Con Juan Sebastián Verón nunca se sabe si fue su última función como jugador. La despedida del jueves 25 de mayo en el 1-0 frente al Botafogo que le permitió a Estudiantes clasificar a la próxima edición de la Copa Sudamericana, pareció ser para la Bruja el cierre definitivo en su rol de futbolista. El rol que más le gusta y que mejor desempeña.
Con 42 años el sueño de volver a levantar la Copa Libertadores después de haberla conquistado en 2009 en la final ante Cruzeiro, quedó trunco. Estudiantes fue eliminado de forma prematura. ¿Qué cambia con esta cosecha magra de Estudiantes en la Copa que supo ganar en 4 oportunidades? ¿Qué le cambia a Verón? Nada en particular.
Y es sugestivo. En un club que tiene adherida en la piel la lógica del resultadismo a partir de la segunda mitad de la década del 60 cuando irrumpió en el escenario nacional e internacional como un equipo inclaudicable y ganador dirigido por Osvaldo Zubeldía, no clasificar a los octavos de final de la Copa Libertadores no tuvo la carnadura ni la densidad de un fracaso. Aunque lo haya sido.
¿Por qué? Por el magnetismo que sigue ejerciendo Verón. Por su presencia. Por la búsqueda casi desesperada de trascender sus límites. Y no por su epílogo. Con los números en la mano, la participación de Estudiantes en la Copa Libertadores fue deficitaria. Pero los números en esta ocasión, incluso para el fundamentalismo resultadista que impera en Estudiantes desde hace medio siglo, no expresó totalidades.
Y es bueno que así se lo interprete. Seguramente Verón lo hizo posible sin proponérselo. Su decisión de volver a jugar después de protagonizar dos despedidas en 2012 y 2014, generaron en los hinchas la posibilidad de acceder a otro menú: disfrutar de las últimas pinceladas de la Bruja y tener una mirada menos urgente y dramática del hecho deportivo. Por lo menos por un ratito. O por un par de noches.
El fútbol potencial y real de Verón durante los partidos de la Copa estuvo en primer plano. Ese fue el foco. El fútbol que los años ni las lesiones le quitaron. En todo caso le quitaron aire y piernas. Porque la calidad y la jerarquía se adivina y se percibe hasta en los pequeños gestos técnicos. En la pegada. En una habilitación. En la intención de un pase. En el acompañamiento de una jugada aunque en esa jugada no haya entrado en contacto con la pelota.
Siempre fue un crack Verón. Un crack a tiempo completo. Si en la Selección nacional no alcanzó a romperla en relación a sus auténticas capacidades (en especial en los Mundiales de 1998, 2002 y 2010), esto no invalida su perfil de jugador brillante. De jugador que hacía jugar. Como decía el entrenador Rinus Michels respecto a la influencia de Johan Cruyff en el Ajax, Barcelona y la selección holandesa: “Johan le presta su talento al equipo”.
Con Verón ocurría lo mismo: le prestaba su talento al equipo. Esa virtud que solo acreditan los elegidos la desarrollaba con absoluta naturalidad. Formaba parte de su equipaje. De su lectura espontánea. De su manera de entender el juego colectivo. Y era muy generoso para asistir al compañero con problemas. Generoso en el despliegue (para ganar la pelota y la circulación en el campo rival y para recuperarla en el campo propio) y en el compromiso futbolístico.
Esta faceta solidaria de Verón en realidad escondía una convicción marcada a fuego: jugar en toda la cancha. Lo que no significa ir de 9 y matar a bombazos a los arqueros como hacía Batistuta, ir de 5 y tener el quite y el timing de Mascherano, ir de 2 y convertirse en esa muralla que fue Perfumo, ir de 6 y ser un fenómeno como Passarella. Significa entender las necesidades de un equipo, aún sin tener las respuestas de un gran especialista. Como Batistuta, Mascherano, Perfumo y Passarella.
Esas necesidades las entendía como pocos Verón. Quizás por eso muchas veces, todas las veces que fuera indispensable, se ponía en el lugar del otro. Y disimulaba ausencias circunstanciales. O errores. Siempre con clase. Con categoría. Con recursos.
Es cierto, no fue Franz Beckenbauer en la dimensión del jugador extraordinario y total que fue Beckenbauer. Pero para Estudiantes, Verón si fue Beckenbauer. Y esto por supuesto no está planteado desde la comparación fina y minuciosa. Sino desde el marco de su enorme influencia como un futbolista de panorama amplio y capaz de hacer todo bien. O muy bien.
El jueves 25 de mayo frente al Botafogo (pensar que ahí jugó nada menos que un genio bautizado Garrincha y Nilton Santos, un lateral izquierdo memorable) ese futbolista de alta gama volvió a despedirse. Su recuerdo está vivo. Tan vivo como su legado.
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