Si alguien en la mesa grita eso, sin remera y con un vaso de alcohol en su mano, el asado va bien. Sí, marcha bárbaro. Los asados de verano son clásicos. Algunos afortunados disfrutan de sus quintas con jardín, árboles, pasto cortado al ras ideal para jugar al fútbol y pileta. Otros tienen la gracia de hacerlo en la playa, en los quinchos del balneario. Y otros lo hacen en el balcón terraza del departamento. Vale igual.
Como el calor es la mejor excusa para prender la parrilla, traigo las verdades sobre el asado, los secretos menos secretos del mundo, porque todo aquel que se haga llamar "degustador de asados", debería leer mi artículo y no sorprenderse con nada porque la tiene clarísima. Degustador de asados: me encanta llamarme así. Ese es mi propósito en esta vida: degustar asados.
1- Hacer mucho fuego
Fuego. Pero fuego posta. Fuego que trepe hasta el cielo, que se pierda entre las nubes y derrita las uñas. Fuego que nos obligue a alejar las manos de ahí porque quema, porque es el fuego en su máximo esplendor, encendiéndose, quemando papel, leña y carbón. Ese fuego que es poesía pura, como este pasaje del texto. Después, pasás las brasas a la parrilla. Y ahí ya sabés, titán.
2- Tener bebidas con graduación alcohólica en la mesa
Claro, hombre. Cervezas, vinos, aperitivos. Todas van bien. Algunas para la previa, tranquilas; otras para bajar el tremendo pedazo de grasa que te vas a mandar con ese vacío. A la hora de comprar, que conste que el objetivo no es emborracharse, sino comer hasta explotar: entonces hay que beber con cuidado, amor, cariño y respeto. (Si vas a manejar, te servís aguita de la canilla, eh. Gaseosa en su defecto).
3- Armar una buena picada
Salame, queso, papas fritas, palitos, pancito. Animate a llenarte con eso que está todo bien. Cachito de pan-pedacito de salame-cubito de queso-papita: rock. Maravillosa mezcla. Ahí, sí: se baja con un delicioso aperitivo. El que empieza con C, va espectacular con jugo de naranja. Atención: en este momento del precalentamiento estomacal es fundamental estar descalzo. Si el instinto pide sacarse la remera, está muy bien: hágale caso. Pero es fundamental el énfasis en estar descalzo para sentir la real comodidad en el cuerpo.
4- Unas buenas cumbias de fondo
Por supollo, diría Homero Simpson cuando le preguntan no-sé-qué-cosa del auto que compró en el remate en la cárcel y era de Snake. Volumen de los parlantes al mango. Tengo unas playlists armadas para esos momentos. La movida arranca con "Cómo te voy a olvidar" de Los Ángeles Azules. Ay, mamita, qué belleza de canción. Si es un asado con mujeres, ahí sacás a bailar a la morocha de ojos marrones que te vuelve loco: tirás la vueltita, manito en la cintura, mirada a los ojos y, si la sostiene, está con vos.
5- Comer el asado jugoso
Por si no te quedó claro, crack. A ver, querido amigo, comer un pedazo de carne seco es como jugar un partido de fútbol sin pelota. O sin jugadores. O no jugar un partido de fútbol. La carne se come jugosa, maestro. A punto, a lo sumo. Hasta ahí te puedo bancar. Zapatilla, de esas que la tirás al piso y suenan como si hubieras tirado una piedra, no. Si la vaca charla con vos en el plato, espectacular.
Voy a dejar algunos conceptos más para que aprendan a comer asado. Ensaladas: papa, huevo y mayonesa, siempre. Tomate, lechuga y cebolla también. Salsas varias: chimichurri, criolla, provenzal. ¿Morcilla? Obvio. ¿Molleja? Seh, dale. ¿Chorizo? Puro cerdo. ¿Matambre? De "Babe, el chanchito valiente". Entraña de enganche. Y arriba, de punta, asado del medio, el corte ancho, con hueso gigante, ese que te manchás con grasa las manos mientras lo comés.
Ah, sí: de la mesa a la cama sin escalas. Y no te pesés en todo el verano, campeón.
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