo inmediato para logros mayores, lo que incrementa su valor en mercados de predicción, tanto en títulos de club, trofeos internacionales como galardones individuales. Desde este prisma, su decisión de no jugar la comparación con Messi es estratégica, porque permite que se le evalúe por lo que ya es, no por quien pretenden que sea.

De la Masía al número 10

Lamine Yamal nació en Esplugues de Llobregat y se formó en la prestigiosa cantera del Barcelona.

Su debut en el primer equipo, siendo apenas un adolescente, rompió varios récords de precocidad. Por ejemplo, alcanzó los 100 partidos oficiales con el club antes de los 18 años, con cifras de goles y asistencias que superaban las que tenía Messi a esa edad.

Sin embargo, ningún hito cuantitativo parece importar tanto para él como su mensaje cualitativo: “jugar para que la gente se divierta, no para romper récords”.

En este contexto, resulta llamativo que una estrella en ascenso prefiera desligarse de una figura mítica. ¿Por qué? Porque el peso de la comparación a menudo devora al talento joven, con la presión excesiva, el molde impuesto, el camino preconcebido. Y Yamal parece saberlo. Es la forma de abrir la puerta para construir su identidad futbolística sin condicionantes.

Filosofía de juego y mentalidad

Para Yamal, la clave está en ser él mismo. En la entrevista concedida al programa 60 Minutes de la cadena CBS, el jugador repitió que Messi «es el mejor de la historia», pero que ese no es su objetivo: “ni yo quiero ser Messi, ni él quiere que yo sea él”.

En esa misma charla, agregó que juega “para que la gente disfrute” y descartó obsesionarse con estadísticas o récords, lo cual revela una madurez notable, al centrar su energía en el disfrute, el juego y en inspirar a los niños. Ya no es “el heredero de”, sino “la inspiración de”.

Y eso no significa que aborte la ambición. Todo lo contrario, su aspiración es alta, pero su mirada es horizontal. No busca emular a Messi, busca hacer suyo el legendario dorsal 10 del Barcelona con otra impronta.

Desde la perspectiva del juego, esto se traduce en libertades ofensivas, dribles, verticalidad, encaramiento de rivales, riesgos. Pero también en una cabeza equilibrada: sabe que la fama tiene coste, pero que él puede controlar lo que depende de él.

¿Y del éxito individual y colectivo? ¿Qué implicaciones tiene?

El mensaje de Yamal tiene inevitable reflejo en lo que viene. El Barcelona confía en él como eje del proyecto; la selección española le ve como puntal generacional. Todo ello mientras el mercado de apuestas deportivas ya lo señala como favorito para futuros grandes éxitos, premios y reconocimientos. Esa convergencia no es azar.

Colectivamente, con el Barcelona y España, Yamal tiene camino para conquistar LaLiga, Champions, Eurocopas/Mundiales. Su presencia ya impacta en la ecuación de títulos que muchos analistas y casas de apuestas contemplan como “próximos ganadores”.

Individualmente, con los premios al jugador joven, al mejor del torneo, galardones globales… Ya se menciona que está entre los favoritos al Balón de Oro en el medio plazo.

Y su marca personal, al desligarse de Messi, al desarrollar una voz propia, también construye una narrativa de autenticidad. Esa narrativa potencia su perfil mediático, lo que alimenta el valor comercial y de imagen.

Lo que aún debe sortear

Por supuesto, el camino no está libre de trampas. A pesar de su talento y mentalidad, Yamal tiene por delante varios retos. Por un lado, la consistencia, porque aunque ha brillado, mantener el nivel, temporada tras temporada, es el verdadero filtro del grande.

Las lesiones o el desgaste, ya que ser tan joven y tan requerido puede llevar a sobrecargas, presión mediática o atribuciones prematuras.

La gestión mediática y personal, liberarse de la etiqueta de “nuevo Messi” es un acierto, pero ahora debe gestionar su nueva etiqueta: “superestrella emergente”. Y por último, el éxito colectivo, pues no basta con desempeño individual; títulos, partidos decisivos ganados, liderazgo real… eso convierte a un buen jugador en leyenda.

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