“Ahora hay que formar un equipo”. Las seis palabras juntas comenzaron a instalarse en el ambiente del fútbol argentino inmediatamente después del 3-1 a Ecuador, en Quito, cuando la Selección conducida por Jorge Sampaoli, a favor de los tres goles que convirtió Messi, logró la clasificación para Rusia 2018.
Si damos por valido ese deseo explícito de formar un equipo para el Mundial, significaría que la Selección durante su errático tránsito por las Eliminatorias no jugó como un equipo. Las preguntas se imponen: ¿cómo qué jugó? ¿Cómo una especie de rejuntado integrado por individualidades de altísima cotización internacional? ¿Cómo una banda desorganizada y anárquica que trascendía la interpretación de los técnicos? ¿Cómo un equipito sin rumbo despojado de una mínima estructura y funcionamiento?
Habría que ser prudente. La Selección hace varias décadas que no es una banda ni un rejuntado. Era una banda y un rejuntado hasta que el Flaco Menotti refundó su institucionalidad cuando el 12 de octubre de 1974 asumió formalmente como técnico de Argentina en aquel 1-1 ante España, disputado en el Monumental.
Desde ahí en adelante, la Selección pasó por momentos muy buenos, buenos, regulares y malos, pero siempre mantuvo algo que la distinguió, más allá de los distintos entrenadores que la dirigieron en los últimos 43 años: la categoría indiscutible de sus jugadores.
Ahora, a poco más de siete meses del comienzo del Mundial (el jueves 14 de junio se jugará el primer partido y el domingo 15 de julio la final), la Selección empieza su etapa de preparación con el cruce de este sábado ante Rusia en Moscú y el próximo martes frente a Nigeria en loa ciudad de Krasnodar, a 1280 kilómetros de Moscú.
No parece que Sampaoli vaya a producir cambios radicales. ¿Por qué? Porque la Selección ya fue promoviendo esos cambios luego de Brasil 2014, primero con Gerardo Martino, después con el vapuleado Edgardo Bauza en proporciones menores y ahora con Sampaoli.
No es una nueva Selección la que se presentará en el Mundial. Es una Selección en la que existen áreas de renovación. Y áreas aún sin definirse. Como, por ejemplo, en la función de primer punta. Allí, en ese territorio de alta complejidad, son varios los candidatos para un solo puesto: Agüero, Dyabla, Benedetto, Icardi y todo indica que ya muy lejos en la consideración, el desplazado Higuaín, casi como si fuese un chivo expiatorio.
Frente a Rusia, este sábado, jugaría Agüero por delante de ese super crack que es Messi, quién estará ausente ante Nigeria. No serán muchas más las posibilidades que tendrá el Kun de afinar una partitura o guión futbolístico importante con el mejor jugador del mundo. Tiene condiciones técnicas brillantes, pero la sociedad siempre idealizada con Messi prosperó más en lo potencial que en el plano de las realidades.
Y si nos enfocamos en las realidades habría que confirmar que la Selección ya está casi constituida. De aquí al Mundial quedarán cinco o seis partidos para que Sampaoli termine de dibujar en la cancha su idea futbolística.
Que después podrá enriquecerse o no durante el desarrollo del Mundial. Pero esa es otra historia. Con un desenlace abierto.
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