Los técnicos siempre eligieron jugadores. Jugadores que siguen, jugadores que se van. Pero ahora los métodos de comunicación se modificaron radicalmente. Cuando los entrenadores no quieren contar con un futbolista en el plantel suelen no dar la cara. Se esconden detrás de las plataformas tecnológicas. Evitan el contacto. Creen protegerse de esa manera. Y creen mostrar una autoridad de la que carecen para deslizarse hacia el autoritarismo.

Los técnicos tienen la facultad de elegir. No destinos profesionales, porque si esto ocurriera no serían pocos los que intentarían vincularse al Barcelona, al Real Madrid, a la Juventus, al Manchester United, al Milan o al Inter. Pero sí se les abre el camino en un club, pueden elegir jugadores. Este sí, este no. Y el otro tal vez.

Ahora los métodos de comunicación que disponen los entrenadores y todos los que no somos entrenadores, se multiplicaron. La información cara a cara para anunciarle a un jugador que no está en los planes para continuar en el plantel se reemplazó por las distintas plataformas tecnológicas, vía whatsApp, mail, mensaje de texto, mensaje de audio o lo menos utilizado como la llamada directa a un celular o a un teléfono de línea.

En definitiva, los entrenadores hacen lo que los distintos actores de la sociedad también hacen en circunstancias complejas: comunican las malas noticias en la red. Como se comunican otras cosas mucho peores en la red: rupturas sentimentales, despidos encubiertos o sin cobertura, peleas, escenas íntimas de la vida privada, violencias de todo tipo y calibre, amenazas, extorsiones, descalificaciones, traiciones y otras delicias y bellezas por el estilo.

Gustavo Alfaro

La vida se exhibe ahí. Un segmento de la vida, apenas. La vida que se deja ver detrás de algunos lentes que no son certeros ni confiables. Los técnicos (la mayoría de ellos) se corresponden con esa lógica. Y cuando no quieren tener a un jugador en el plantel, suelen no dar la cara. Por ejemplo, el Rolfi Montenegro se enteró que el nuevo técnico de Huracán, Gustavo Alfaro, le había bajado el pulgar. Pero no se lo dijo personalmente. Se enteró por un tercero. No importa si el tercero en cuestión es el presidente de Huracán, Alejandro Nadur o alguien más cercano o más lejano de Nadur. Pero fue un tercero.

La vida se exhibe ahí. Un segmento de la vida, apenas. La vida que se deja ver detrás de algunos lentes que no son certeros ni confiables.

Este tipo de procedimientos nada claros pero contundentes y reveladores de conductas irresponsables se extendieron casi en todas las áreas. Se extendieron tanto que a esta altura no sorprenden a nadie. Se comunica desde el más allá. En general, lo malo. Lo que no se desea transmitir cara a cara. Ya lo hizo Jorge Almirón en Independiente también con Montenegro y el Pocho insúa. Y Diego Cocca con Agustín Orión cuando antes de plantearle al arquero su insatisfacción por su rendimiento en Racing, utilizó una conferencia de prensa para tirar a Orión debajo de un camión. O el mismo Cocca, por whatsapp, dejando afuera del plantel a Federico Vismara, Germán Voboril, Ezequiel Videla y a otros.

No son excepciones las que encarnan Alfaro, Almirón y Cocca. Forman parte del modus operandi actual. Y son además las reglas no escritas de la comunicación de este tiempo. Y de la que casi nadie se queda afuera. Porque quedarse afuera significaría para los protagonistas anónimos o reconocidos de la aldea global no apreciar las virtudes de las palabras y las definiciones que están en el aire. O se desvanecen en el aire.

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Esas palabras que están en el aire, son las que en este caso los entrenadores las interpretan como una agresión directa cuando un dirigente o un allegado influyente les envía un mensaje de texto anunciando que se cerró su etapa en el club después de padecer una derrota dolorosa, como. por ejemplo, la padeció Nelson David Vivas en ocasión de la caída de Estudiantes ante Sport Pacífico de General Alvear por la Copa Argentina.

¿Era imaginable hace apenas unos años que un técnico dejara a un jugador fuera de un plantel sin previamente citarlo para una charla y explicarle los motivos? Hubo casos. Porque siempre hay casos que van de contramano. Pero no era lo más frecuente. Ahora, en cambio, lo frecuente es perderse en la oscuridad. Evitar el contacto. Salir de la escena. Rehuir los encuentros. Despedir sin hacerse cargo. Y neutralizar con la lejanía de un celular inteligente cualquier respuesta.

No es cuestión de ser más moderno o más antiguo. De ser más cool o más vintage. Es cuestión de ponerle el cuerpo a las decisiones más livianas o más pesadas. A las buenas y a las que cualquiera sospecha que son malas, por lo menos para el que las recibe. Y si son malas, por supuesto no esperar gratitudes, olvidos, ligerezas ni indiferencias. Queda claro que el ambiente del fútbol también se nutre de los ambientes más o menos envenenados de la sociedad. Y de las actitudes negativas que se naturalizan.

Los técnicos son ex jugadores. Ellos saben que el whatsApp en ciertos casos los protege. Y también los desnuda. Deberían tenerlo presente.

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