No fue, según cuenta el periodista Martín Mazur en un artículo publicado en El Gráfico, la única versión que se adujo sobre su no arribo al país. Hubo, también, otras leyendas: que la mujer no le había dejado viajar, que se había peleado con la asociación del fútbol de su país por un tema de sponsors, que tenía temas internos con sus compañeros. Todo quedó enterrado cuando el holandés explicó qué sucedió.
Fue una noche la que cambió la historia. Cruyff y su familia sufrieron un intento de secuestro, a finales de 1977, en Barcelona, donde el crack jugaba. Él mismo lo contó en 2010, en una entrevista con Radio Cataluña: "Deben saber que yo he tenido problemas en el final de mi carrera como jugador en este club. Pero no sé si ustedes saben que alguien me puso un rifle en la cabeza y me ató, y ató a mi mujer enfrente de mis hijos en nuestro departamento de Barcelona", dijo.
La situación generó un trauma familiar. Los hijos empezaron a ir a la escuela con guardia personal, él iba a los partidos con custodia: durante cuatro meses, tuvieron seguridad en su casa. "Todo esto hace cambiar tu punto de vista sobre muchas cosas. Hay momentos en la vida en los que hay otros valores. Queríamos parar y ser un poco más sensatos. Era el momento de poner el fútbol a un costado. No podía jugar un Mundial después de eso", reflexionó en aquel entonces.
Holanda lo necesitó, al menos durante 30 minutos. La Naranja Mecánica brilló en la Copa del Mundo que finalmente ganó Argentina, pero cayó en la final. Los dirigidos por César Luis Menotti ganaron 3-1 en tiempo suplementario, con dos goles de Mario Alberto Kempes y uno de Daniel Bertoni. Dick Nanninga había igualado para los europeos.