Con suplentes, el Millonario igualó ante el Tatengue por 2-2: Malcorra, de tiro libre, llenó de nervios al Monumental. Gamba, Cavenaghi y Driussi habían converitdo antes. De local, a River le cuesta. Gallardo se fue preocupado.
Del verano al invierno. Así, sin escalas. Sin otoños ni primaveras. River empató 2-2 un partido que tendría que haber liquidado en el primer tiempo. En el balance el saldo es negativo: como contra Quilmes, como frente a Tigres, no termina de imponer en el resultado la supremacía que demuestra en el juego.

A los del Muñeco Gallardo los rivales no le hacen sombra. Son lobos que esperan un error de la presa para despedazarla. River da esas concesiones. Tiene serias fallas defensivas. Y ahí estuvo el problema de esta noche: una falla de cálculos de los defensores y una pésima respuesta de Julio Chiarini le dieron el empate al "Tatengue".

Con la pelota, el "Millonario" sostiene —de a ratos— el juego fluido, eficaz, movedizo, sorpresivo e impredecible que le impregnó Gallardo. Sin embargo, cuando juegan los suplentes, aparecen las deficiencias. A los chicos les falta: si bien a Driussi se lo ve más crecido y Simeone demostró una mejora en su juego, Tomás Martínez está lejos de ser el enganche del que todos hablaban mientras jugaba en inferiores. Será cuestión de tiempo, quizás. Pero tiene errores de inexperiencia: foules innecesarios, problemas con el control de la pelota. La ausencia de Pity Martínez se ve ahí, cuando en la rotación no hay un recambio de jerarquía.

Los titulares descansaron. Es entendible: para el técnico —y para los hinchas—, la Copa Libertadores es prioridad. Y el jueves, en Perú, deberán vencer a Juan Aurich para no pasarla mal en la primera fase. De todos modos, su otra deuda es afianzarse en el campeonato local. Y sobre todo en el Monumental: River arranca los partidos sólido. Hoy, Fernando Cavenaghi la mete al minuto de juego. Driussi aumenta la ventaja y parece que todo será un trámite, una preparación para la visita a Chiclayo. Así se va al vestuario en el entretiempo: en una tarde soleada, calurosa, de verano. Entre aplausos.

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En el segundo tiempo es otro equipo. Aparece el invierno. Camilo Mayada sostiene a sus compañeros con sus arremetidas dinámicas, llenas de buenas intenciones. Leonardo Ponzio se convierte en el eje del juego. Hasta que aparece la merma. Los errores de concentración. Los excesos de confianza. Aparecen los espacios atrás, y un arquero que no ofrece la seguridad que, con Barovero bajo los tres palos, es garantía. Aparece Gamba y descuenta, después de una mala marca de los defensores, que van tres contra Montero. Malcorra patea un tiro libre intrascendente, todos miran la pelota, Chiarini no sabe lo que hace y Unión se lleva un empate inmerecido, que se argumenta solamente en el incansable trabajo de sus delanteros, Triverio y Gamba.

En esos minutos de desesperación y confusión, el ataque se contagia de la defensa. Y también falla: Mora y Cavenaghi se apuran, se molestan. Se pierden goles porque no están precisos.

El hincha de River se fue preocupado. Los instantes de desconcentración le salen caros. En los minutos donde los jugadores se pinchan, el resultado muta. Ahora, todos los focos apuntarán a la Copa: la obligación está en Perú, ante Juan Aurich. Y, en el mediano plazo, recuperar los buenos fundamentos que iluminó el fútbol argentino el año pasado. Mantenerlo durante 90 minutos. Y reflejarlo en los resultados.


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